El amor y el desamor a México de Lila Downs
La cantante mexicana conjuga la sensualidad y la tristeza de su país en su nuevo disco, 'Salón, lágrimas y deseo'
El vestido que Lila Downs ha escogido para esta entrevista es una mezcla entre la melancolía del color negro y el atractivo de un bordado blanco de flores que lo remata. Como siempre, la vestimenta folclórica de la cantante mexicana es un homenaje a la cultura del Estado donde nació, Oaxaca (suroeste de México), y a la música que interpreta; pero en esta ocasión también refleja el espíritu que impregna su nuevo disco, Salón, lágrimas y deseo. Una producción que desarrolló a partir de esas dos condiciones, la sensualidad y la tristeza, y que encuentra anclada al ambivalente presente de su país: el de la festividad, pero también el de la tragedia.
Este, su noveno álbum de estudio, quizás sea el más mexicano de todos. Downs fue meticulosa con la selección de los boleros del repertorio popular que acompañan a sus propias composiciones. Desde un principio tuvo clara la dualidad con que quería dirigir el disco, y el resultado, afirma la cantante, es una lista con canciones “de amor y desamor con mi país”. Pero lejos de pretender ser negativa, asegura que su postura es optimista: “Intento recordar que debemos seguir con fe hacia adelante, no perdernos en el cinismo”.
Entre los temas del disco están La mentira, de Álvaro Carrillo, que Downs le dedica a los gobernantes mexicanos, y Envidia, una canción que escribió para rebatir las ofensas del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, contra sus compatriotas. “Nos tiene envidia porque nos tiene miedo”, exclama, y reafirma que el orgullo por la cultura nacional en México “hace temblar” a los estadounidenses. Ella, que tiene herencia norteamericana por el lado de su padre, sabe que es posible unir ambas culturas, que hay una frontera que se puede compartir. “Cuando voy a ciudades fronterizas como Tijuana o Ciudad Juárez, me siento en casa”, confiesa.
Pero Salón, lágrimas y deseo es mucho más que una serie de discursos patrióticos. El videoclip del primer sencillo del disco, Urge, inicia con la escena de un salón de baile habitado solo por mujeres. Todas ellas, con miradas duras y penetrantes, seguras de sí mismas. Por supuesto, la secuencia no es una simple coincidencia. Downs ha dedicado el disco completo a las mujeres que luchan y se levantan “aunque pese la oscuridad a su alrededor”.
En un país donde se cometen unos cinco feminicidios al día, según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía mexicano, la violencia de género es necesariamente uno de los temas a tratar cuando se habla de los grandes problemas de México. Y Downs no ha querido obviarlo. Ser paloma, la pista 11, es una canción que escribió a partir del testimonio de una mujer “que escapó de una situación muy peligrosa”. “Con mi música busco dar a conocer su caso”, profundiza, “y rendirle tributo a las mujeres que han perdido la vida” en circunstancias de violencia. “Debemos inculcar el respeto a la mujer”, dice, a la vez que muestra orgullosa un tatuaje en su antebrazo izquierdo en que se lee, justamente, “Respeto”.
La cantante lamenta que en su carrera, sobre todo en el pasado, se ha encontrado con gente que ha intentado hacerla a un lado por ser mujer. No obstante, asegura que su generación le ha “dado la vuelta” a esa situación. “Ya sabemos que se pueden hacer muchas cosas siendo tenaces y disciplinadas”, asiente. Tan es así que tras la muerte de figuras de la talla de Juan Grabriel y Chavela Vargas, y el retiro de otros iconos de la canción mexicana, como Vicente Fernández, su nombre ha pasado a la primera línea de los grandes exponentes del género. Y ella lo asume convencida artística y políticamente de su papel en la cultura de su país: “Estamos dispuestos a luchar por las cosas que son más importantes para un futuro positivo, a pesar de la gente que nos quiere hacer daño”.
Babelia
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