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Bad Religion cumple 45 años: “No hay nada conservador en el punk, nunca lo ha habido y nunca lo habrá”

La banda californiana, de sonido contundente e inteligentes letras sociopolíticas, girará por España en primavera celebrando su aniversario. Hablamos con Greg Graffin y Brett Gurewitz, compositores y fundadores

La formación de Bad Religion, con Greg Graffin al frente, que protagoniza la gira del 45 aniversario, '45 years doing what you want'.
Sergio C. Fanjul

¿Puede el punk ser de derechas? En estos tiempos extraños algunos sectores de la ola reaccionaria internacional quieren ondear la bandera del punk, que está contra el gobierno, contra el establishment, contra las normas sociales establecidas… pero de una manera un poco rara. “No hay nada conservador en el punk, nunca lo ha habido y nunca lo habrá”, sentencia Brett Gurewitz, miembro de la banda estadounidense Bad Religion. “Siempre ha habido fascistas, o los skinheads nazis con sus putas esvásticas, intentando colarse en el movimiento. De hecho, los Dead Kennedys hicieron aquella canción: Nazi Punks Fuck Off (algo así como “Punkis nazis: jodeos”). Los movimientos de la derecha alternativa y autoritaria se han organizado y han crecido mucho, desafortunadamente, pero no tienen nada que ver con el punk”, añade el músico.

Comparecen por videoconferencia dos de los fundadores de Bad Religion, que ya peinan canas: la banda cumple 45 años. Greg Graffin, de 61, letrista y cantante, escritor, biólogo, antropólogo, que se conecta desde Nueva York, donde enseña Evolución en la Universidad de Cornell. Y Brett Gurewitz, también conocido como Mr. Brett, de 63, guitarrista y compositor, que se conecta desde Los Ángeles, donde regenta el legendario sello Epitaph Records. “Mirando hacia atrás siendo gratitud. Llevo haciendo canciones desde los 17 años: es muy raro encontrar algo que realmente te apasione y poder dedicarte a ello. Hay muy poca gente en este planeta con esa suerte”, dice Mr. Brett. “Es increíble que hayamos podido dedicarnos a esto. La verdad, no lo planeamos así”, añade Graffin.

El punk, aquella explosión de energía juvenil, va cumpliendo una edad. Suele citarse 1977 como año fundacional, cuando los Clash y los Sex Pistols lanzaron sus primeros discos desde Reino Unido (los Ramones, en Nueva York, se habían adelantado unos meses), y el movimiento causaba escándalo mundial entre los biempensantes mientras se extendía como un incendio entre la juventud. Había comenzado el reino de la cresta y la tachuela.

Solo tres años después, en Los Ángeles, California, se fundaba otra banda seminal del género, Bad Religion, que combinaba un hardcore duro y fugaz, pero melódico, con inteligentes letras de crítica social. Ya en sus primeros compases trataron temas que siguen vigentes: la amenaza tecnológica, la ansiedad generalizada, el cuestionamiento de la idea del progreso o de la libertad mal entendida de manera individualista. Debutaron en un almacén vacío, teloneando a Social Distortion. Su logo, un crucifijo tachado, se hizo habitual en la indumentaria de punks, hardcoretas y skaters.

Andando el tiempo, en los años noventa, el punk californiano vivió un bum global aupado en el éxito de bandas como Green Day (ahora convertida en banda de estadio) y Offspring; que también tuvo entre sus principales protagonistas a NoFX, Rancid o Bad Religion, estos últimos en el papel decanos de la escena y con el prestigio añadido de que uno de sus fundadores, Brett Gurewitz, era (y es) también el capo de Epitaph, el sello que vehiculó buena parte de aquel fulgor noventero.

Greg Graffin (izq.) y Brett Gurewitz de Bad Religion se presentan en el escenario durante el concierto KROQ Absolut Almost Acoustic Christmas 2018 en The Forum el 8 de diciembre de 2018 en Inglewood, California.

Bad Religion siguen a pie de cañón y no echan el freno ni a su apisonadora sónica ni a su afán de enfrentarse al mundo en sus letras. Este año celebran los 45 con una gira española que les llevará en primavera por diferentes ciudades: Bilbao, A Coruña, Madrid, Málaga, Valencia y Barcelona, con una parada también en Lisboa. Llevarán con ellos otras bandas, como en un pequeño festival: Agnostic Front (clásicos del hardcore old school de Nueva York) Strung Out, Crim y Belvedere. Siete conciertos en nueve días: no está mal para llevar cuatro decenios y medio sobre las tablas. Hacen bueno el viejo eslogan: Punk’s not dead.


Bad Religion tocando en vivo en una fiesta de fraternidad de la USC. Los miembros de la banda aparecen de izquierda a derecha: Brett Gurewitz, Greg Graffin, Jay Ziskrout y Jay Bentley.

La banda se formó en el instituto (de inquietante nombre) El Camino Real, en Los Ángeles, entre los cuatro punkis que había por allí. Escuchaban a los Ramones, a los Sex Pistols, a los Buzzcocks.

Pregunta. ¿Qué recuerdan de entonces?

Greg Graffin. Ahora cuesta entender lo raro que era ser punk rocker. Todo el mundo estaba escuchando a Led Zeppelin y pensaba que el punk iba a destruir su amada música de los sesenta y los setenta. Nosotros nunca lo vimos así, pensábamos que el punk molaba y era inspirador. Y eso que yo nunca tuve pintas muy punkis, siempre fui muy normcore [risas].

Brett Gurewitz. Bueno, yo creo que Greg sí tenía pinta punk con su chupa de cuero y su pelo negro. El que no parecía punk era yo: era un chico muy flaco de melena negra, me inspiraba en Joey Ramone. Pronto me di cuenta de que no podía llevar el pelo largo en la escena hardcore de Los Ángeles [risas].

P. No está claro que el punk siga estando entre los géneros favoritos de la juventud contemporánea, embarcada ahora en las corrientes de la música urbana, véase el trap o el reguetón.

B.G. No olvidemos que, cuando nació el punk, el rock n’ roll era un género aún muy joven. Yo creo que la gente joven tiene gran respeto por el punk, conocen a los Clash, a los Stranglers y también a Bad Religion. Creo que el punk es la rama más seminal del rock, de ahí sale el postpunk, el gótico, el punk mezclado con funk, influye en la electrónica… Es un punto de inflexión muy importante para la música.

P. ¿Lo saben los jóvenes?

B.G. Creo que sí lo saben, porque hoy toda la música está al alcance de un clic. Los jóvenes no es que no escuchen punk, es que escuchan muchos géneros. Punk, pero también pop, minimal techno, indie o metalcore. La escena antes era más cerrada, no podías decir que te gustaba otra música. Era prácticamente ilegal decir que te gustaban los Grateful Dead [risas].

Bad Religion Primavera Sound

En sus 45 años de carrera, Bad Religion ha facturado 17 discos. Su etapa legendaria de finales de los ochenta incluye los álbumes Suffer (1988), No Control (1989) y Against the Grain (1990). Otras grabaciones señaladas llegaron posteriormente, como Generator (1992) o Stranger Than Fiction (1994). Y otra trilogía legendaria (con la vuelta de Gurewitz a la banda, después de un parón para centrarse en Epitaph) que fueron The Process Of Belief (2001), The Empire Strikes First (2003) y New Maps Of Hell (2007). Su última entrega, The Age of Unreason (2019) también es destacada.

Además del sonido compacto, a piñón fijo y con guitarras afiladas, siempre ha sido distintiva la cálida voz de barítono de Graffin, sus letras inteligentes y los coros épicos de la banda (unas armonías vocales a las que llaman oozin’ aahs). A Graffin no se le salen las canciones de la cabeza, siempre va con las melodías dentro y cada historia o noticia que ve es susceptible de convertirse en un tema. Es su forma de aprehender la realidad. Entre sus temáticas habituales, la crítica social, la preocupación por la tecnología, la reivindicación del pensamiento crítico frente a la ignorancia o, por supuesto, como indica el nombre de la banda, el rechazo de la religión. Como sus letras nunca trataron especialmente sobre sexo, drogas y diversión juvenil, el tiempo no ha hecho que les quedan raras con la edad.

P. Qué obsesión con transformar el mundo en canciones.

G. G. Sí, siempre voy cantando en mi cabeza. No sabemos por qué los pájaros cantan, tienen genes que los hacen musicales: yo debo de tener alguno de esos genes.

P. Muchas de sus letras han sido proféticas. Y muchas de las cuestiones que han denunciado han ido a peor. ¿Es que el punk no ha surtido efecto?

G.G. No creo que sea profético, simplemente soy un observador atento de la condición humana, a las cosas universales, por eso se dan en la realidad algunas cosas que se dicen en las canciones.

B.G. Yo creo que el punk sí funciona. Recibimos muchas cartas de gente que cuenta que cambiamos su forma de ver el mundo, que las preguntas que suscitan nuestras canciones le han ayudado a ver las cosas de otra manera. La forma de cambiar las cosas es cambiar las mentes.

Concierto de Bad Religion en su primera etapa.

P. Greg, usted es científico, ¿qué opina de las actuales corrientes anticiencia?

G.G. Creo que hay una corriente de antiintelectualismo, fuera de los campus, y, lo creas o no, también dentro. Y se ha generado una idea de resistencia. A mucha gente le gusta la idea de resistencia, pero resiste contra lo bueno y defiende lo malo. Pero soy optimista: creo en la posibilidad de una buena educación y de un buen uso de internet, evitando la desinformación.

P. Es difícil ser optimista en muchas cosas. Vivimos en un mundo que parece al borde del colapso.

G.G. Cualquiera que tenga hijos, como nosotros, tiene que ser optimista. No le diría a la gente que fuera abierta de mente si no pensase que hay un buen camino hacia el futuro. Aunque eso de dar nuestro poder decisión a una computadora no me hace ser tan optimista. Creo que en la capacidad de las personas bien educadas de tomar las decisiones correctas.

B.G. Yo soy un optimista y un cínico. Pero no es lo mismo un cínico que un pesimista. Los cínicos identifican los problemas, y les aplican el humor y la ironía. Y disfrutan de los problemas, porque la vida son problemas. ¿Cómo puedes disfrutar la vida sin resolver problemas? Hasta el arte es resolver problemas. Los problemas son inevitables pero solucionables, por eso soy optimista. ¿Puedo equivocarme? Sí. Puede que al final nos destruyamos por nuestra propia arrogancia.

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Sobre la firma

Sergio C. Fanjul
Sergio C. Fanjul (Oviedo, 1980) es licenciado en Astrofísica y Máster en Periodismo. Tiene varios libros publicados y premios como el Paco Rabal de Periodismo Cultural o el Pablo García Baena de Poesía. Es profesor de escritura, guionista de TV, radiofonista en Poesía o Barbarie y performer poético. Desde 2009 firma columnas y artículos en El País.
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