Ante los desafíos de la vida

Ira Sachs (Memphis, 1965) traza en El amor es extraño, que se estrena hoy, la historia de una pareja de homosexuales, que tras 49 años de relación deciden casarse. Una decisión que provoca que a uno de ellos, George, interpretado por Alfred Molina, y profesor de música, le echen del colegio católico en el que imparte clase. Él y Ben, su pareja, encarnada por John Lithgow, pintor ya jubilado, no pueden hacer frente al pago del alquiler y deben separarse para vivir el primero, en casa de unos amigos, el segundo, en el piso de unos familiares.

La irrupción de Ben en casa de su sobrina, interpretada por Marisa Tomei, casada y con un hijo adolescente, con el que debe compartir cuarto y litera, provoca un conflicto intergeneracional. Uno de los múltiples prismas por los que transcurre el filme, cuyo director presentó en España en la pasada edición del Festival de Cine de San Sebastián.

Pregunta. ¿Qué le empujó a contar la historia de estas dos personas?

Respuesta. Aunque la película se centra en una pareja, en George y Ben, realmente es una historia sobre una familia. Una historia sobre tres generaciones, la de George y Ben, en sus últimos años de vida, la de una generación intermedia, dos personas que han llegado a la mitad de su vida y la del niño, Joey, un adolescente que descubre el amor y se empieza a plantear preguntas por primera vez. Además, la película es un homenaje a mis padres, cada vez soy más consciente de lo muy precioso de sus vidas y de cuán cortas pueden ser.

P. El tratamiento de la homosexualidad y de la relación entre George y Ben es radicalmente distinto al de su anterior película, Keep the Lights on, sobre la tormentosa convivencia de una pareja de gais, inspirada en su propia experiencia.

R. La película refleja que la sexualidad es parte de un individuo pero no le define. Esa falta de separación para muchos de nosotros refleja como vivimos. Lo mismo pasa en Madrid, Roma o Buenos Aires, no miramos a los gais, nadie lleva una g enorme en la frente. Y la película también refleja eso, la unidad de una comunidad. Para mi este enfoque es fruto de un desarrollo personal, refleja un cambio en nuestra cultura, en la propias leyes...

P. Además habla de la evolución del amor, sus distintas etapas, momentos...

R. Me siento afortunado por haber luchado tanto como he luchado. Tanto en un plano personal, como en el de cineasta, me he hecho una piel muy dura. Ahora creo fuertemente en mí mismo, por aguantar los rechazos y los puñetazos. No me gusta el dolor, el dolor antes no me importaba, pero ahora ya no.

P. La película, además de un homenaje a sus padres, esconde otros muchos retazos de su vida, por ejemplo, uno de los cuadros de la habitación de George y Ben es suyo.

R. Se trata del dibujo que está encima de la cama, son dos desnudos que fueron dibujados por Ted, el compañero de mi tío abuelo, que fue escultor, en los años 30. Yo me sentía muy próximo a Ted, murió en 1998 con 99 años y a los 98 empezó a esculpir su última pieza; la escultura de un joven con una mochila. Cuando murió no estaba acabada. Es muy inspirador, seas artista o no, que hasta el último momento una persona sienta curiosidad, siga estando comprometido.

P. El compañero de su tío abuelo tiene, entonces, muchísimas similitudes con el personaje de Ben.

R. Para mí ese hombre representa a Ben. La película es en honor de mis padres y otras personas, como Ted, el compañero de mi tio abuelo. Según vas haciéndote mayor ves las cosas de otra manera, observas de otra manera, y quizás realmente los dos personajes de mediana edad, me representan a mi.

P. ¿Y cómo se empieza a ver la vida en ese escalón intermedio?

R. Con suerte, aunque tampoco creo en la suerte, con fortuna, como algo que pende de un hilo, preciosa y también dura. Parte de mi trabajo como cineasta consiste en entender lo que es profundamente desafiante en la existencia, en la vida.