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Qué tiene Machado que todo el mundo lo quiere

PSOE, PP y nacionalistas citan y recurren al poeta como un referente y un síntoma de urgencia para el diálogo

Jesús Ruiz Mantilla
Antonio Machado, Gregorio Marañón, José Ortega y Gasset y Ramón Pérez de Ayala, en Segovia en 1931.
Antonio Machado, Gregorio Marañón, José Ortega y Gasset y Ramón Pérez de Ayala, en Segovia en 1931.EL PAÍS

Soñó una España que se tornó pesadilla cuando, exhausto, cruzó la frontera para morir en Colliure, al otro lado, un 22 de febrero de 1939. Pero Antonio Machado sigue entre nosotros como absoluto referente moral ante las encrucijadas. Por eso ahora está en boca de todo el mundo.

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Su estatura ética se impuso ya en el primer encuentro que Pedro Sánchez mantuvo con Quim Torra en Moncloa el 9 de julio. El presidente catalán pidió ver la fuente en la que el poeta se citaba con Pilar de Valderrama, alias Guiomar, su último amor. Se encuentra dentro del complejo presidencial y el gesto indicaba una clara intención de deshielo: no hacía muchos meses, en Sabadell, un informe ofensivo a cargo de una comisión municipal independentista recomendaba quitar su nombre de una plaza por españolista y anticatalán.

Este pasado fin de semana, Pablo Casado también lo citó. Fue en la clausura del congreso del PP, donde fue elegido presidente. Machado como referencia lanzaba un guiño de moderación para quienes han diagnosticado su perfil de joven cachorro de la derecha sin complejos. Escogió El dios íbero: “Hombres de España, ni el pasado ha muerto,/ ni está el mañana —ni el ayer— escrito”. Dos días después, citaba a Aznar en la sede de Génova.

El caso es que Machado ahí anda, a mano de escritores de discursos, asesores de guiño y destello, políticos emergentes... Sirve para aglutinar esencias castellanas y amansar delirios separatistas. Pero ha sido así desde siempre. Luis Muñoz, poeta experto en el autor y profesor de la Universidad de Iowa (Estados Unidos), lo recuerda: “La autoridad simbólica de Machado ha sido disputada, desde el momento de su muerte, sobre todo por la Falange y el Partido Comunista. Antes no, porque Machado se encargaba de definir los límites de su ideología”. Es decir, él mismo se ocupó de que nada confundiera su compromiso con una España abierta y libre, alérgica al dogma totalitario.

Una vez muerto, quedó abierto a banderas e interpretaciones. “Machado encarna como nadie en la historia contemporánea de España una autoridad moral. Queda corroborada, desde luego, por sus escritos, sus poemas y sus textos en prosa. Pero también por la ejemplaridad de su vida y su derrota personal. Aludir a Machado es, por tanto, invocar a esa autoridad”, afirma Muñoz.

En el caso de Casado, para el hispanista Ian Gibson, “hay que deducir que la elección de don Antonio no fue casual”. Fue consecuencia directa también del gesto de Torra y Sánchez, cree el autor de la biografía sobre el poeta, Ligero de equipaje. Fue Gibson quien redescubrió en enclave de la Moncloa “El autor de Juan de Mairena es hoy más necesario que nunca, con su invitación al diálogo sosegado y su sueño de una España culta, europea y en paz”.

Precisamente en Juan de Mairena, Machado recomienda: “Cuando penséis en España no olvidéis ni su Historia ni su tradición, pero no creáis que la esencia española os la puede revelar el pasado. Esto es lo que suelen ignorar los historiadores. Un pueblo es siempre una empresa futura. Un arco tendido hasta el mañana”. “Aquella España que pasó y no ha sido”, como decía en su poema Del pasado efímero.

“La poesía de Machado contiene numerosos elementos que explican la resonancia particular, el timbre de emoción que tiene para sus lectores. Por una parte, la esencialidad de las cosas, por otra la trascendencia simbólica de los paisajes y las gentes de España y la capacidad para poner el dedo en la llaga en los rasgos más problemáticos del temperamento del país”, asegura Luis Muñoz.

Su obra se ha puesto al día en la esfera literaria, filosófica y política. También en la música, con la canonización popular que le otorgó Joan Manuel Serrat, y en otros ámbitos. “Como con la película Los mundos sutiles de Eduardo Chapero Jackson (2012), o como la sorprendente glosa “caminante no hay camino”, popularizado por Serrat, a cargo del dúo de música electrónica las Bistecs, en 2016”, añade Muñoz.

Y obviamente en la poesía. Cuando murió en la cama de un pequeño hotel, su hermano José encontró en el bolsillo de su viejo gabán tres pistas simbólicas. La eterna duda metafísica shakespeariana, ser o no ser; cuatro versos para Guiomar y otro, a modo de apunte inacabado que rezaba: "Estos días azules y este sol de la infancia". Es precisamente el que ha usado el editor Chus Visor para conmemorar el número 1.000 de su colección de poesía. Su regreso a la primera línea le parece una buena señal al editor: “Una muestra de que Machado es inagotable, que lo mismo sirve para alimentar a unos que para dar de comer a otros. Hace años desde el PP quisieron resucitar a Azaña. Ahora, todos invocan a Machado... El camino es el correcto. Vamos a ver si aplican en consecuencia sus ejemplos y enseñanzas”.

Ojo con las manipulaciones

Antonio Machado ha sido objeto constante de manipulaciones desde su muerte. Todo comenzó un año después de ser enterrado en Colliure. "Ahí sufrió su primera manipulación y mutilación flagrante por parte de Falange", asegura Luis Muñoz. "Ese año, Dionisio Ridruejo publica un texto, titulado El poeta rescatado, en el primer número de la revista Escorial y al año siguiente figura como prólogo de la edición de Poesías completas. Ahí, Ridruejo trata de, digamos, rescatar a Machado de sus propias ideas políticas". Por el otro bando, también se rifan su figura: "Desde el Partido Comunista, Machado es reivindicado, junto a Lorca y Miguel Hernández, como uno de los poetas del sacrificio, tal y como los llama Alberti. Y como una suerte de santo laico,", añade Muñoz. Las disputas entre sus colegas también lo han zaherido. "Llegó a ser de cabecera para los integrantes de la corriente social y el grupo del 50. Pero a partir de mediados de los años sesenta, la validez de su obra fue puesta en cuestión para regresar después como clave para un grupo numeroso de creadores en los ochenta".

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Sobre la firma

Jesús Ruiz Mantilla
Entró en EL PAÍS en 1992. Ha pasado por la Edición Internacional, El Espectador, Cultura y El País Semanal. Publica periódicamente entrevistas, reportajes, perfiles y análisis en las dos últimas secciones y en otras como Babelia, Televisión, Gente y Madrid. En su carrera literaria ha publicado ocho novelas, aparte de ensayos, teatro y poesía.

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