Voz de la ciudadanía en movimiento
Había que arrimar el hombro, había que estar ahí. Al menos así lo sintió José Luis Sampedro, así lo vivimos juntos
A principios del 2011 la editorial Destino nos contactó para ver si José Luis Sampedro podía escribir el prólogo de ¡Indignaos! de Stéphane Hessel. En aquel momento pocas personas sabían de qué se trataba. Recuerdo que el editor nos lo empezó a explicar, pero no tuvo que esforzarse mucho. Ya teníamos el original francés que Federico Mayor Zaragoza le había traído de Francia a Rosa María Artal con idea de “hacer algo parecido en España”. Se solaparon las dos iniciativas y José Luis Sampedro colaboró con vivo entusiasmo en ambas. Por un lado escribió el prólogo de ¡Indignaos! y por otro colaboró en el libro colectivo Reacciona. En ambos casos con no pocas dificultades debido a su delicado estado de salud, pero con convencimiento de su deber moral de hacerlo.
Por entonces ya se habían dirigido a él varias plataformas y asociaciones. Tras un prolongado letargo (al menos en apariencia), la ciudadanía se movía, empezaba a percibir la crisis como una estafa y se rebelaba contra el terrorismo financiero. Había que arrimar el hombro, había que estar ahí, cada cual en la medida de sus posibilidades y con lo que pudiera, pero había que estar ahí. Al menos así lo sintió José Luis Sampedro, así lo vivimos juntos. Y, aunque lo hizo por convicción, lo cierto es que el prólogo de ¡Indignaos! le trajo muchas satisfacciones posteriores, tanto por parte de la gente de la calle, como por parte de los editores franceses que en su carta al editor español refiriéndose al prólogo decían: “nos ha impactado ese texto magnífico y poderoso”. ¿A qué escritor no le halaga semejante comentario?
En cuanto a la persona de Stéphane Hessel, le conocimos personalmente con motivo de la presentación del libro en el Instituto Francés de Madrid, pero no pudimos acompañarle ni a la comida ni a la cena posterior al acto. Debido al estado de salud de Sampedro la convivencia fue mínima, tan solo la conversación previa a un acto y rueda de prensa. Pero aún así, de esa escasa convivencia guardamos muy buen recuerdo ambos. Debido a la deficiencia auditiva de José Luis Sampedro, hablé yo mucho más con él. Conversamos, entre otras cosas, sobre Buchenwald, campo en el que también estuvo preso mi padre, y, por tanto, también de Jorge Semprún como nexo común en torno a esa terrible experiencia. Tal vez por ello y por esa humanidad que transmitía con su hablar pausado y voz cálida, quedé muy impactada y agradecida a la vida por la oportunidad de haber podido compartir ese rato con él.
Sampedro, además de admirar la talla intelectual y trayectoria a favor de los derechos humanos, envidió su estado físico, aparentemente mucho mejor que el suyo a la misma edad. Por eso su muerte ahora le ha sorprendido y afectado. Con su sentido del humor negro dice: “Lo mismo dentro de poco me toca escribir ‘yo también morí en 2013’, aludiendo al inicio del prólogo de ¡Indignaos! ‘yo también nacía en 1917”.
Babelia
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