Alfonso Azpiri, el color de la ciencia ficción y el erotismo
El dibujante de cómics y videojuegos, fallecido a los 70 años, era un referente de la historieta y la ilustración
En los salones de cómic, la figura de Alfonso Azpiri (Madrid, 1947-2017) era una presencia fija reconvertida en icónica. Siempre reclamado por sus fans, sus eternas gafas oscuras ocultaban sus ojos, pero solo para dar todo el protagonismo a una inconfundible y amplia sonrisa que le acompañaba siempre junto a sus lápices, rotuladores y pinceles. Es posible que muchos de los visitantes de los salones no supieran enumerar muchas obras del dibujante madrileño, pero para casi todos ellos, formaba parte inseparable de su vida. Porque, aunque en sea de obligado cumplimiento hacer repaso de la obra de un dibujante al desaparecer, en el caso de Azpiri este listado se confunde inseparablemente con la iconografía de una época y una generación.
Dibujante de vocación temprana, dejó la música a la que parecía destinado por tradición familiar por los lápices y los tebeos. Seguidor del Víctor de la Fuente, que sería también su mentor, sus primeras historias publicadas en Trinca ya muestran su facilidad para dibujar la anatomía femenina con trazo elegante y seductor, pero también para el dibujo de espectaculares escenas de fantasía como las que mostraría en Zephyd, todo un homenaje a su maestro.
Dos características que marcaron toda su carrera posterior en el campo de la historieta y la ilustración, que discurriría casi siempre entre el erotismo y la fantasía y la cienciaficción, convergiendo en la que sería una de sus grandes creaciones: Lorna y su robot. Una serie creada a finales de los 70 para una de las muchas revistas eróticas que poblaban en quiosco en ese momento, pero que pronto pasaría a las publicaciones de la entonces debutante editorial Norma, donde Azpiri se erigiría en uno de sus estandartes en la década de los 80.
Su reconocible estilo de dibujo y su espectacular tratamiento del color le hicieron pronto favorito de los lectores, pero el gran éxito popular llegaría con dos trabajos destinados a grabarse a fuego en la memoria popular: el primero, la popular serie Mot que realizara para El pequeño País sobre guiones de Nacho. Las aventuras de este carismático Monstruo Orgánico Telúrico fueron lectura dominical obligada para los niños de esos primeros noventa, que crecieron con los dibujos de Azpiri en los tebeos. El segundo, sus ilustraciones y diseños para los videojuegos más conocidos de las productoras Dimanic, Erbe, Opera Soft o Topo. Los posters de Army Moves, Abu Simbel, Rocky o Camelot Warriors decoraban las habitaciones donde los chavales de los 90 pasaban horas jugando en los populares Spectrum, MSX o Amstrad. Su éxito le llevó también al cine, donde realizó diseños para El caballero del Dragón y la animación, con la adaptación de su gran éxito Mot. En los últimos años siguió realizando historias cortas de ciencia-ficción y. sobre todo, series eróticas para la revista Penthouse Comix.
Con él desaparece todo un referente: nunca eludía el momento de dar consejos y responder a las preguntas de los jóvenes autores y de aquellos que se querían dedicar profesionalmente a la historieta, lo que le convirtió casi en padre espiritual de toda una generación de dibujantes.
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