Un vino añejo y sofisticado de la Edad del Bronce
Arqueólogos israelíes y estadounidenses encuentran 40 ánforas con los restos vinícolas más antiguos y sofisticados de Oriente Medio
El tesoro estaba bajo cascotes y arena, sepultado por un terremoto traicionero y por el olvido del hombre: 40 ánforas de cerámica, con capacidad para 49 litros cada una, con restos del vino que un día albergaron, el más antiguo y el más sofisticado encontrado hasta ahora en Oriente Medio. Están datadas 3.700 años atrás. El equipo comandado por especialistas de las Universidades George Washington (Estados Unidos) y Haifa (Israel) localizó la bodega en la excavación del palacio de Tel Kabri, en un entorno rural al nororeste de Israel, el pasado julio. Ya no quedaba líquido alguno, pero los científicos han analizado los residuos aún contenidos en los poros de las vasijas y han determinado que allí se guardaba vino blanco y tinto “de altísima calidad”, empleado para los banquetes de los potentados cananeos. Las trazas de ácidos tártico y siríngico, presentes en las uvas, han sido la clave.
“Fue algo inesperado. En 2009 comenzamos las excavaciones más profundas del palacio, en un intento de analizar cómo era entonces el ciclo de la vida, cómo transcurrieron los días en Tel Kabri desde sus humildes principios a su destrucción, tres siglos más tarde. Dimos con una habitación llena de piedra y tierra. Apareció un ánfora, y hasta la bautizamos –Bessie- pero pronto hallamos más [una sala entera de 15 por 25 metros]. Era tan valioso el recinto que duplicamos los turnos en pleno verano”, explica Eric Cline, profesor de Antropología en el campus norteamericano. Los trabajos arqueológicos serios sobre la zona se venían desarrollando desde 1986 y nunca antes se había encontrado resto alguno sobre la alimentación de sus antiguos habitantes. Ahora, de pronto, tenían el lugar donde se guardaron cerca de 2.000 litros de vino, equivalente a unas 3.000 de las actuales botellas.
El análisis de las muestras, añade el codirector de los trabajos, Assad Yasur-Landau, investigador en Haifa, concluyó que los vinos debían ser dulces, fuertes y posiblemente usados también con fines medicinales, siempre con la misma receta, que incluye miel, menta, cedro, enebro, canela y resinas varias de árbol, una mezcla no sólo orientada a mejorar el gusto del zumo de uva sino a preservar el líquido, “en un tiempo en el que se carecía de otros medios mejores de conservación”. Nada que ver con las bodegas que a pocos kilómetros, en Galilea, producen hoy merlot o sauvignon.
Tel Kabri fue el centro del sistema de gobierno cananeo en la época del Bronce Medio y villas vecinas como Hazor estaban en constante trato comercial con Mesopotamia; teniendo en cuenta que la receta descubierta es muy similar a la empleada entonces en el actual Irán, “cabe la posibilidad de que el vino fuese importado desde el Eúfrates”, apunta Cline. Hay constancia escrita de un vino similar en Egipto en el año 3.000 antes de Cristo, que podría provenir de la misma región israelí sobre la que trabajan estos expertos, con ayuda de otras tres universidades norteamericanas (Boston, Massachusetts y Pensilvania).
En 2005 ya se encontró junto a la bodega una “zona de libación”, “con numerosos vasos intactos y recuperables”, lo que da a entender que el área estaba reservada a los mandatarios del palacio y a sus invitados, muchos extranjeros conectados con Creta y las Islas Cícladas, a los que se agasajaba con vino y carne de cabra, según las tablillas halladas en la región en estos casi 30 años de excavaciones. Los trabajos se retomarán en 2015, cuando se haya analizado todo el material obtenido en esta campaña y se logre nueva financiación, pero ya hay una zona preferente para volver al trabajo: las puertas encontradas al sur y al oeste de la bodega, que podrían llevar a nuevas salas gemelas, bien con bebidas, bien con restos de huesos o utensilios de los banquetes.
Babelia
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