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La generación sustraída

La chilena Alia Trabucco relata la omnipresencia de la dictadura de Pinochet en ‘La Resta’

Alia Trabucco, fotografiada en Madrid en febrero.
Alia Trabucco, fotografiada en Madrid en febrero.Claudio Álvarez

Alia Trabucco es ella y su circunstancia. Cuando nació, en 1983, su Chile natal era gobernado por el militar Augusto Pinochet, y siguió bajo su mando hasta que ella llegó a la adolescencia. Hoy, a sus 31 años, ese episodio en la historia de su país ha desbordado la influencia que tuvo en su vida para empapar también la de su obra. Su primera novela, La resta (Demipage), narra la historia de tres amigos en Santiago marcados por el pasado de sus padres durante la época de la transición. Algo que ella misma ha experimentado.

La historia narra los años de adolescencia de una chica que vive en una casa donde la política es protagonista. Y aunque su padre es el cineasta Sergio Trabucco, fundador de la productora responsable de la campaña presidencial y parlamentaria que marcaron la vuelta a la democracia en el 89, ella asegura que su libro no es autobiográfico. "Yo tenía desde muy chica ciertas inquietudes políticas, pero no es eso lo que determinó el tema de la novela. La dictadura atraviesa a todo el país", explica y agrega que su interés radica en que no es posible entender a su país sin hablar de esos años: "Chile es el que es por todas las reformas neoliberales que se hicieron durante la dictadura. Toda esa violencia que estaba presente, sigue estando presente”.

El libro, que le valió el año pasado el premio de la CNCA de Chile a la mejor novela inédita, en realidad se centra en el futuro de esa chica. En su reencuentro con dos amigos de la infancia y las consecuencias que tiene el pasado de sus padres en su vida. "El título, por ejemplo, dice muchas cosas. La resta como la operación aritmética de un personaje que está un poco obsesionado por que algo calce en su vida. Y también en un sentido más metafórico, como personajes que se quieren restar, o que se están restando de una historia. O que han sido restados".

Hace cinco años que ella partió de Santiago, primero para ir a Estados Unidos y luego con destino a Inglaterra, donde vive actualmente. Pero sigue sin despegarse de su tierra. Admite que todavía lee los periódicos chilenos y que está constantemente en contacto con todo lo que pasa allí. "En todos los lugares en los que he estado me voy dando cuenta de la profundidad del neoberalismo de allá".  Además, esta abogada convertida en escritora dice que se ha vuelto más crítica con la distancia y asegura que, aunque escriba sobre cuestiones universales, su inspiración siempre estará allí: "Es increíble como Chile da esa proyección de país que crece, pero es el que tiene los niveles de desigualdad más altos de Latinoamérica".

Ella ve esa imagen como una "gran mentira" que debería cambiar. Por eso mira con esperanza a Grecia, e incluso a España. "En mi país no hay una crisis económica como aquí", elabora en una cafetería de Madrid, "pero sí hay una crisis de la clase política. Llegó el punto del 'que se vayan todos', que es muy complicado". Discute sobre lo que podría pasar en el futuro, lo que le gusta y lo que no, con pasión, y esos ideales la caracterizan.

Casi tanto como redactar en español. "No me interesa escribir en inglés, aunque podría, porque siento mucho placer escribiendo y siento que perdería un poco de eso", dice. Es como una especie de honor al país (y al idioma) en el que se ha forjado su estilo, su personalidad. "Esta novela es fruto de una tradición literaria, es muy chilena", recalca. Si, igual que quien la escribe.

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