Una Babel poética entre papas y cebollas
Una veintena de poetas de todo el mundo recitan sus poemas en un mercado de Buenos Aires
En una Buenos Aires pre-invernal, un vendaval de letras abrió de par en par las puertas del Mercado del Progreso, uno de los más antiguos de la ciudad. Cerca de 20 poetas llegados de todo el mundo irrumpieron en los pasillos frecuentados por clientes con carritos de la compra, verduleros con cajones de naranjas, cebollas y papas (patatas) y carniceros con media res al hombro. Tras unos minutos de exploración por el territorio recién pisado -con el inevitable ritual contemporáneo de las selfies-, el poeta y cocinero argentino Miroslav Scheuba fue el encargado de romper el hielo.
"Flor muda fruta locuaz/ que hizo llorar a los dos Nerudas./Hablada y cortada. Prima del ajo,/ novia mediterránea del perejil./Aclamada por las oscuras sartenes,/ compañera luminosa de los guisos,/ filósofa, médica y docente", recitó Scheuba con un megáfono en una mano y su libro de poemas y una cebolla en la otra. Detrás de él, un verdulero lo miraba con una sonrisa curiosa, sin dejar de atender a un par de amas de casa. "¿No quieren un kilo de poesía?", les preguntó con guasa.
"La poesía está en todas partes", asegura la escritora Graciela Aráoz
También en español, pero con otra tonada, el boliviano Benjamín Chávez leyó La espera I , en el que "el abuelo seca sus huesos al sol" y "la radio/relatando un partido de fútbol/da cuenta de las palabras/ que le vieron crecer". A medida que fue borrándose la timidez, otros poetas de países más lejanos tomaron el megáfono y llenaron el aire de palabras incomprensibles para la mayoría de los presentes. Sonaron dulces los versos en francés del canadiense Serge Patrice Thibodeau y más fuertes los rusos de Dmitry Legeza. La poesía en italiano de Giovanni Catelli trajo a la memoria el idioma natal de abuelos y bisabuelos de muchos argentinos, llegados años atrás desde la vieja Europa. Por el contrario, cuando el nepalí Yuyutsu R. D. Sharma recitó en inglés, los presentes viajaron hasta la cordillera del Himalaya. "Los besos que rechazaste/ fueron los mejores/ como los poemas/ sobre el Lago, que no escribí", dejó leer después Sharma a una desconocida, que lo miraba sin saber si hay en ellos una proposición.
En la Babel poética improvisada, Mireia Calafell declamó en su catalán materno, Luis Serguilha en portugués y uno de los mayores aplausos se lo llevó la surcoreana Moon Chung-he. No había nada en ella de la timidez característica de muchos de sus compatriotas cuando avanzó hacia el centro del círculo como un torbellino lírico. Mujer fósforo, iluminó el mercado con su voz fuerte y teatral, con la que proclamó un poema que reivindica a la mujer en medio de sociedades machistas y mercantilizadas. "Gritaba porque estoy feliz de estar aquí, nunca había recitado poesía en un mercado", comentó en inglés, tras volver a pasar al anonimato.
Esta vez fue en un mercado, pero en años previos la poesía también se desparramó por plazas, esquinas y subterráneos. "La poesía está en todas partes", asegura la escritora Graciela Aráoz, directora del Festival Internacional de Poesía de Buenos Aires, que celebra esta semana su undécima edición. Una vez al año, los versos abandonan los anaqueles y peregrinan por la ciudad en busca de lectores. La mayoría de porteños, como ocurrió en el mercado, mantiene inalterado su frenético ritmo de vida, pero unos pocos se detienen y se dejan contagiar fugazmente por la fiebre poética.
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