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América Latina, musa agridulce

Los altibajos e incógnitas de la región alimentan y preocupan a sus escritores

Pablo de Llano Neira
Guerrilleros de las FARC hacen guardia en Los Pozos, una zona desmilitarizada al sur de Colombia.
Guerrilleros de las FARC hacen guardia en Los Pozos, una zona desmilitarizada al sur de Colombia.REUTERS

“Ojalá me quedara sin material para escribir. Valdría la pena”, dice Daniel Samper Pizano, periodista colombiano que ha escrito dos novelas, ambas sobre dictaduras de la segunda mitad del siglo XX: Impávido coloso, sobre la de Brasil, y Jota, caballo y rey,en torno a la de Gustavo Rojas Pinilla en Colombia. Mira América Latina con optimismo, relativo: “Hace pocas décadas esto era un parque temático de dictaduras genocidas. Algo hemos progresado”.

En la cultura, un factor de progreso ha sido la conexión entre autores de distintos países. “Desde poco antes de 2000 para acá ha aumentado la circulación de escritores y periodistas, y eso es estimulante para la creación, aunque circulen más escritores que libros”, bromea la periodista argentina Leila Guerriero, quien define la coyuntura de su país —lo último, la muerte de un fiscal enfrentado al Gobierno— como “una materia muy rica” para su oficio: “Complicada, contradictoria, difícil”.

El reto de comprender lo remarca también el bogotano Juan Gabriel Vásquez. “Latinoamérica sigue interrogándonos a los novelistas. La realidad se nos presenta cada día como una gran incógnita sin fondo”. Su país, Colombia, supone una de las preguntas inmediatas: ¿llegará el Gobierno a un acuerdo de paz con las FARC?

El asunto ocupa conversaciones y portadas. El columnista colombiano Antonio Caballero advierte de que se llega al extremo de que “todo gira en torno a eso”, lo que, según él, encierra más en sí mismo al país. Y ello pese a la repercusión internacional del proceso de paz: “Que Colombia despierte interés en el mundo no quiere decir que a Colombia le interese el mundo”.

“Esto era un parque temático de dictaduras”, afirma Samper Pizano

El periodista y editor Sergio Dahbar dibuja un panorama oscuro de su nación, Venezuela. “Estamos aislados y sin posibilidades. Sin papel, sin tinta. Hacer un libro allá es casi un acto de magia. El clima económico-político es terrible, afecta a derechos humanos fundamentales”. El pasado jueves, primer día del Hay de Cartagena de Indias, el director de la revista colombiana Semana le preguntó a Jon Lee Anderson si en 2015 el régimen de Nicolás Maduro “se resquebrajaría o si le daría una vuelta de tuerca a su control”. El periodista estadounidense afirmó que el chavismo no es una estructura monolítica y que la manera de eludir un estallido social sería que el Gobierno apostase por una “reconciliación nacional”.

Otro polo de crisis es México, que aún trata de metabolizar la matanza de 43 estudiantes. “Nos afecta especialmente a los escritores, porque pasamos por cierta descomposición y pérdida de la esperanza. Justo por eso, nuestro trabajo se vuelve importante”, asevera Juan Villoro.

El periodista John Carlin, quien pasó parte de su infancia en Argentina y ha vivido en México, Nicaragua y El Salvador, destaca que en América Latina hay “una energía y una amplitud mayor de imaginación que en la vieja Europa”. Y si en Latinoamérica existe un reto mayúsculo para la imaginación, ese es saber qué va a pasar en Cuba ahora que ha abierto con EE UU un proceso para volver a acercarse. Wendy Guerra es una novelista cubana que ha permanecido en la isla pese a sus críticas al Gobierno. Se muestra optimista ante el futuro: “Hemos roto el ostracismo y parece que estamos encontrando una salida al mundo. Cada vez recibimos más información. Espero que pronto se puedan publicar allí todos mis libros, que se den cuenta de que no soy un enemigo. Si al enemigo lo estamos recibiendo con bombo y platillo”.

América Latina tiene retos perentorios, pero ha pasado a una era más estable, en la que ya no funciona aquel “parque temático” de dictaduras que enterraba o expulsaba a su gente. El fotógrafo argentino Daniel Mordzinski lo atestigua: “Pertenezco a una generación de jóvenes latinoamericanos que pudo elegir poquísimas cosas. Una de ellas era a dónde irte, dónde refugiarte, a dónde escaparte. En mi caso, fue París”.

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