España homenajea a Gabriel García Márquez con una ‘Gabolectura’
La Biblioteca Nacional cierra una semana de homenajes al Nobel colombiano fallecido el 17 de abril. Una lectura pública de 'El coronel no tiene quien le escriba', una exposición y talleres a niños
A las 10 y 10 de la mañana empezó la hora de los lectores de Gabriel García Márquez. Entonces, se escuchó: “El coronel destapó el tarro del café y comprobó que no había más de una cucharadita. Retiró la olla del fogón…”. Con el comienzo de la lectura de El coronel no tiene quien le escriba, del Nobel colombiano fallecido en México el 17 de abril, la Biblioteca Nacional de España, en Madrid, empezaba a cerrar la semana de homenajes a este genio de la literatura.
Una novela corta fragmentada en 120 pasajes para ser leídos por sendas personas. Empezó el embajador de Colombia, Fernando Carrillo, siguió la directora de la Biblioteca, Ana Santos Aramburo:
…“Su esposa levantó el mosquitero cuando lo vio entrar al dormitorio con el café…”.
Siguió una procesión de lectores hasta casi la una de la tarde. Entre ellos estaban José María Lasalle, Secretario de Estado de Cultura, y María Teresa Lizaranzu, directora de Política e Industrias Culturales y del Libro y Acción Cultural Española. Leían la historia del viejo coronel retirado que espera la pensión desde hace 15 años. Ese día ha muerto un amigo. Allí es octubre, y llueve, llueve como lo hace en Madrid donde ahora leen su historia, publicada por García Márquez en 1961.
…“Llovía despacio pero sin pausa. El coronel había preferido envolverse en una manta…”.
Sobre cada una de las 160 butacas del auditorio, un clavel amarillo, el color favorito del autor de El otoño del patriarca. Al fondo, sobre una pantalla, la fotografía de un García Márquez septuagenario, de pie, vestido de negro, los brazos cruzados, la cabeza alta y la mirada al frente.
…“La última fue la lancha del correo. El coronel la vio atracar con una angustiosa desazón…”.
Es la Jornada de puertas abiertas de la Biblioteca Nacional del 26 de abril, con motivo del Día del Libro, el pasado día 23, dedicada este año al autor de obras como Crónica de una muerte anunciada. En otra planta, la sala que acoge por turnos a los centenares de visitantes hay una exposición con las ediciones de los libros de García Márquez que posee la Biblioteca. Primeras ediciones, entre ellas la que compraron de Cien años de soledad. La del galeón encallado en la selva de la cual Sudamericana, en Buenos Aires, imprimió solo 6.000 ejemplares, y que la BN adquirió en 1993 por un valor de 750 euros a la librería Antaño, de la capital argentina.
…“Durante nueve meses habían gastado ese dinero centavo a centavo, repartiéndolo entre sus propias necesidades y las necesidades del gallo…”.
Una mesa de madera exagonal, con un florero de claveles amarillos en el centro, preside la pequeña exposición. Detrás, dos librerías con varias de las primeras ediciones de sus obras como La hojarasca, en un estuche; Relato de un náufrago, en la edición de Tusquets de 1972; Isabel viendo llover en Macondo: y unos cuantos mecanoscritos enviados por Carmen Balcells, su agente, que desde el primer momento les dio un depósito legal. En otra sala se prepara el taller para los niños donde uno de los cuentos del escritor colombiano protagonizará la jornada.
…“Este es el milagro de la multiplicación de los panes’, repitió el coronel cada vez que se sentaron a la mesa en el curso de la semana siguiente…”
Ha sido uno de los autores que ha sabido escribir la vida en todas sus facetas, de manera plástica y poética, dice Ana Santos: “Del bullir de la vida misma”. Por la Biblioteca también hay varios libros de firmas para que la gente, dice ella, “exprese su despedida, y quede un testimonio del pueblo español a uno de los grandes escritores de la literatura universal”.
…“Es por la situación en que estamos -dijo. Es pecado quitarnos el pan de la boca para echárselo a un gallo. El coronel le secó la frente con la sábana.
Nadie se muere en tres meses.
- Y mientras tanto qué comemos, preguntó la mujer…”.
María Barberá Blesa acaba de leer su pasaje de El coronel no tiene quien le escriba. Una murciana de 76 años que descubrió a García Márquez cuando iba a cumplir 30, en los destellos de Cien años de soledad. A sus tres nietos les dirá que deben leerlo porque “su lectura no solo resulta atractiva, sino también sencilla y llega al corazón”.
…“- Estoy pensando en el empleado de quien depende la pensión –mintió el coronel-. Dentro de cincuenta años nosotros estaremos bajo tierra mientras ese pobre hombre agonizará todos los viernes esperando su jubilación…”.
Juan Manuel Hernández es un madrileño de 51 años. Descubrió a García Márquez en el colegio. A sus nietos les dirá que leerlo “es una enseñanza de vida. De aprender a vivir, a pensar. Y que pocos escritores serán tan cercanos como él”.
…“- Estoy cansada –dijo la mujer-. Los hombres no se dan cuenta de los problemas de la casa. Varias veces he puesto a hervir piedras para que los vecinos no sepan que tenemos muchos días de no poner la olla…”.
José María Lasalle dirá a sus dos hijas, cuando crezcan, que el autor de El amor en los tiempos del cólera, consigue, de alguna manera, “encarnar la magia de la vida a través de las palabras. Y él supo ver en el ámbito de la realidad la magia que se nos escapa en la cotidianidad. Ellas tienen que soñar con la obra de García Márquez”.
…“Salió a la calle estimulado por el presentimiento de que esa tarde llegaría la carta…”.
Irene Raya García, es una profesora de lengua castellana y literatura, que cuenta que su historia de amor con el escritor empezó en COU a los 17 años. Y que ahora, cuando su hijo cumpla los 18, le hará un regalo con un vídeo en el que le dirá que con él su mundo se llenó de mariposas amarillas, como las que envolvían a Mauricio Babilonia en Cien años de soledad. Y le pedirá que lo lea porque “García Márquez es la palabra. Porque el ser humano lo que busca es la belleza y en sus libros la encontrará”.
…“- Dime qué comemos.
El coronel necesitó setenta y cinco años – los setenta y cinco años de su vida, minuto a minuto- para llegar a ese instante. Se sintió, puro, explícito, invencible, en el momento de responder:
-Mierda.”.
Babelia
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