El Festival Iberoamericano de Teatro de Bogotá sopla las velas de la supervivencia
Una de las citas teatrales más importantes del mundo acumula una deuda millonaria y se enfrenta al rechazo de parte del gremio colombiano
El Festival Iberoamericano de Teatro de Bogotá cumple 30 años. En este recorrido ha citado en la capital de Colombia a una selección de las compañías, dramaturgos y actores más destacados de diversos países hasta convertirse en una de las citas más importantes del mundo. Este aniversario, sin embargo, sopla las velas de la supervivencia. “Es una edición de transición”, dicen los gestores. “¿Hacia dónde?”, se pregunta una gran parte del gremio colombiano. Hay en juego una deuda acumulada de más de 8.000 millones de pesos (más de dos millones de euros) desde hace 10 años y la filosofía de un encuentro artístico bienal que arranca hoy se debate entre mantenerse fiel a sus raíces o reinventarse.
La actriz y dramaturga argentina Fanny Mikey y el empresario cultural colombiano Ramiro Osorio organizaron la primera edición del festival en 1988 coincidiendo con el 450 aniversario de Bogotá. “Un acto de fe en Colombia”, fue el lema que eligieron para llenar las calles de la ciudad de teatro. En esas calles, plazas y salas se fueron encontrando artistas latinoamericanos que, con el paso de los años, empezaron a compartir escenario con colegas de países de fuera de la región. Tres décadas después, más de un centenar de profesionales del sector apelan a este espíritu.
El pasado diciembre, la organización del encuentro y representantes del teatro colombiano se reunieron para intentar llegar a varios acuerdos después de que un nutrido grupo de artistas locales se negaran a participar en esta edición. “Uno de los nuevos gestores nos dijo que nuestro teatro no daba dinero”, cuenta Diana Ángel, presidenta de la Asociación Colombiana de Actores (ACA) que representa a 1.300 intérpretes en el país y portavoz del colectivo que no formará parte de la programación.
Argentina, país invitado
Argentina es el país invitado en esta cita que se celebra cada dos años con el invitado de honor, Emiliano Dionisi que trae a Colombia una de las obras argentinas más galardonadas de los últimos años, Los Monstruos. En esta edición de 16 días se presentan más de 40 obras provenientes de más de 13 países. En 2016, la previsión fue de dos millones de asistentes, para este año calculan 230.000 espectadores en teatros de sala y más de tres millones para los espectáculos de calle.
Muaré de la compañía española Voalá, vuelve al Festival con una fiesta psicodélica y la banda de rock inglesa Duchamp Pilot. El grupo inglés 1927 llega con Golem, una adaptación futurista del mito hebreo en formato de teatro fílmico. Y Curro de Candela, exponente del flamenco contemporáneo, se presentará con Afrogitano, un diálogo entre sus influencias afrocubanas y el flamenco más desgarrador. El género clown, uno de los más aplaudidos de este encuentro regresa con Paolo Nani, acompañado de Kristjan Ingimarsson con El Arte de Morir de Dinamarca.
Apunta directamente a Tuboleta, una empresa de venta de entradas que con la banca de inversión Konfigura y Páramo Presenta, compañía especializada en organización de eventos culturales, ocupan la gestión privada de la cita desde mediados del año pasado. Solo Tuboleta ha invertido 7.000 millones (casi dos millones de euros).
Al finalizar la reunión, el gremio se levantó de la mesa y rechazó la propuesta del Festival: una convocatoria pública de ayudas para obras únicamente de Bogotá a través de Idartes, el organismo local que financia, además, los actos de apertura y clausura de esta edición. “No podemos formar parte de una convocatoria sesgada y que rechaza las producciones nacionales”, explica Diana Ángel.
“Seis agrupaciones nacionales, 12 bogotanas y 600 artistas de teatro callejero han confirmado su presencia y ellos denunciaron que no existía representación colombiana en la programación”, se defiende María Pardo, miembro del equipo de comisariado del Festival Iberoamericano. Entre los participantes hay importantes compañías como El Colegio del Cuerpo de Cartagena, pero también destacadas ausencias como la de Teatro Candelaria o Maldita Vanidad.
El otro tema en la mesa de negociación fue la deuda que la organización acumula desde hace dos años con algunas de las compañías. Los beneficios de las funciones se repartían en tres partes iguales (el 33%) para la compañía, la sala y el Festival, según explican en ACA. “Unas condiciones cainitas”, dice Diana Ángel, “yo cobré 300.000 pesos [menos de 100 euros] por una obra que llenó el teatro en 2016”. Por el momento, dicen que han conseguido que la anterior directora, Anamarta Pizarro, actual miembro del equipo directivo, les firme un pagaré por 60 millones de pesos (casi 17.000 euros).
“Se han pagado los honorarios y hemos llegado a nuevos acuerdos de contratación que determinan que la boletería es para el festival”, explica Pardo. “El plan de pagos se ha estructurado a través de acuerdos individuales que se están concertando. Esperamos que en los próximos 90 días estén firmados para todos los acreedores”, alegan desde la parte administrativa. La deuda no solo era con los artistas, también con todos los proveedores de servicios de la cita teatral.
“No entienden cuál es la función del festival, que es mucho más que presentar unas obras para un público pasivo. Creemos que se trata de consolidar un proyecto cultural de ciudad. Si lo único que mueve a la administración es generar recursos para ir saldando las deudas no tiene sentido que el Estado invierta con esas condiciones”, declaró tras la reunión Julio Correal, actor colombiano y miembro del colectivo que se niega a participar en esta cita, en la revista Arcadia.
El Ministerio de Cultura aporta 1.000 millones de pesos (más de 282.000 euros), además una parte de la taquilla de las obras que se presentarán en el Teatro Colón, que se destinará a fortalecer la programación de teatro callejero. "Es muy importante la supervivencia del festival, pero se debe mirar con más detenimiento los problemas de gestión", dice Marian Garcés, titular de la cartera. "El tratamiento a los grupos colombianos no es suficientemente satisfactorio".
Lía Heenan, otra de las portavoces del festival, calcula que la inversión total para esta edición será de alrededor de 20.000 millones de pesos (5,6 millones de euros), cuando en 2016 el presupuesto fue de 31.000 millones de pesos (unos nueve millones de euros). “Llegamos a este festival con poco tiempo y estamos aprendiendo a gestionarlo, a reestructurarlo económicamente para que vuelva a ser ese gran festival de teatro”, responde María Pardo, trabajadora de la empresa Páramo, quien reconoce que esta edición es más pequeña y austera que las anteriores. “Aun así, no hemos dejado de contratar grandes compañías extranjeras”.
En el sector del teatro colombiano ya preparan una alternativa. “Estamos intentando organizar para mayo un Congreso Nacional de Teatro en el que se discuta, entre otros asuntos, qué va a suceder con este encuentro”, dice la representante de los actores. Aseguran que cuentan con el apoyo del Ministerio de Cultura y esperan conseguir financiación para congregar en Bogotá a representantes de todo el país. “Hay que decidir qué alternativas hay para salvar una cita que nos dio la espalda”.
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