El viaje de Bernard Plossu continúa
'¡Vámonos!' reúne por primera vez en un solo libro los cuatro viajes por México del fotógrafo El volumen, editado por Turner, contiene 300 imágenes, algunas de ellas inéditas
"¡Vámonos!¡A donde sea!". Ese era el único propósito en la mente de un joven de 20 años que abandonaba la Cinemateca de París y las películas de Godard para abrazar la vida en las anchas tierras mexicanas. Bernard Plossu (Da Lat, sur de Vietnam, 1945) no sabía entonces que era un fotógrafo en potencia. Después de un año de viaje a ritmo beatnik (el recorrido comenzó en octubre del 65 y finalizó el último día del año 66) el joven Plossu supo que podía dedicar su vida a mirar dese detrás de un objetivo. Turner, junto a la Fundación Televisa, ha recopilado este primer viaje fundacional y sus tres sucesivos regresos a México (70, 74 y 81) por primera vez en un solo libro, ¡Vámonos!, como aquel impulso que llevaba hacia lo desconocido.
"Ese primer viaje se publica trece años después, en 1979. En ese momento, el libro se consideró en Francia un manifiesto o programa de la fotografía", cuenta Salvador Albiñana, uno de los editores del proyecto. El otro, Juan García de Oteyza, falleció el agosto pasado, antes de terminar la publicación, y a él está dedicado el libro. El proyecto comenzó a partir del deseo de Albiñana de mostrar algo más de ese Viaje mexicano del 65 que completara a las 53 fotografías de la primera edición. Fue Televisa (conglomerado de medios mexicano) quien propuso hacer la compilación de todas las visitas de Plossu. La de juventud, la del homenaje a Los olvidados de Buñuel, la de la frontera con California, la del regreso maduro, acompañado de su esposa.
Los aparentes cuatro bloques de ¡Vámonos! son, en realidad, dos. Sobre la mesa, pequeñas reproducciones de las fotografías del primer viaje, que esperan a que Albiñana las elija para conformar la exposición del libro que esperan poder mostrar en México. "Estas fotos son de un joven francés que se va a la carretera con beatniks gringos. De cultura tengo cinco años de cinemateca, la nouvelle vague… En la memoria está Raoul Coutard, el cámara de Godard y Truffaut que lleva la máquina a la espalda. Eso me gustaba, el cine libre. Hago fotos como un loco, absolutamente inconsciente", recuerda Plossu. Ocultas en el pesado volumen, el resto de imágenes hasta llegar a las 300 que componen el libro. En ellas, el "México de verdad" y el fotógrafo consciente.
¿Qué cambió en su trabajo esta concepción de la fotografía como hecho artístico…? "No", interrumpe Plossu. "Artista no. La fotografía es mi trabajo. Soy autor. La seguridad social en Francia me llama 'autor fotógrafo' [su categoría profesional]. No veo la palabra artista como la llave de mi vida". La autoría sí, la necesidad de retratar constantemente el mundo, de apresar el instante. Hoy, extrañamente, no lleva su cámara al cuello, una operación en una muela le tiene fuera de juego. “La mía es una forma de pensar la fotografía sin concepto, de hacer la fotografía de cada momento. Hay gente que me llama a mí y a mis amigos, los que vemos las cosas de esta manera, los dinosaurios. Pero creo que ahora está regresando poco a poco… Como la fotografía de guerra. No sé por qué es esto, pero lo he visto en revistas en Internet. Hay muchos jóvenes ¡de tu edad! Que van a la guerra. ¿Tú tienes amigos que hayan ido?”.
La curiosidad de Plossu sigue intacta. Por la actividad de sus hijos en Facebook, por su nuevo teléfono con cámara, por las tendencias fotográficas de artistas a los que saca 30 años. Por las películas de 8 mm que grabó en el 65 y que encontró recientemente, cubiertas de polvo, en un cajón de su casa (“Ahora me doy cuenta de hasta qué punto mi cultura cinematográfica era mi cultura de juventud, y mi suerte, porque no tenía filosofía, ni matemáticas…”). Por el viaje, menos: “Lo he hecho mucho, y ahora me gusta solamente ir a la sierra y estar con piedras y silencio y paz”. Pero hay trampa en las declaraciones del francés. Albiñana le desenmascara: “Que le guste menos es relativo, porque hace poco fue a Escocia, ahora va a una isla italiana…”.
En estos últimos viajes serenos ha andado barruntando una idea, un posible proyecto: Himno a la calma, un homenaje a la quietud del paisaje. Nació de la observación de sus propias fotos tomadas en las highlands escocesas, en el Maestrazgo en Castellón, en Aragón... “Son las mismas fotos, las mismas curvas, las mismas piedras. Me doy cuenta de que aún necesito ir a estos sitios y tomar estas imágenes. Necesito hacer esto. Pero viajar no tanto. Ahora son mis hijos los que viajan”.
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