‘Alba’ hace brillar al cine ecuatoriano
La ópera prima de Ana Cristina Barragán ha ganado diversos premios en Europa
La directora ecuatoriana Ana Cristina Barragán (Quito, 1987) tardó más de cinco años en terminar Alba, una película que inició como un borrador de guion en su trabajo de tesis en la universidad. “Fue difícil sacarla adelante”, admite, tanto creativa como económicamente. Se trata de una obra “muy personal”, con tintes autobiográficos. Nace de la intimidad de su creadora al intentar contar una historia de una niña y su transición a la adolescencia, en una edad que mezcla “entre ternura y dolor”, explica. Es su primer largometraje y solo este año se hizo con el premio del público y del jurado en los festivales de Tubinga y Colonia, en Alemania, respectivamente; ganó otros dos en el de Toulouse, Francia, uno de ellos el Fipresci —otorgado por la federación internacional de la prensa cinematográfica—; y el Lions Film Award en Róterdam, en los Países Bajos.
Barragán se encuentra ahora trabajando en La piel pulpo, una película que la llevará a México y que cuenta las relaciones entre hermanos. Siempre creyó en Alba y aunque no esperaba cosechar tantos éxitos, los celebra. “Siempre creí en la película, incluso en el inicio de la edición, porque no encontraba el camino. Fue una película que se editó por mucho tiempo. A pesar de que había esta incertidumbre, sentía que la esencia de la película estaba ahí y que le iba a ir bien. No esperé ganar en Colonia y recibir el premio a mejor directora, fue como una buena sorpresa”, afirma.
La película retrata la entrada a la pubertad de Alba, interpretada por Macarena Arias, una niña de 11 años. Su madre está enferma en el hospital y ella tiene que irse a vivir con Igor, su padre —encarnado por Pablo Aguirre—, un ser tan extraño como ella, y al que no ve desde los tres años. La extraña convivencia entre ambos, la vergüenza, la enfermedad de su madre y el deseo de aceptación entre sus similares en el colegio, marcarán el camino de esta niña hacia esta nueva etapa.
La adolescencia es un tema que la directora ya abordó en tres cortos anteriores. En esta película, Barragán buscó contar las sensaciones de esa edad, la atmósfera que se vive en un momento que puede ser difícil y complicado: el paso de la niñez a una etapa más adulta. “Es un edad en la que asumes una conciencia que no tenías, la búsqueda de aceptación, de tu lugar en la sociedad, en tu familia, de quién eres”, añade.
Dos protagonistas en silencio
Uno de los aciertos en la película son las interpretaciones y la relación en la pantalla entre Arias y Aguirre. Barragán plasma los silencios como una narrativa para mostrar un “mundo interior lleno de vida” y que trasciende a la relación de padre e hija entre sus dos protagonistas. “Las palabras a veces no son necesarias para decir muchas cosas y siempre me interesó encontrar personajes con un mundo interior muy rico, para que con muy pequeños gestos y miradas muy sutiles te lleven más allá”, precisa.
La joven actriz que da vida a Alba ha recibido alabanzas por su actuación en los distintos festivales por los que ha pasado la película. Sin embargo, la realizadora admite que hallarla fue un proceso intenso. La selección duró cuatro meses y alrededor de 600 niñas hicieron el casting para el papel. “Mientras más niñas veía, más podía diferenciar cuáles tenían ese algo especial. Para mí Alba tenía algo especial, algo muy bello y muy raro y esa mezcla me parecía fascinante”, manifiesta. Macarena Arias, o Maca –como la llaman de cariño-, es “una niña muy inteligente, comprometida y muy fuerte. Eso fue bueno porque estaba haciendo un papel bastante duro, complicado. Es una niña que es muy segura de sí misma y tenía una gran capacidad de entrar y salir del personaje”, destaca la directora.
La película toca también las fibras autobiográficas de Barragán. Admite que hay elementos de su relación con su padre en el personaje del progenitor de Alba, aunque ambos no se parezcan. La directora recuerda que en su infancia era muy unida a su padre y que durante su adolescencia hubo una ruptura. Admite que la película sí tiene que ver, en parte, con ese momento en su vida y con una reconciliación personal, lo que también favorece a que el filme llegue a las personas. “He buscado que sea una película muy honesta y alejarme de la pretensión”, explica.
Alba, coproducida con México y Grecia, continuará su recorrido por más festivales, esta vez por Estados Unidos, donde ya ha sido recibida con una buena crítica de The Hollywood Reporter. Barragán anuncia con mucha satisfacción que el estreno en su país está confirmado para el 28 de octubre. “Mi familia no la ha visto y es una película por la que las personas tienen bastante expectativa. En Ecuador no se hacen muchas películas y hay mucha emoción de que a la película le haya ido bien”, explica con emoción. “Poquito a poquito”, como explica ella, fue levantando este su primer largometraje. Seis años después, con nuevos proyectos que la tienen ocupada, puede tener el agrado de mirar con ansias los próximos meses, mientras espera la exhibición “más importante” de su joven carrera como cineasta.
Crecimiento fílmico
La directora cuenta que hacer la película en su país fue una ventaja. Cree que la industria de cine en Ecuador todavía es joven, frente a países como Colombia o Perú, y mucho más joven incluso que las de México y Argentina. "Es un lugar [Ecuador] en el que hay muchas cosas por decir. Comparado a otros lugares que tienen muchísimos estímulos, siento que en Quito hay un silencio para la creación. Para mí fue bueno no tener tantas influencias y en ese silencio poder encontrar ciertas cosas propias", afirma.
Barragán dice que sus referentes son cineastas como Lynne Ramsay, Lucile Hadzihalilovic, Lucrecia Martel y Víctor Erice, a las que admira y sigue su trabajo por su habilidad de combinar en sus películas "algo hermoso y a la vez perturbador de la feminidad".
Destaca que su país está en proceso de crecimiento fílmico. Dice que ha habido algunos intentos, unos buenos y otros que no han funcionado. "Mientras más películas se hagan, mientras más historias tengamos, más y mejores festivales y escuelas de cine existan, poco a poco, la cinematografía va a ir madurando. Siento que todavía estamos en ese proceso, falta tiempo y faltan recursos", finaliza.
Babelia
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