José Emilio Burucúa: “Bendigo haber sido arrojado al castellano”
El escritor e historiador argentino responde al carrusel de preguntas de este diario
El historiador y escritor argentino José Emilio Burucúa (Buenos Aires, 1946) “parece sentir el mundo antiguo como contemporáneo”, según lo describe su compatriota Alberto Manguel en una reseña de Cartas del Mediterráneo Oriental (2013). “(Es) como si él fuese no ya un profesor de historia de hoy, sino un pagano erudito perdido en la pobre mitología de nuestro tiempo”. Traductor, docente y miembro de la Academia Nacional de Bellas Artes de Argentina, Burucúa ha publicado, entre otros, Enciclopedia B-S. Un experimento de historiografía satírica (2011) y El mito de Ulises en el mundo moderno(2013).
¿Cuál es el último libro que le hizo reír a carcajadas?
Se dice que, una vez, el rey Felipe III oyó que alguien reía a carcajadas mientras leía. “De seguro está leyendo el Quijote”, dijo el monarca. No era yo, por cierto, pero sólo por razones cronológicas puede asegurarse que así fuera.
¿Con quién le gustaría sentarse en una fiesta?
Con el presidente Obama, por quien tengo una gran admiración. Me gustaría que me contase cómo la pasión por la literatura de su país influyó en alguna circunstancia particular de su presidencia.
¿Qué libro le cambió la vida?
“¿Messi o Cristiano Ronaldo? Pues Messi, ¿estamos de broma?”
La condición humana, la novela de André Malraux. Acababa de ingresar en la juventud cuando la leí. Era yo una suerte de Miguel de Mañara entonces, despiadado y dominado por la lujuria.
¿Quién es su lector perfecto?
Creo que mis lectores perfectos están en el futuro. Serán mis hijos y mis nietos, quienes leyeron poco y de prisa de cuanto escribí hasta ahora. Mientras me llega la época paradójica de la post mortem, mis lectores perfectos son los colegas dedicados a la historia de la lectura, Roger Chartier y Fernando Bouza.
¿Qué personaje literario, cinematográfico o histórico se asemeja a usted?
Literario, Fabrizio del Dongo; cinematográfico, el professore de Gruppo di famiglia in un interno (Confidencias, 1974); histórico, Lorenzaccio.
¿Qué es ser historiador?
Ser historiador es explorar y escribir sobre las sociedades del pasado, no tanto para explicarse cómo aquello devino en esto que somos, sino para descubrir una y otra vez que hubo otras formas de existencia humana distintas a las nuestras, modos de existencia que hubiéramos querido vivir, evitar o combatir.
¿Cuál es su lugar favorito en el mundo?
La Laguna de los Horcones en la provincia argentina de Mendoza, desde donde se ve la ladera sur del Aconcagua, sobre la que pende el Glaciar de los Polacos.
¿Qué libro le hubiese gustado haber escrito?
“Ser historiador es descubrir que hubo formas de existencia humana distintas”
Hombre, el Quijote, sin duda. No voy a ocultar que la situación a la que he sido arrojado no es mi ideal. Hubiera preferido un tiempo menos interesante y más sereno, un país menos egocéntrico y más equilibrado, pero lo que bendigo todos los días de mi vida es haber sido arrojado al castellano y poder leer el Quijote tal cual se escuchan las historias de nuestras abuelas, comprenderlo hasta la más insignificante de las comas y deleitarme con la sonoridad y belleza de sus palabras.
¿Cuándo fue la última vez que lloró?
En el muelle del Parlamento de Budapest, a orillas del Danubio, cuando vi los zapatos de metal que copian los zapatos de verdad, pertenecientes a judíos arrojados al río helado, en enero de 1945.
¿Con quién le gustaría quedar atrapado en un ascensor?
Con Pablo de Santis o Margaret Atwood o Héctor Roque Pitt. Les pediría que me contaran alguna historia, propia o ajena, hasta que llegase el auxilio.
En una fiesta de disfraces, ¿de qué se disfrazaría?
De pirata, porque era mi ilusión antes de cada carnaval cuando era niño.
¿Messi o Cristiano Ronaldo?
Messi, ¿estamos de broma?
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