Adiós a los croques en la Catedral
Después de la restauración del Pórtico, se prohibirá el rito de los cabezazos
Se acabó. El Santo dos Croques ya no recibirá más cabezazos y los turistas y peregrinos, 10 millones en Año Santo, ya no podrán seguir horadando con sus dedos los cinco agujeros del parteluz. En las reediciones y las incontables publicaciones que se preparan para el próximo Xacobeo ya no podrá hablarse del famoso "rito obligado" que aparece en las guías, sino del viejo rito vetado, un recuerdo de aquellos tiempos en que la Catedral era como un parque de atracciones.
Aprovechando la restauración del Pórtico de la Gloria, que acaba de empezar, el Cabildo de la Catedral de Santiago quiere poner fin a una tradición cuyo origen se pierde en la Edad Media. Se cree que la costumbre de posar las yemas sobre la pilastra de mármol que representa el árbol genealógico de Jesús viene de las primeras peregrinaciones. "Al fin he llegado", dice que decían los peregrinos medievales, "algunos de ellos con las piernas encadenadas", el portavoz del Cabildo, José Fernández Lago. Los romeros, después de recorrer mil kilómetros a pie y pasar otras tantas calamidades, buscaban apoyo en el fuste gris mientras contemplaban arrobados al Apóstol, y más arriba al Pantocrátor, pronunciando una oración. El rito de los croques, en cambio, lo fundaron los universitarios, puede que hace más de cuatro siglos. Con el testarazo en época de exámenes, mejor si se aplicaba con contundencia, pedían memoria, inteligencia e ingenio a aquel santo arrodillado de espaldas al Pórtico que luego se supo que nunca fue canonizado, porque era en realidad el Maestro Mateo.
"Es un rito vacío, sin sentido, fuera de lugar en el siglo XXI", dice el Cabildo
Últimamente, la gente daba los cabezazos a la vez que metía los dedos
Con el tiempo, sobre todo en los últimos años, desde el Xacobeo 93 y la inauguración de las peregrinaciones masivas organizadas por touroperadores, el desgaste de las huellas del parteluz se aceleró, y la piel de la frente del señor de dos Croques se volvió grasienta. Por suerte para el Maestro, últimamente, la mayoría de los visitantes (mal informados) creían que había que dar el cabezazo a la vez que se metían los dedos en los orificios. Así que ahora casi todos estaban dando el croque en la base del fuste de mármol, sin acordarse luego de dar la vuelta para saludar a Mateo. Esto obligaba a contorsionarse hasta el extremo a turistas muy ancianos, pero la devoción hace milagros.
El ritual se había desvirtuado mucho cuando, hace 14 meses, el Cabildo instaló una valla de acero inoxidable, bastante antiestética, acotando la zona en cuestión. Era el paso previo a la llegada del andamio y los restauradores. Un intento de frenar el deterioro del Pórtico, a la espera de que se resuelva la adjudicación de las tareas el próximo 24 de julio.
Ahora, el portavoz del Cabildo reconoce que el gobierno de la Catedral no está "de acuerdo con la tradición de los dedos y los croques, porque es un rito vacío, sin sentido, que está fuera de lugar en pleno siglo XXI; un disfrute pequeño frente al mal que se le hace al patrimonio, algo que se protege en todas partes sin que nadie se queje". "Yo recuerdo que de joven, en el Vaticano, todos nos acercábamos y tocábamos la Pietá" de Miguel Ángel, cuenta Fernández Lago, "y ahora está protegida y no pasa nada". "Aquí tiene que ocurrir igual", sigue el canónigo. "Hoy está confirmado que el Santo dos Croques no es santo y no va interceder" por la inteligencia de los fieles. Además, "da pena ver a la gente, que no sabe lo que hace. Meten la mano ahí y ya ni miran lo que tienen encima, la grandeza del Pórtico". El abrazo al Apóstol, en la otra punta de la seo, tras el altar mayor, será, junto con el vuelo del Botafumeiro, el único ritual pintoresco que siga vigente. "Ahí no hay peligro de desgaste, porque ya se le cambió la esclavina de plata original por una réplica".
Cuando acabe la restauración, previsiblemente en marzo de 2010, se instalará un nuevo cierre "distinto" al de ahora. "Más acorde" y respetuoso con el estilo del conjunto. El público ya no se podrá volver a acercar al parteluz, pero el Cabildo confía en que estos dos años de obras ayuden a instaurar entre los visitantes una nueva costumbre: "La de mirar hacia arriba. Y valorar. Y admirar. Teniendo conciencia de que el Pórtico es una joya".
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