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El regreso del viejo cazador de imágenes

El mítico cineasta alemán Werner Herzog estrena ‘La cueva de los sueños olvidados’, un documental en 3D sobre las pinturas rupestres de 23.000 años de Chauvet

Gregorio Belinchón
El cineasta alemán Werner Herzog, retratado en Madrid.
El cineasta alemán Werner Herzog, retratado en Madrid. CLAUDIO ÁLVAREZ

Como una línea invisible de sueños —un filamento emocional que une tres almas comunes—, las pinturas rupestres de la cueva de Chauvet-Pont-d’Arc enlazan un dibujo de hace 32.000 años con un retoque posterior 5.000 años más tarde, para llegar a un plano rodado por Werner Herzog (Múnich, 1942) en su documental La cueva de los sueños olvidados. Tres artistas coinciden a la vez en la pantalla, y solo sabemos algo —si es que lo sabemos— de Herzog: “Bueno, yo no tengo buenas respuestas, pero tengo buenas preguntas. Sé que veo cosas, que en mis películas saco a la luz detalles de la vida, del universo, que otros solo intuyen”, arguye en su defensa el director alemán. En persona, Herzog parece un elegante y gigantesco oso plateado. Sonríe —lo que no hace en las fotos— constantemente, charla con calma en un inglés con fuerte acento alemán, y tras su lección de educación, uno tiende a pensar que en sus míticas peleas con el actor Klaus Kinski, su musa en Cobra verde, Aguirre, la cólera de dios, Nosferatu, Woyzeck o Fitzcarraldo, el más loco —que no el único— era Kinski.

Pero hay algo en sus documentales, una mirada Herzog, que hace comprender al público que el alemán no es un tipo vulgar. Grizzly man, Encuentros en el fin del mundo o esta La cueva de los sueños olvidados, que se estrena el viernes en España, muestran a un creador que, por ejemplo, no deja que el espectador vea cómo un oso devora al protagonista de su filme... pero sí se graba a sí mismo mirando esas imágenes, o enlaza las pinturas rupestres con unos cocodrilos albinos mutantes por la radioactividad que viven cerca de las cuevas. Y todo fluye, natural, en el mundo Herzog. “Hago cosas inusuales, que se necesita un rato para entenderlas, y siempre detrás está el humor. Soy muy curioso, eso también ayuda. Pero es que la realidad es siempre mucho más salvaje que mis sueños más delirantes”. Lo dice porque meses después del rodaje se escaparon seis de los cocodrilos albinos “y no han encontrado un par”, tras perseguirlos incluso desde helicópteros. “Reflexiono sobre la realidad y su percepción desde mis primeros trabajos. Y me pregunto qué imagen del mundo dejamos a las nuevas generaciones. En fin, la respuesta no es el cinéma vérité, su apuesta por los hechos,... sino dos cocodrilos albinos radioactivos correteando por Francia \[carcajada\]”.

“La realidad es mucho más salvaje que mis sueños más delirantes”

Para La cueva de los sueños olvidados, Herzog consiguió, tras entrevistarse con el entonces ministro francés de Cultura, Frédéric Mitterrand, un permiso muy especial: poder rodar durante seis días, cuatro horas por jornada y sin salirse de una pasarela metálica que las atraviesa, en las cuevas de Chauvet, que con sus 32.000 años eran hasta la semana pasada —tras la nueva datación de restos en Altamira— la obra artística humana más antigua. Sus dibujos se encuentran bien conservados porque durante 20.000 años nadie entró en su interior —una avalancha selló su acceso—, hasta que fueron descubiertas en 1994. Por si pareciera poco, Herzog decidió rodar en 3D con un equipo estereoscópico. “Debes aprender a manejar los límites, a superarlos o eludirlos sin quejas. Pero yo no voy buscándolos, no me interesa enfocar una película con el leiv motiv: ‘A ver hasta dónde puedo llegar’. Soy un profesional y evito los obstáculos y los límites. O los aceptas. En este caso, yo conocía perfectamente todos los condicionantes, que casi no podía mover la cámara, que no había luz, que solo podían bajar tres personas más conmigo... Lidias con ello”.

¿Y el 3D? “Sigo siendo muy excéptico, no creo que mis películas fueran mejores transformándolas al estereoscópico. El 3D es como unos fuegos artificiales, todo espectáculo y glamur. Pero eso no es importante, lo importante es la experiencia común con otros espectadores, y tras las tres dimensiones no hay nada... Dicho esto, hay excepciones y esta lo es”. ¿Como hubiera sido rodar con Kinski en farragoso 3D? ¿Un locura? “No locura \[usa la palabra en castellano\], sino estupidez”.

Dos leyendas —que él confirma— recorren el pasado de Herzog: no conoció el cine hasta los 11 años, cuando un proyeccionista itinerante le mostró dos documentales, uno sobre pigmeos y otro sobre esquimales; y con 13 años ahorró durante seis meses para comprarse un libro sobre las pinturas de la cueva de Lascaux. “Por eso era tan importante para mí entrar en Chauvet. Cuando vi los caballos, sentí que me moría, y pensé en hacerlo dentro de la senda metálica para no estropear el arte \[risas\]. Solo puedes agradecer a la providencia este regalo”.

“Quiero que el espectador actual se reconozca en ese pintor”

Un halo de espiritualidad recorre el filme, que indaga en lo poco que se conoce a sí mismo el ser humano. “Fui dramáticamente religioso en mi adolescencia. Ahora solo queda algo, un eco. Quiero que el espectador se reconozca a sí mismo en ese pintor rupestre. No es un extraño, es uno de los nuestros”.

La entrevista tiene lugar una semana después de que Herzog reciba una condecoración en Alemania. ¿Premio a un superviviente? “No soy un superviviente, sino un trabajador”. ¿ A pesar de todas las veces que ha estado a punto de morir, incluso cuando recibió un balazo en la puerta de su casa en Los Ángeles mientras le entrevistaban para la BBC? “De verdad”. ¿No será que está siempre en sitios incorrectos? “La diferencia entre correcto e incorrecto \[lo dice en español\] es muy difícil de discernir en ocasiones. En la preproducción de Fitzcarraldo, un temporal arrasó el campamento con 1.100 personas. ¿Era el sitio incorrecto? No sé, aprendes a absorber las dificultades. Es parte de la profesión”.

Villano, documentalista y actor

En las cuevas
En las cuevas

Werner Herzog ha trabajado mucho desde que acabó, hace dos años, La cueva de los sueños olvidados. "Amo todo lo que rodea al cine. Es cierto, he hecho bastantes cosas en los últimos tiempos. Soy rápido rodando y montando". Mucho más que en su juventud. "Por las ventajas técnicas con la cámaras y los programas informáticos de montaje. Entregué Teniente corrupto dos semanas después de acabar el rodaje, y Grizzly man la rematé en nueve días". Además, se ha sacado un dinero como actor, encarnando a un villano en la última película de Tom Cruise, Jack Reacher, que se estrenará en Navidades. "Ha sido fácil ya que es un papel de un vil, terrorífico y perturbado malvado \[risas\]. No porque yo sea así, ahora en serio, sino porque en los últimos tiempos me he especializado en eso. Cuando en París se estrenó Julien Donkey-Boy, una amiga de mi esposa se asustó tanto que le llamó y le dijo que le pagaba en ese momento el vuelo Los Ángeles-París por si necesitaba refugio. Me pareció un bonito cumplido. Volviendo a Cruise, en Paramount me contaron que me habían contratado porque el único actor que daba miedo en las pruebas sin abrir la boca y sin un arma en la mano era yo". Y después ha filmado On death row, serie documental en la que charla con condenados a muerte en Tejas. "Con la cámara siempre eres un intruso, debes respetar las distancias, y estoy orgulloso por cómo lo he logrado aquí".

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Sobre la firma

Gregorio Belinchón
Es redactor de la sección de Cultura, especializado en cine. En el diario trabajó antes en Babelia, El Espectador y Tentaciones. Empezó en radios locales de Madrid, y ha colaborado en diversas publicaciones cinematográficas como Cinemanía o Academia. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense y Máster en Relaciones Internacionales.

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