La “misión” de un reguetonero cubano en Miami
Bregado en las calles de La Habana, El Micha busca en EE UU el pelotazo de su carrera
En un restaurante de la Pequeña Habana, El Micha come con apetito, vestido de chándal y sin quitarse la gorra de rapero. A su izquierda están, sobrios, equipados de negro, Michel y Alioski, dos exintegrantes de la selección de lucha libre cubana que hacen de "guardaespaldas" del reguetonero, que, terminando ya su pollo con congrí, hace un impás y dice: "Cuba tiene sus cosas malas, pero allí tú no tienes que pagar la casa ni el seguro ni el Netflix ni ná. Se vive sin preocupaciones". A su derecha Richi, un boricua que se presenta como "el estilista de Daddy Yankee", deja en el aire su particular reflexión sobre las necesidades y carencias de los cubanos: "¿Y cómo tú vas a extrañar algo que no conoces? ¡El cubano no extraña un Ferrari porque nunca ha visto un Ferrari!".
Michael Sierra Miranda, El Micha (La Habana, 1981), dirá un par de horas más tarde –cuando se vaya haciendo de noche y en la famosa y cubanísima Calle Ocho de Miami la salsa resuene a bafle pelado y refuljan los neones del McDonald's, del templo del baile Ball&Chain, de la heladería Azucar Ice Cream Company, sin tilde y con su excesivo helado de cinco bolas en la fachada, de la Little Havana Cigar Factory y del Old's Havana Cuban Bar&Cocina, donde él daba cuenta de su plato criollo– que ha venido aquí "a cumplir con una misión".
–¿Cuál?
–Ser grande, hermanito.
La historia del Micha comienza en un suburbio llamado Reparto Eléctrico que en Wikipedia es descrito sin comas ni tildes y en tromba como "uno de los barrios mas peligrosos y marginales de la Habana donde el delito esta a la orden del dia e incluso no se recomienda en lo absoluto salir de casa pasada la medianoche". Mientras escribo el artículo lo llamo para leérselo.
–Ponlo así, si lo dice la Wikipedia –responde.
–¿Pero es así como dice?
–¡No, cómo va a ser así! Eso es mentira. Es un barrio bien humilde pero no es así, ni de los más pobres. Pon que me llamaste y que yo te dije que eso no es así.
El día de la entrevista, luciendo en la mano izquierda un anillo con la palabra MICHA recubierta de bisutería, contaba que creció en la calle con sus amigos e, hijo único, fue criado en casa solo por su madre desde los 11 años. Una tarde, mientras jugaba al baloncesto, su padre se subió a una lancha.
–No se despidió ni nada. Y yo era bien apegado a él.
Carlos Luis Sierra, su padre, que hoy vive en Orlando, era según El Micha "un luchador que lo mismo vendía arroz que un pescao que pollo para tratar de darnos de comer"; y su madre, Nila Miranda, ama de casa y técnica del laboratorio de la Escuela Vocacional Lenin. El Micha pasó su adolescencia en pleno Periodo Especial en Tiempos de Paz, como llamó Fidel Castro a los años de hambre canina, apagones eternos y pelea diaria por la supervivencia que trajó la caída de la URSS –acuñada por Castro como El Desmerengamiento–.
"Aquello me marcó", cuenta el intérprete de éxitos como Bla Bla Bla, Oye tú sí suenas o el reciente remix Qué nochecita, que acumulan entre los tres unos 15 millones de visualizaciones en YouTube, una cifra meritoria pero lejos de las marcas que han alcanzado los reyes del reguetón cubano, Gente de Zona, con Enrique Iglesias (Bailando, 2.400 millones) y Marc Anthony (La Gozadera, 1.000 millones). "Me marcó porque yo crecí aprendiendo a compartir y a ser una familia gigante con mi gente, y me siento orgulloso de haber pasado por esa experiencia", dice El Micha. "Y eso es lo que no quiero que cambie nunca en mi país. Que entre o no entre dinero, siga habiendo roce entre la gente". El Micha es grande e inquieto. Prefiere responder las preguntas de pie en la calle. En un paseo peatonal detrás del Domino Park, donde cuadrillas de cubanos pasan el rato reventando fichas contra las mesas, conversando y jurando en arameo.
–¡Negro, vengo ahorita! –le grita El Yoyo, un músico boricua con el que colabora, desde la impoluta camioneta Suburban que El Micha tiene hace tres meses.
Apoyando contra una maceta una de sus voluminosas zapatillas, cuenta que lo más duro "fue crecer sin nada". "Siempre soñé con tener más de dos zapatos, más de dos mudas de ropa, con no tener que unirnos cinco o seis para comprar una botella de ron". El Micha, uno de los reguetoneros más populares de la isla, dice: "La primera vez que pude entrar a Tropicana tendría 30 años. Me llevaron unos empresarios extranjeros". En la Pequeña Habana lo reconocen.
–El Micha está súper duro ahora mismo, papi –lo elogia al paso Yankiel, un joven cubano con el pelo como una escoba –. Ahora el hombre está súperpegao, y en Cuba la gente le tiene tremendo respeto. El hombre está enfocao, está en su canal y no mira a nadie. Te lo dice el Yankielucho, pa que sepas.
El cantante se acerca.
–¿Te acuerdas de mí? –le pregunta Yankiel.
–Coño, claro asere [colega], qué hubo asere –dice El Micha.
–De allá de El Cerro, ¿te acuerdas?
–Claro, por casa de este... De Yuni.
–Ahí, ahí.
–Mis respetos, asere –cierra el cantante de Con dinero y pasmao.
–Igual, papi, te quiero –se despide Yankiel.
El Micha es uno de los reguetoneros cubanos que se vienen mudando a EE UU en busca del pelotazo comercial, de un éxito sonado en el pujante ramo del género urbano latino. En su tierra son famosos y multitud de jóvenes los ven como triunfadores, pero el negocio allí es pequeño y su género, además, tiene un encaje incómodo en una Cuba a medio camino entre los viejos lemas revolucionarios y el ansia imparable del consumo. "Se han suspendido conciertos y no se nos acepta en los medios. Se nos respeta más en Miami", se queja el músico. "Aquí estoy trabajando a full. Extraño Cuba, mi isla, mi gente, pero yo quiero llegar a donde más lejos tenga Dios planes de llevarme. Aquí vine para trabajar y estoy de casa al estudio y de ahí al concierto. Yo quiero estar entre los duros, como dice el cubano de la calle. Quiero defender la música de mi país y llevarla a todos los rincones que la pidan. Con tranquilidad y eficiencia", dice.
Repite, con una sonrisa burlona: "Tranquilidad y eficiencia".
Luego añade, en un extraño giro: "Quiero estar entre Miami y La Habana y tomarme unas vacaciones en Rusia con mis pajaritos chiflando".
–¿Qué pajaritos?
–Los pajaritos de la mañana –responde El Micha.
Lleva en Miami seis meses. Trabaja en temas con colaboradores como Gente de Zona o los puertorriqueños Bryant Myers y Farruko, y con la producción del sello independiente Rotweillas, de Cosculluela, otro más del círculo boricua que entre la isla y Florida marca tendencia en el reguetón y el trap latinos. Desde 2011 hasta el año pasado, El Micha estuvo empantanado por una demanda que le puso en Estados Unidos su anterior productora por incumplimiento de contrato. Terminó pagando una indemnización de 200.000 dólares. "El que perdió fue el cubano, el que menos conocimiento tenía de leyes", dice. Explica que un pelotero cubano de las Grandes Ligas le prestó el dinero a cambio de un tanto por ciento de sus ganancias de un año de trabajo. Estresado por el juicio, en Cuba se metió en la santería: "Me dijeron que era la única solución y resulta que salí de todos los problemas y me va de maravilla". Lo protege Agayú, "el padre de los volcanes".
Saca su paquete de H. Upmann, el tabaco que le traen de Cuba, y se enciende otro cigarrillo. El Micha divide su atención entre la entrevista y su teléfono, que mira cada poco. "Ya voy por 82K [82.000 seguidores] en Instagram y lo tengo hace poquito", comenta. "No, ¡espérate!, 85K. Esto sube fuerte".
–¡Cuatro a dos! –grita alguien en una partida de dominó.
Se acerca una mujer y le pide que se haga una foto con ella. "Mijo yo te quiero", le dice. "¿Te acuerdas de mí? Yo era la que estaba aquel día arriba de la tarima con un vestido amarillo". Luego otro le cuenta que su hijo es rapero en Nueva York, "aunque le mete en inglés nada más". Uno más se acerca con un papel arrugado y le lee al Micha una letra espantosa que ha compuesto.
Estoy aquí en la playa
descargando con mi loca
sacando el estrés de la semana
cerveza, ron y lo que esté en la jugada...
Al terminar le entrega la hoja.
–Llévate esto.
–Tú sabes... –El artista no sabe qué decir.
–Llévatelo, llévatelo. Yo me llamo Orestes.
–Bueno, yo Michael, gracias mi hermano.
El Micha iba para jugador de baloncesto. Era base. Estaba enrolado en la escuela oficial de formación de deportistas de élite. De Miami llegaban casetes en formato Beta donde veía a Jordan, a Shaquille, a Jason Kid. "En Cuba siempre hemos tenido buen fluido cubanoamericano", bromea. Pero cuando su padre inició los trámites para llevarlo a Estados Unidos, según afirma El Micha, se volvió "no confiable" y lo fueron marginando hasta que se desvinculó. Sin embargo, no se fue a Estados Unidos. Se quedó. Hizo el servicio militar y al acabarlo trabajó de custodio de fábricas de allmentación, entre otras una de galletas y otra de aceite. Por entonces se metió en la escena del rap y empezó a improvisar en las calles, a escuchar a los raperos americanos –"mucho Tupac, Wu-Tang Clan, Cypress Hill, Notorious"– y el reguetón panameño y de Puerto Rico.
–¿Qué es el reguetón?
–No es más que la mezcla de la música reggae con hip-hop, y un poco de sabor que le pone Cuba, o le pone Puerto Rico, o le pone Panamá.
A la vertiente cubana se le llama cubatón. Una emisora del sur de Florida, 95.7, emite todo el día las canciones de los reguetones cubanos. Cruzando los puentes de Miami Beach, circulando entre los aristocráticos árboles de Coral Gables o soportando un atasco en la Palmetto Expressway suenan en los coches canciones de Gente de Zona, Jacob Forever, Chacal, El Micha, Osmani García o de puertorriqueños muy exitosos como Ozuna o Bad Bunny.
Otro cubano se acerca y comenta algo de un pingüino. Se refiere a una letra de El Micha que dice: "En la fiesta de los pingüinos, yo me paseo en camiseta".
–¿Qué quiere decir?
–Significa que me siento suelto en la manada. Y tú sabes que las fiestas de los pingüinos son frías. Un tipo en camiseta en la fiesta de los pingüinos no tiene nada que ver con lo que está pasando. Está en otro mundo, en otro sistema, en otra liga –improvisa el reguetonero, cada vez más suelto.
Ya de noche, El Micha recuerda a un amigo. El reguetonero Elvis Manuel, que desapareció en el 2008 en el Estrecho de Florida mientras trataba de llegar a EE UU en lancha. "Él era de los mejores. Tenía una voz prodigiosa", dice. "La última vez que lo vi me dijo algo del mar, pero yo le dije que le tenía miedo al mar. Le dije que no lo hiciera, pero lo hizo". Ocho años después de la muerte de su amigo, que también aspiraba a ser estrella en Miami, Michael Sierra Miranda cavila: "Así me hubieran dicho que aquí iba a tener una Suburban que yo no me tiraba al mar. Porque el mar en lo profundo debe ser fula, hermano".
Babelia
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