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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

En defensa del patrimonio subacuático

El galeón 'San José' tiene un potencial inmenso de diálogo intercultural y puede ser un vector de desarrollo y turismo

Cada vez que se descubre un pecio sumergido en el fondo del océano, una mayoría de voces plantea la misma cansina pregunta: ¿dónde está el tesoro? El reciente descubrimiento del pecio del galeón San José en aguas de Colombia es el último ejemplo: en la prensa internacional se han vertido ríos de tinta para debatir quién se quedará con su fabuloso botín.

En realidad, este imaginario de la búsqueda del tesoro oculta la destrucción programada de nuestro patrimonio cultural subacuático común. El mar se ha convertido en terreno de juego de intereses comerciales que destruyen trozos enteros de la historia de la humanidad, sin consideración científica ni arqueológica alguna.

En los últimos 30 años se han saqueado ilegalmente miles de pecios. Otros miles más se han destruido de manera brutal e inmoral, aunque con toda legalidad, en aras de una explotación desenfrenada permitida por autoridades complacientes. En ocasiones, su contenido, hundido y protegido por el mar desde cientos de años atrás, se dispersa en pocas horas, causando pérdidas inestimables para nuestra comprensión de las culturas y de los pueblos.

La fragata española Nuestra Señora de Las Mercedes, hundida en el Golfo de Cádiz en 1804, fue literalmente saqueada para extraer de ella 17 toneladas de objetos valiosos. Con un esfuerzo inmenso y la asistencia de la UNESCO, Panamá está tratando de detener la espectacular degradación de uno de sus pecios, otro galeón también llamado San José, víctima de explotación comercial.

En momentos en que se busca una manera más duradera de gestionar los recursos de nuestro planeta, esta manera de dilapidar la historia de los pueblos tiene algo de asombroso. A todos nos chocaría que nos presentaran a saqueadores de tumbas egipcias como valientes exploradores dispuestos a decapitar las estatuas para venderlas en pedazos… ¿por qué entonces tanta complacencia con los cazadores de pecios?

Es preciso poner término a esta hemorragia cultural en el fondo del océano. Y ello empieza por cambiar las mentalidades sobre la naturaleza de este patrimonio: no, los galeones que yacen en el fondo de los mares, vengan de España o de donde vengan, no son "tesoros" a la espera de exploradores ávidos de sensaciones fuertes. Son testigos de nuestra historia común y portan en sí un testimonio de la vida y el comercio de los pueblos a lo largo de los tiempos.

Además, algunos sitios sumergidos nos brindan informaciones que ya no existen en la superficie terrestre: los únicos arcos ingleses que se han encontrado nunca (famosos por la leyenda de Robin Hood) se hallaron en el pecio de la nao Mary Rose, el único barco de guerra del siglo XVI rescatado del mar. Otros dan cuenta de hechos históricos, como el naufragio del Titanic o la derrota de las tropas de Kublai Kan en aguas del Japón. En suma, si se protege y valora de manera responsable, el patrimonio subacuático tiene un potencial inmenso de diálogo intercultural y puede ser un vector de desarrollo y turismo.

El galeón San José recién descubierto en Colombia encierra en sus calas la historia de todo un continente. El testimonio del sufrimiento de los pueblos de las Américas en aquella época representa mucho más que su peso en oro; merece nuestro respeto y nuestra protección y su lugar no puede ser otro que un museo.

Existen soluciones, tan solo debemos garantizar que estos descubrimientos se hagan en interés de la humanidad y no de unos pocos que buscan beneficios rápidos. La Convención Internacional de la UNESCO para la protección del patrimonio subacuático define principios claros y es una plataforma de cooperación considerable: 53 Estados, entre ellos España y 18 países de América Latina, ya la han ratificado. Es preciso que la ratifiquen más países, para acelerar el intercambio de prácticas idóneas, reforzar las capacidades de los Estados y crear empleos en investigación, en turismo, en conservación.

En momentos en que la comunidad internacional está comprometida contra el pillaje de bienes culturales en Irak y en Siria, que se venden para financiar el terrorismo, no podemos tolerar que el patrimonio subacuático quede a merced del mejor postor. El patrimonio subacuático es nuestro patrimonio común por excelencia, testigo de las interacciones entre culturas y de los viajes de los exploradores. Todos los ciudadanos pueden apropiarse de su significado y alertar a sus responsables políticos sobre la necesidad de protegerlo.

Irina Bokova, Directora General de la UNESCO

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