La universidad mexicana se vuelca en el 50 aniversario de su 1968
Ciclos de cine, televisión, exposiciones, danza, teatro y coloquios internacionales recordarán durante todo el año al movimiento estudiantil, sus proclamas democráticas y su brutal represión
Desde la misma plaza donde hace 50 años los estudiantes mexicanos fueron masacrados por reclamar al gobierno de hierro priísta más democracia y menos autoritarismo, arrancaron este miércoles los actos conmemorativos de aquel movimiento estudiantil con el que, en palabras de Carlos Monsiváis, “da comienzo la defensa de los derechos humanos en México”.
Capitaneada por la UNAM, la mayor universidad de Latinoamérica, se presentaron en la simbólica Plaza de las tres culturas de Tlatelolco una batería de más de 100 actividades que se extenderán durante todo el año con la ambición de cubrir los múltiples flancos —feminismo, ecologismo, derechos de las minorías, urbanismo, libertad de expresión— que abrió un fenómeno coetáneo de otras revueltas juveniles por el mundo y, a la vez, genuinamente mexicano.
A un costado de la plaza, en el Centro Cultural Universitario Tlatelolco se podrá consultar una colección digital de documentos, imágenes y grabaciones sobre la genealogía de los movimientos sociales posteriores al 68 con material de más de 30 acervos públicos y privados. El Museo Universitario de Arte Contemporáneo reunirá el material iconográfico de la época, así como los trabajos sobre el Che del argentino Leandro Katz o la obra de la poetisa uruguaya participante de las protestas Soust Scaffo. El museo del Chopo albergará una muestra de arte feminista rodado en súper 8
Danza, teatro, ciclos de cine, televisión y música, porque “primero fue la música, el pelo y la manera de vestirnos. Así empezamos a mostrar nuestro rechazo al autoritarismo de los 60”, apuntó el rector Enrique Graue durante la presentación de los actos. La ciudad como marco de acción y reacción también estará presente con un análisis comparativo entre el entorno de la plaza y otra serie de unidades habitacionales de Europa del Este en busca de analogías arquitectónicas o políticas, como el hecho de haber sido escenario de actos de represión.
El 68 mexicano fue hermano en el tiempo del parisino, el praguense o el californiano, pero del mismo modo tuvo un componente excepcional: se trata del único movimiento estudiantil que terminó en una matanza. Fue aquel “2 de octubre [que] no se olvida” –el lema grabado en la memoria histórica de país–, cuando además todo el mundo estaba mirando hacia el primer país de América Latina seleccionado para albergar unos Juegos Olímpicos, un caramelo para la campaña de imagen exterior del sui géneris régimen priísta, y que se inaugurarían apenas una semana después de la matanza.
Cinco décadas después, aún siguen sin esclarecerse totalmente las circunstancias de la masacre. Un tribunal federal certificó que fue un acto genocida, puesto que la represión policial tenía un objetivo muy claro: exterminar al grupo de estudiantes que se oponían al Gobierno del presidente Díaz Ordaz. Paradójicamente, la mano dura del secretario de Gobernación de entonces, Luis Echeverría, fue premiada por el partido, aupándolo a la presidencia. Tras dos años de arresto domiciliario, en 2009 el expresidente quedó libre de la acusación de genocidio.
Ni siquiera existe todavía una cifra fiable de las muertes. Varían entre los 26 anunciados los días siguientes por el Gobierno a los más de 300 contabilizados por organizaciones de derechos humanos y la prensa internacional, junto a cientos de heridos y más de 1000 detenidos.
“Sin la resistencia de aquellos estudiantes universitarios no habría sido imaginable, por ejemplo, la gran reforma política que ocho años después permitió que el país contara con un sistema político plural”, señaló el rector. Aquella brecha en las ya por entonces más de tres décadas de gobierno ininterrumpido y autoritario del PRI fue el antecedente de la reforma que legalizó al partido comunista o de las elecciones de 1988 que abrieron el abanico al actual sistema de partidos. Aunque aun habría que esperar otras dos décadas para ver el primer reemplazo del PRI en el poder.
Babelia
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