La novela negra de la impunidad
El domingo murió sin haber pagado por sus crímenes Efraín Ríos Montt, exdictador guatemalteco. El escritor Rodrigo Rey Rosa le dedicó una de las mejores crónicas de su libro 'La cola del dragón'
El sábado de gloria de 2013 el escritor Rodrigo Rey Rosa visitó a la jueza Iris Yassmin Barrios en su vivienda de la colonia Kaminaljuyú, “hecha de casas pequeñas de un solo piso, angosto jardincito al frente y el típico patio de lavar”. En la puerta había dos policías. Lo típico. En muchos entierros de la Ciudad de Guatemala, cuenta Rey Rosa, conviene descontar a un tercio de los asistentes: son escoltas. En 2001 dos granadas lanzadas desde la calle estallaron en casa de la magistrada. “Allí están todavía las esquirlas”, le dijo ella lacónicamente. Fue la víspera del juicio contra los militares que mataron a golpes a monseñor Gerardi, obispo auxiliar de la capital, dos días después de que presentara el informe Guatemala, nunca más. El documento señalaba al ejército como responsable del 90% de los asesinatos y desapariciones ocurridos durante la guerra civil que tuvo lugar entre 1960 y 1996 y que se cebó especialmente con los miembros de las 22 etnias de origen maya. La etapa más sanguinaria, coinciden todos, fue la del Gobierno de Efraín Ríos Montt: 10.000 personas fueron “ejecutadas extrajudicialmente” en año y medio y más de 400 aldeas quedaron literalmente borradas del mapa. En mayo de 2013 el dictador fue condenado a 80 años de cárcel por genocidio. Iris Yassmin Barrios, resignada a que toda su libertad de movimientos fuera ya “la libertad interior”, fue la presidenta del tribunal.
Rodrigo Rey Rosa recogió el relato de sus horas con la jueza en La cola del dragón, un volumen publicado en España por la editorial valenciana Contrabando que recopila los textos de no ficción de uno de los grandes narradores latinoamericanos vivos (Roberto Bolaño lo llamó “maestro” y él llamó “exagerado” a Bolaño). Alfaguara lleva tiempo recuperando sus novelas y cuentos. Y libros inclasificables como El material humano, que, publicado en 2009 por Anagrama, mezcla trabajo de archivo y memoria personal. Una memoria que incluye el secuestro de su propia madre y la narración del pago del rescate. Él mismo se encargó de un trámite digno de Kafka.
Junto a perfiles inolvidables de Paul Bowles y Miquel Barceló, La cola del dragón reúne, entre otras joyas, una visita a una mina de oro, un ensayo sobre los kaibiles –comandos de élite bautizados con un término maya- y una crónica sobre los crímenes de Efraín Ríos Montt, general golpista y pastor evangélico, un hombre que llegó al poder “con la biblia en una mano y una metralleta en la otra”. Es la que presta su título al conjunto y se abre recordando que el Tribunal Constitucional guatemalteco había anulado, al poco de ser dictada, la citada condena al dictador. ¿La razón? El delito de genocidio podía implicar a los grandes empresarios agrarios que financiaron las operaciones de los militares. Ríos Montt murió el domingo pasado a los 91 años, sin conocer la cárcel. También va por barrios la libertad interior. Cuando se compara a Rodrigo Rey Rosa con el siciliano Leonardo Sciascia por su manera “política” de acercarse a la novela negra, el autor guatemalteco aclara que en su país el nivel de impunidad es tal que siempre se le imponen los finales abiertos. Por eso lo llaman vanguardista.
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