El lenguaje oculto de las flores
El filme ‘Loreak’ ahonda en la soledad y la incomunicación de las parejas
La imagen perturba. Al final de una larga recta o en una curva recóndita, en el lateral de una larga avenida o en la acera de un oscuro cruce de calles. Allí hay un ramo de flores sujeto a una señal, un quitamiedos, una farola o un árbol. A veces acompañados de mensajes de recuerdo, de fotografías. Homenajean a un fallecido en un accidente de tráfico, peatón, conductor o pasajero. Y quien los pone alberga una inmensa pena.
De ese poderoso símbolo y de una canción de Cecilia que se preguntaba quién le regalaba violetas ha nacido Loreak, la película que en septiembre se convirtió en el primer filme íntegramente en euskera que competía en el Festival de San Sebastián, y que se estrenó comercialmente el viernes pasado. “Por desgracia salimos con copias dobladas al castellano que pierden la fuerza de los intérpretes, pero a cambio llegan a toda España”, cuentan Jon Garaño (San Sebastián, 1974) y Jose Mari Goenaga (Ordizia, Gipuzkoa, 1976), los codirectores. “Creemos que las historias deben mantener el idioma de sus protagonistas”, algo que no pudieron respetar en su anterior película, 80 egunean (2010): la querían rodar bilingüe. “Igual que es nuestra realidad, en la que se mezclan dos idiomas, pero perdíamos así ayudas y acabó siendo en euskera. Fue traumático y perdimos una idea que nos parece interesante explorar”.
Garaño y Goenaga son un monstruo de dos cabezas: uno inicia una frase y la remata el otro, o responden a la vez. Cuando escriben, en cambio, no se juntan, sino que se van pasando de uno a otro el guion para ir puliéndolo. “Nos va bien. En Loreak hemos dado un paso adelante. Tal vez había cierta planificación televisiva en 80 egunean, nos centramos demasiado en los actores; ahora apostamos por lo formal, por cuidar a los actores y los movimientos de cámara. Nos importa lo estilístico y ahí compartimos interés con otros cineastas vascos”. Garaño y Goenaga confiesan que eso les lleva a un cine más de autor. “Puede que nos aleje de todos los públicos... Lo tenemos claro”.
Fue la primera película en euskera a concurso en el Festival de Donostia
En Loreak —dos historias cruzadas de tres mujeres cuyas vidas se ven tormentosamente alteradas por unos ramos— los protagonistas trabajan solos, encerrados en cabinas de grúas o de peaje de autopistas, en casetas de obra. “Las mujeres ya no son fértiles o no quieren tener hijos, la sequedad aparece de fondo, es una película sobre la incomunicación y la soledad”. Justo en la cultura más conocida por sus comidas multitudinarias y sus cuadrillas de amigos: la vasca. “Hemos huido de ello. Los personajes solo se comunican con las flores; y ellas transmiten desde la ilusión a la amenaza o el desconcierto”.
Loreak y 80 egunean comparten un interés profundo por lo femenino. “Ha salido así, sin más, sin quererlo. Escribimos sobre sentimientos universales, y puede que las mujeres y los hombres no estemos tan alejados”. Y ahonda en la incomunicación sobre las mentiras y la oscuridad en las parejas: “No se parece en nada a Perdida, pero compartimos con ese drama una desmitificación de la pareja. Ya no hay refugios sentimentales seguros”.
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