Cuatro relatos inéditos del joven García Márquez
El Banco de República de Colombia, la Biblioteca Luis Ángel Arango y la FNPI dan a conocer unos textos escritos por García Márquez entre 1948 y 1952
El silencio de un pueblo del interior de la Costa Caribe de Colombia. El microcosmos de Aracataca, el impacto emocional que provoca un lugar al que se regresa, esa materia prima de la que nació Macondo. “Aquello era como volver a mirar las ilustraciones de un libro conocido en la infancia”, escribió Gabriel García Márquez en Relato de las barritas de menta, un texto inédito que sale a la luz junto a otros tres originales escritos entre 1948 y 1952. El Banco de la República de Colombia los ha reunido en Los papeles de Gabo, junto a textos mecanografiados y manuscritos del entonces joven periodista.
"Tal vez yo los había conocido a todos y ahora ellos me miraban pasar y me reconocían pensando 'vea usted, ha regresado el muerto'. Y en cierta forma, ellos tenían razón”. Así relató el escritor un viaje a su pueblo natal, probablemente la segunda vez que volvía y la primera que lo hizo solo. El premio Nobel de Literatura recogió sus sensaciones en esa narración, presentada en el Festival García Márquez de Medellín, donde también se dieron a conocer Olor antiguo, El ahogado que nos traía caracoles y un relato sin título. Se trata de escritos, que serán expuestos en la Biblioteca Luis Ángel Arango de Bogotá, adquiridos por el Banco de la República de Colombia y que se suman a las 44 cajas donadas a la red de bibliotecas de la entidad por la viuda del escritor, Mercedes Barcha, y su hijo Gonzalo García Barcha.
Comienzo de 'Relato de las barritas de menta'
El cuento titulado Relato de las barritas de menta, uno de los cuatro textos inéditos escritos por Gabriel García Márquez entre 1948 y 1952 que acaban de salir a la luz, comienza de la siguiente manera:
“Por último cesó el silbido de los frenos. La rueda calzó en el riel abrasado y el agobiador y polvoriento silencio del pueblo penetró el vagón. Era un silencio igual al pueblo, hecho de sus mismos y desolados ingredientes, de sus calles rectas, anchas y vacías, de sus enormes patios cuadrados, frescos bajo la penetrante humedad de los plátanos y de sus viejas casas de madera arruinadas bajo el polvo con antiguos mobiliarios y mujeres oscuras sin edad ni presentimientos yaciendo el sopor de la siesta. No tenía más de 20 años ese silencio, pero su madurez, su devastadora experiencia le daban un aspecto secular y lo hacían parecer un silencio tan antiguo como el resplandor del polvo en las calles o como la claridad de los espejos que habían perdido la memoria de los últimos rostros. La sensación de la muerte estaba en uno”.
Durante el Bogotazo, la revuelta que se originó en 1948 en la capital colombiana tras el magnicidio del líder liberal Jorge Eliécer Gaitán, se incendia la residencia donde vivía García Márquez. El joven estudiante de Derecho, nacido en Aracataca en 1927, se monta entonces en un camión de correos y regresa a la costa. En Cartagena de Indias, en medio de la lucha contra la indigencia, comienza a escribir como aprendiz en el periódico El Universal. A esa época, hasta 1952, se remontan los textos presentados por Alberto Abello Vives, director de la Biblioteca Luis Ángel Arango, el investigador Sergio Sarmiento y Jaime Abello Banfi, director general de la Fundación para el Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI), quien leyó Relato de las barritas de menta e incidió en la importancia de este acervo. García Barcha recordó que el novelista le "ponía a romper los folios que no le servían". "Yo creo que a Gabo le hubiera gustado ser como Vermeer", dijo en referencia al pintor holandés. "Le hubiera gustado que nadie jamás nos enteráramos de cuáles eran las costuras detrás de sus cuadros" .
Sin embargo, por su valor, hoy se conocen algunos de esos bocetos. El primero es un cuento sin título, que iba a integrar Relatos de un viajero imaginario y finalmente fue eliminado de la serie, describe lo que sucede en un pueblo durante un eclipse solar. De El ahogado que nos traía caracoles se conservan los únicos fragmentos que García Márquez escribió. El novelista se refirió a ese texto en un artículo publicado en EL PAÍS en 1982. “Durante muchos años (...) soñé con escribir un cuento del cual sólo tenía el título: El ahogado que nos traía caracoles. Recuerdo que se lo dije a Álvaro Cepeda Sumudio [escritor y periodista colombiano] en una fragosa noche de la casa de amores de Pilar Ternera, y él me dijo: ‘Ese título es tan bueno que ya ni siquiera hay que escribir el cuento’... Casi cuarenta años después me sorprendo de comprobar cuán certera fue aquella réplica. En efecto, la imagen del hombre inmenso y empapado que debía de llegar en la noche con un puñado de caracoles para los niños se quedó para siempre en el desván de los cuentos sin escribir”.
En Olor antiguo, Gabo empieza a experimentar con influencias nuevas, deja el estilo kafkiano y se acerca al de Ernest Hemingway, explica Sergio Sarmiento. “Imagínense una pareja que celebra 50 años de casados. El hombre está sentado en un cuarto contando cómo la conoció y la mujer piensa que el hombre tiene que dejar de recordar…”. Hasta que “él se da cuenta de que se casó con la gemela equivocada, se casó con la gemela que odiaba y no con la que amaba”.
Relato de las barritas de menta “describe Aracataca muy brevemente de una forma muy dura, es una versión muy personal de ficción”, continúa el investigador. Habla, por ejemplo, de un lugar donde unos migrantes recién llegados vendían algunos productos. “El oscuro almacén de los italianos, donde vendían botas enterizas para los niños y sardinas para los adultos y barras de menta para pequeños y grandes y en cuyo interior olía a pan guardado y a petróleo crudo”, escribió García Márquez. Ese lugar todavía resuena en la memoria del pueblo. Esos italianos -explicó durante una visita realizada con ocasión del 50 aniversario de Cien años de soledad Rafael Darío Jiménez, responsable de la casa museo de García Márquez- viajaron hasta el departamento colombiano del Magdalena y organizaron los primeros sindicatos de la plantación bananera de la United Fruit Company, de cuya matanza se acaba de conmemorar el 90 aniversario. Y ellos también, como todo lo todo lo demás, poblaron ese imaginario que dio vida a Macondo.
Babelia
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