La película ecuatoriana que habla de literatura y otros demonios
La gran obra literaria que todavía no se ha escrito en Ecuador es el eje de la última película de Diego Araujo, 'Agujero Negro'
La gran obra de la literatura ecuatoriana que aún no se ha escrito es el eje de Agujero Negro, la nueva película de Diego Araujo (Quito, 1975). Y escribir esa obra “esencial” es el reto que se autoimpone el protagonista de esta comedia romántica. Víctor, que tuvo mucho éxito en el pasado como joven narrador, empieza a perder brillo al mismo tiempo que él crece y está por convertirse en padre. “Me interesaba reflexionar sobre el acto creativo que es muy individualista y la familia que es todo lo contrario”, dice Araujo y añade que su guion encontró un disparador en uno de los libros de la saga Mi Lucha del noruego de Karl Knausgård, quien reflexiona sobre la conveniencia del escritor de tener una familia. “Él cuenta que una madrugada se fue a su taller a escribir y no le importó que su mujer estuviera por dar a luz, y dice que puede dejar todo, incluso a sus hijas, para terminar su novela. Yo nunca he pensado en dejar a mi familia por hacer mis películas, pero con mi esposa siempre tenemos el debate: ¿por qué lo hacemos?, ¿podremos subsistir?”.
Araujo confirma que hay algo de autobiográfico en algunas secuencias como cuando el escritor se encierra, recorre las cortinas y corta la conexión a Internet. “Ese era yo haciendo la posproducción de Feriado (su primera película), en un barrio similar al de Víctor, donde llegué a vivir después de estar siete años en Nueva York. Era uno de esos barrios parches que han surgido en los últimos años, que están cerrados, que tienen mucha asepsia, donde la gente se aleja”.
Pero además de la asfixia del artista, de su caída en un Agujero Negro, hay otros temas que subyacen en el filme y que le dan un carácter universal a la película. El paso del tiempo en las personas es uno de ellos, el asomarse a la madurez y mirar lo que se ha hecho y lo que se tiene es otro. Buena parte de la película muestra la segunda adolescencia del escritor frustrado que se desata cuando conoce a una joven de 16 años, Valentina, que le hace trastabillar. Otro tema al hilo de esto son las relaciones entre hombres grandes y mujeres más jóvenes, pero Araujo tiene la sensibilidad de fortalecer a la Lolita de su película y hace que ella reconduzca la historia.
Araujo cuenta que Agujero Negro fue su plan B. En sus planes iniciales estaba otra película, cuyo guion había madurado durante cuatro años, pero cuando iba a producirla se cerró el grifo de los fondos para el fomento del cine en Ecuador y tuvo que pensar en un proyecto económicamente más manejable. De ahí que la película del escritor frustrado sea más dialogada e incluso tenga una cámara fija en muchas escenas. Como parte de esa austeridad fílmica se escogió incluso el blanco y negro y el formato 4:3 que remite al cine más clásico. “La idea siempre fue contar todo con menos, teníamos claro que a nivel de estilo todo iba a ser mucho menos pronunciado”, explica Araujo.
La película arrancó con un pequeño guion de 20 páginas que fue creciendo gracias a la generosidad de los actores que hicieron varias improvisaciones alrededor de las sugerencias del cineasta. “Yo les pasé lo que tenía a los actores, les dije que lo miren, que vengan a Quito, que lo filmemos, por allí tenemos una película”, recuerda. Y así fue. La película ecuatoriana que se rodó durante 18 días tuvo su debut mundial en la última edición de Bafici, en Buenos Aires, y ahora tendrá su estreno nacional en el V Festival de Cine Latinoamericano en Quito que arranca en junio. Luego iniciará una gira por otros festivales para intentar superar a la ópera prima de Araujo que estuvo en 70 festivales y se vendió en 22 países.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.