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Doctor, soy una momia

Un estudio del Museo Arqueológico Nacional y el Hospital QuirónSalud somete a cuatro cadáveres embalsamados a un TAC para conocer sus secretos

Médicos del Hospital QuirónSalud Madrid realizan un TAC a una de las cuatro momias del Museo Arqueológico Nacional.Vídeo: Museo Arqueológico Nacional (MAN) / EPV
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De todos los enfermos que han pasado por una tomografía computarizada (TAC), difícilmente alguno habrá tenido peor aspecto que los cuatro pacientes que analizó el 6 de junio del año pasado la potente máquina del Hospital QuirónSalud Madrid. Cuatro momias, tres egipcias y una guanche, transportadas en secreto desde el Museo Arqueológico Nacional (MAN), se sometieron entonces a una reconstrucción tridimensional para revelar sus secretos. El equipo investigador responsable del estudio, fruto de la colaboración entre ambas instituciones, ha presentado este martes en Madrid sus resultados: dos de los cadáveres egipcios —que ingresaron en el MAN en 1887— eran mujeres de 25 y 40 años (una, embarazada), mientras que el otro, donado en 1925 y conocido como Nespamedu, corresponde a un varón de unos 50 que fue médico del faraón y sacerdote de Imhotep, el divinizado sabio del siglo XXVII a.C.

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El cuerpo canario, llegado desde Santa Cruz de Tenerife en 1864, ha servido además para demostrar una diferencia entre ambos tipos de momias: “Aunque comparten ciertas similitudes, la principal diferencia es que las egipcias se descerebraban y evisceraban, mientras que la guanche conserva todos sus órganos”, ha explicado la radióloga del centro médico Silvia Badillo.

Era domingo 5 de junio de 2016 cuando, tras la salida del último visitante del MAN a las tres de la tarde, el director del centro Andrés Carretero y su equipo se lanzaron –con trajes aislantes, guantes y mascarillas- a su insólito plan: envolver las cuatro momias del museo con todo tipo de cuidados y enviarlas en un camión, por una ruta con pocos baches trazada de antemano, al hospital. Allí, miles de imágenes anatómicas de alta resolución reconstruyeron en tres dimensiones unos cuerpos que revelaron detalles sorprendentes.

Nespamedu albergaba entre sus vendajes 25 piezas ocultas: 9 adornos (diadema, collar, brazaletes, pulseras y sandalias) y 16 amuletos. “Sobre la frente tenía algo, y enseguida todos los arqueólogos coincidieron en que era una diadema”, recuerda el especialista en radiodiagnóstico Javier Carrascoso, para quien “fue algo impresionante poder ver el rostro de una momia momificada hace más de 2000 años”. El escarabeo alado invertido de la diadema —“símbolo de la resurrección”— y las representaciones de los hijos de Horus y del dios Thot de otras piezas también estaban presentes en los “cartonajes exteriores” de la momia, que están hechos con el mismo material de los objetos encontrados, lo que permitió a los investigadores determinar que Nespamedu era el médico y sacerdote del que hablaban los textos escritos en dicha envoltura.

Evolución de la reconstrucción del rostro de Nespamedu.
Evolución de la reconstrucción del rostro de Nespamedu.Hospital Quirón Salud

Además de restos óseos, los investigadores se sorprendieron por la presencia en Nespamedu de fragmentos de ligamentos, tendones, músculos y corazón, pese a que la momia había sido eviscerada. “Solo dejaban el corazón porque pensaban que allí estaba la esencia del ser, los sentimientos”, ha explicado jefe del departamento de Diagnóstico por la Imagen, Vicente Martínez de Vega, que ha incidido en que la reconstrucción tridimensional del cadáver fue clave para “confirmar que se trataba de una persona de alto rango social”. Esa misma tecnología permitió a un escultor forense dar forma al rostro verdadero del hombre que una vez fue la momia, desvelado este martes por el grupo de investigadores.

Nespamedu, quien vivió en el periodo Ptolemaico (entre el 300 y el 200 a. C.), “era un médico que ejerció su función en el templo de Imhotep y curaba a los peregrinos”, ha contado la egiptóloga Mª Carmen Pérez Die, quien ha asegurado que aquel hombre trabajó en la pirámide escalonada de la necrópolis de Saqqara (Egipto), diseñada por el sabio y patrón de los médicos, porque era normal que “dentro de los templos existieran sanatorios donde iban los enfermos a curarse”.

El equipo de investigación, junto a la reconstrucción facial de Nespamedu.
El equipo de investigación, junto a la reconstrucción facial de Nespamedu.Luis Millán (EFE)

Un equipo de rodaje ha filmado todo el proceso de la investigación, que ha durado un año, sobre el que se estrenará el documental La historia secreta de las momias, coproducido por TVE y Story Producciones. “Es un proyecto bastante inaudito en España”, ha señalado el productor Regis Francisco López sobre el hecho de que una colaboración público-privada de estas características haya salido adelante, como también ha apuntado el director de La 2 de TVE, Juan Manuel Hidalgo. “Es difícil transmitir las emociones que se han vivido”, ha recordado López, quien viajó con su equipo hasta Saqqara para rodar algunas secuencias del filme: “Fue como volver al origen de Nespamedu”.

La "dentadura perfecta" de las momias guanches

G.R.P.

El estudio de la momia guanche, datada entre los siglos XI y XIII y encontrada en una cueva del barranco tinerfeño de Herques en 1763, ha servido para demostrar que, a diferencia de las momias egipcias, las de las islas Canarias conservan mucho mejor las piezas dentales.  "En el Antiguo Egipto la salud dental era mala. Era gente que padecía muchos dolores de boca. En cambio la momia guanche tiene una dentadura perfecta", ha explicado el jefe del departamento de Diagnóstico por la Imagen del Hospital QuirónSalud, Vicente Martínez de Vega, para quien fue "muy impactante" ver aquel cuerpo tumbado sin vendajes en la máquina de TAC.

"Esto quiere decir que consumían una dieta baja en azúcares", ha apuntado su colega Teresa Gómez Espinosa sobre "la momia guanche mejor conservada", que tras su descubrimiento pasó por el Gabinete de Antigüedades de la Real Biblioteca (1764) y el Real Gabinete de Historia Natural fundado por Carlos III (1776), antes de recalar en el Museo Arquológico Nacional en 1864.
El cadáver también conserva todas sus vísceras, lo que confirma lo que ya se conocía por fuentes documentales sobre las costumbres funerarias de estos habitantes prehispánicos de Tenerife, que habitaban allí antes de que la Corona de Castilla se anexionara las Islas Canarias en el siglo XV.

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