Los Reyes, los premiados y el urinario de Franco
Los Reyes y el ministro Wert presiden la entrega de galardones de Cultura de 2013
Siempre da un poco de yuyu acercarse al palacio de El Pardo. Pero ayer convenía hacer una excepción en lo que era el estreno de los Reyes entregando premios nacionales. Menos mal que fueron los de 2013, con cierto retraso, y no los siguientes, cuando el virus Marías —que dijo que no lo quería en 2012 por su novela Los enamoramientos— abatió unos cuantos que tampoco aceptaron, como el músico Jordi Savall o la fotógrafa Colita.
La artista catalana adujo al conocer el fallo que no quería salir en la foto con el ministro Wert. Los 27 de ayer no tuvieron inconveniente. Acudieron todos con sus mejores deseos y templanzas diplomáticas porque no hubo ni rastro de reivindicaciones, ni polémicas, IVA mediante, y así las autoridades pudieron pasar el trago felices sin llevarse un goyazo en plena cara.
Cuando nadie agarra el estoque —y mira que ayer no faltaron maestros, porque para acompañar a Paco Ojeda (Nacional de Tauromaquia), se dejaron ver Enrique Ponce o El Cordobés— es el propio Wert quien da pie a dobles e incluso triples lecturas en sus discursos. Quizás una traición del inconsciente le llevó a citar a Eduardo Chillida: “¿No será el arte consecuencia de una necesidad, hermosa y difícil, que nos conduce a tratar de hacer lo que no sabemos hacer?...”.
Supo Wert, eso sí, catástrofe de legislatura aparte, hilar un párrafo por premiado, empezando por Alberto Schommer y acabando por Luz Casal, con su lista de aciertos y piropos bien traídos. De Ojeda dijo el ministro que nunca había visto templar tanto, cosa que en él venía al pelo, para buscar virtudes en el ojo ajeno. De todas formas, agradecido debía estar por la elegancia —o ausencia de ganas de guerra— que traían los galardonados. Montoro, también.
Todos templaron de muleta en sus agradecimientos. Luis Goytisolo —Nacional de las Letras—, como única polémica se limitó a apuntar: “No todo está en Internet”. Alberto Schommer (Fotografía) lanzaba una directa a los Reyes: “Les tengo que retratar, que a sus padres les hice muchas veces”. Y Luz Casal, con esa elegancia de pálida dama norteña siempre con la nota perfecta, glosó sencilla y poéticamente la entraña de su oficio: “Marca la temperatura de la sociedad, recrea el gran carnaval que es la vida”.
En el ágape sonaron los chascarrillos. Para quien no se animara a visitar las dependencias del dictador, José María Lasalle, secretario de Estado de Cultura, nos aseguraba que apenas nada había cambiado: ni el escritorio, ni el teléfono desde donde daba el visto bueno a sus penas de muerte, ni el urinario, tal y como pudo mostrarnos. “Ahí meaba Franco”.
Manuel Borja-Villel lucía su pajarita de quita y pon; el sabio compositor Benet Casablancas, autor de un compendio sobre El humor en la música y premio 2013 en la modalidad de Creación, alababa el estreno de don Felipe y doña Letizia; Antón Castro (Periodismo cultural), mostraba su triunfo periférico labrado desde Aragón; Sergi Vilasanjoan se debatía entre dónde colocar el reconocimiento al suplemento literario Cultura/s de La Vanguardia y Juan Mayorga —dos veces ya reconocido con el Nacional de Literatura Dramática— brindaba con su aspecto de ciclista de montaña por Santa Teresa de Jesús —a quien dedicó la obra premiada, su excepcional La lengua en pedazos—, sin hallar ni rastro del brazo incorrupto que de ella, cuentan, custodiaba el antiguo inquilino de palacio.
A quien sí pudimos ver fue al director de RTVE, José Antonio Sánchez, a quien no me pude reprimir preguntar: “¿Esto lo daréis en el telediario?”. A lo que me respondió: “No sé, yo veo que las cámaras han venido”. Me quedé con las dudas. ¿Demasiado oficialista el acto quizás como para meter en su parrilla de programación medio punki o es que nadie habló ayer de la recuperación económica como para entrar a torniquete en los hogares de todos los españoles?
Babelia
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