El Pórtico recobra los colores de su Gloria ocho siglos después
La catedral de Santiago inaugurará el lunes la restauración de la joya románica, que ha permanecido en obras durante una década en la que se invirtieron 6,2 millones
Del gris polvo, el blanco sales de cemento, el negro moho y el verde musgo al lapislázuli, el cardenillo, el negro de huesos, el albayalde o el oro puro. El Pórtico de la Gloria, obra cumbre del románico en Europa, ha revelado toda su paleta de colores y unos cuantos secretos tras una década de trabajos de recuperación. En las tareas han colaborado universidades de varios países, químicos, arquitectos, arqueólogos, físicos, informáticos y geólogos bajo la dirección de Concha Cirujano y Ana Laborde, del Instituto de Patrimonio Cultural de España. Pero ni ellas ni el equipo de 12 restauradores que ha permanecido en los andamios 50.000 horas podían imaginar el cromatismo intenso que perduraba bajo esa gruesa capa de deterioro y mugre que ocultaba este tesoro de la Catedral de Santiago.
El proyecto, costeado de principio a fin con 6,2 millones de la Fundación Barrié, no ha añadido nada nuevo a lo que había. Se ha limitado a hacer aflorar y consolidar la belleza oculta: tres policromías al óleo diferenciadas, que se superponen y dan testimonio de los pigmentos y técnicas empleados en la Edad Media, el siglo XVI y el XVII; es decir, el plan original y las posteriores restauraciones al gusto del momento.
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Con la investigación emprendida en 2009 y la limpieza del Pórtico, también se ha constatado la vulnerabilidad de la obra. A los graves problemas estructurales de la fachada barroca del Obradoiro, que filtraba regueros de “agua líquida” directamente sobre el conjunto escultórico, se sumaron intervenciones de siglos y décadas anteriores, con técnicas equivocadas o claramente agresivas. De esto dan fe incluso un cuchillo con restos de escayola o una caja de cerillas del siglo XIX hallada en una junta del tímpano.
El Pórtico se aproxima a los 850 años de antigüedad. Como fechas de referencia se conservan la pensión vitalicia otorgada en 1168 por Fernando II de León al Maestro Mateo para afianzarlo como responsable de los trabajos de la catedral, y una inscripción labrada en el propio monumento: “En el año de la Encarnación del Señor 1188, en el día 1 de abril, fueron colocados por el Maestro Mateo los dinteles de la puerta mayor de la iglesia de Santiago, que dirigió la obra de dichos portales desde sus cimientos”. De la policromía medieval se conservan bastantes vestigios, y hay figuras (ángeles que portan la columna y la cruz) en las que bajo la pátina se ha preservado por completo el azul lapislázuli, un pigmento que junto con el oro deslumbraba a los peregrinos que pisaban el nártex románico.
Pero, además, se han podido identificar como correspondientes a aquella etapa otros colores, siempre aglutinados con aceite de lino, como el cardenillo, el resinato de cobre, el bermellón, los pigmentos de tierras o el albayalde. Las vestiduras se decoraban con medias lunas, cuadrados, círculos y formas polilobuladas mediante estampillado sin relieve. Las encarnaduras con las que se dio vida a los rostros en el siglo XII se aplicaban en capas muy finas y eran de un rosado claro.
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En el XVI, la fachada del Obradoiro sufrió su primera drástica transformación. En 1519, el cabildo ordenó construirle puertas al gran arco central del nártex que protegía el Pórtico y que siempre permanecía abierto. La decisión se fundamentaba en los “escándalos y desórdenes y otros incombenientes” que “subcedíande noche” en este templo que daba techo a los peregrinos al final de los Caminos. Al acondicionar la fachada románica para instalar las puertas de madera se retiró ya parte de las estatuas que eran fundamentales en la idea iconográfica de Mateo. Algunas pertenecen hoy a colecciones privadas, como Isaac y Abraham, en manos de los Franco. La pareja de profetas decora ahora el pazo de Meirás, un bien que curiosamente fue entregado al dictador tras una cuestación popular impulsada por el banquero Pedro Barrié de la Maza, enamorado del Pórtico y creador de la fundación que lo ha restaurado.
Alrededor de aquel proceso de reforma radical en el XVI, se data la segunda policromía recuperada. Los azules eran azuritas que se han degradado con los siglos; los rojos eran bermellón y laca de cochinilla; los verdes eran de cobre y los blancos, de plomo. Las encarnaciones de caras, pies y manos eran más intensas y oscuras que las medievales.
Según explicaron ayer durante la presentación del Pórtico a los medios las fundaciones Catedral y Barrié, “los materiales utilizados” en esta segunda policromía “no fueron tan exclusivos” pero destaca la decoración de mantos y túnicas con brocados. Para esto se recurría a una técnica importada de la pintura flamenca que “imitaba en relieve los tejidos bordados en oro” de la época. Tras la restauración, estos añadidos a la moda del momento son evidentes en los ropajes de profetas y apóstoles.
130 maravedíes
Pero la tercera policromía, del siglo XVII, es la más visible. Los pigmentos son similares a los renacentistas pero se recurre más al pan de oro para vestir de barroquismo el románico. Aquellos trabajos se acometieron en dos fases y en la catedral existe un documento de 1651 que atestigua la intervención del pintor Crispín de Evelino, al que se le encargó, por 130 maravedíes, que recuperase la lozanía de las partes desnudas de las figuras. A partir de entonces, tal y como ha confirmado el estudio con microscopio, análisis estratigráficos y técnicas tan específicas como la “cromatografía de gases, la difracción y fluorescencia de rayos X o la espectroscopía infrarroja”, se llevaron a cabo policromados parciales “con intención reparadora” en las zonas más degradadas.
Despojado de su coraza de suciedad y humedad, el Pórtico también habla de las agresiones sufridas. Intentos de restauración recientes que fracasaron y tras los que el deterioro se aceleró, con la degradación de los pigmentos y el desprendimiento de material. Y daños que se relacionan con episodios como el vaciado en yeso para el Victoria and Albert Museum de Londres en 1866, del que se consideran “pruebas inequívocas” el cuchillo y la vieja caja de cerillas olvidada y oculta en el tímpano.
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La incógnita sin despejar de las visitas del público
El Pórtico será inaugurado el lunes por la reina Sofía pero no se podrá visitar hasta finales de julio (el 25 es Santiago, día de Galicia). De momento, los portavoces de la catedral mantienen un silencio sepulcral sobre las condiciones en que se gestionarán las visitas a esta zona que en realidad está abierta y ya sin andamios, pero con cintas y guardias de seguridad, a los pies de la basílica de cruz latina. La Fundación Catedral no aclara si el acceso será gratuito ni si habrá límite de aforo, pero años de mediciones han revelado que la afluencia de multitudes también castiga la gran obra de Mateo. Aunque el peor de los males eran las filtraciones de lluvia y sales del hormigón con el que se trató de reparar las cubiertas en el XX. La restauración del Pórtico obligó a la catedral a buscar financiación del Estado para rehabilitar la fachada del Obradoiro, hoy aún en obras.
Babelia
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