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Ernesto Cardenal: “Desde los profetas, la poesía es anuncio y denuncia”

El poeta y ensayista Ernesto Cardenal recibe el Premio Reina Sofía de Poesía El nicaragüense lo descubrió a las 5.30 en su casa de Managua

Javier Rodríguez Marcos
Ernesto Cardenal, en una visita a Madrid.
Ernesto Cardenal, en una visita a Madrid.CLAUDIO ÁLVAREZ

Ernesto Cardenal tiene 87 años y ha sido casi todo lo que un ser humano puede ser en ese tiempo —monje y sacerdote, revolucionario y ministro, traductor y poeta—, pero hay una imagen que le persigue. La captó la televisión en marzo de 1983 en el aeropuerto de Managua. El Papa Juan Pablo II se acababa de bajar del avión, le había recibido una pancarta que rezaba: “Tenemos justicia, libertad y pan y luchamos por la paz”. En la ronda de saludo a las autoridades se encontró con Cardenal que —larga barba, boina negra, camisa blanca por fuera de los pantalones— se arrodilló ante él. De ese modo recibió la seca amonestación del Papa, al que no le hacía ninguna gracia ni su pertenencia al Gobierno sandinista ni su militancia en la Teología de la Liberación. Solo le faltó criticarlo como poeta.

En medio de las revueltas aguas de la política y la religión los versos han sido siempre el refugio menos ruidoso de Ernesto Cardenal, que ayer recibió el 21ª Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, el más prestigioso del género, convocado por Patrimonio Nacional y la Universidad de Salamanca y dotado con 42.100 euros. Ingresa así en un palmarés del que ya forman parte autores como Nicanor Parra, Antonio Gamoneda, Juan Gelman, José Emilio Pacheco, José Hierro, Álvaro Mutis —todos también premios Cervantes—, Claudio Rodríguez, Sophia de Mello Breyner, Francisco Brines, Blanca Varela o Fina García Marruz.

Desde Managua, Ernesto Cardenal cuenta por teléfono que la noticia le llegó a las 5.30 de su madrugada. La sorpresa fue el premio, no la hora: llevaba, como de costumbre, dos horas y media levantado. Para Cardenal, poesía, fe y compromiso forman “un todo indivisible”. Nacido en Granada (Nicaragua), se ordenó sacerdote en 1965 después de haber participado en una primera, y fallida, intentona revolucionaria contra la dictadura de los Somoza, de pasar por el monasterio de Getsemaní, en Estados Unidos, y de estudiar teología en México.

Fue en “la América del Norte” donde profundizó en Walt Whitman y en un poeta tan salmódico como él mismo: Ezra Pound, al que tradujo. “Mi interés al dar a conocerlo”, cuenta, “nace de que trae algo nuevo: el lenguaje del hombre de la calle, de la realidad, de la selva y de las ciudades, de la naturaleza y de la historia. Todo se puede cantar”. Un mensaje que, asegura, “se ha entendido poco en la poesía en español”.

Tras el triunfo de la revolución sandinista, en julio de 1979, Ernesto Cardenal fue nombrado ministro de Cultura. Para entonces, ya era el autor de títulos fundamentales de la poesía latinoamericana de la segunda mitad del siglo XX como Epigramas, Salmos u Oración por Marilyn Monroe y otros poemas. Y de un libro inclasificable como El Evangelio en Solentiname, fruto de los comentarios que hacían a los textos sagrados los campesinos —“de mayor profundidad que la de muchos teólogos”— de la isla del Lago de Nicaragua en la que el escritor había fundado una comunidad cristiana.

“Nunca he sido un disidente sino un poeta de la Teología de la Liberación, que es la teología de los pobres”, subraya Cardenal. “Evangelio en griego significa buena noticia y la buena notica para los pobres es la justicia. Resultó que esa teología no era la del Vaticano. Nosotros creíamos en Jesús de Nazaret”.

La conversación con el recién premiado es puro matiz. Ni disidente ni político: “No, no soy un político, soy un revolucionario. Acepté el cargo de ministro con gran sacrificio para repartir la cultura al pueblo. Nunca habría sido ministro de un gobierno burgués capitalista”.

Eso sí, no oculta su decepción con el actual Gobierno de Daniel Ortega. En 1994 se desligó del Frente Sandinista por la deriva autoritaria de aquel. Lo mismo hicieron otros exdirigentes como los también escritores Sergio Ramírez y Gioconda Belli. Diez años más tarde tituló el tercer tomo de sus memorias (publicadas en España por Trotta, su editorial de cabecera) de forma rotunda: La revolución perdida. “Eso es lo que pasó, que se perdió”, cuenta el poeta. “La revolución no la esperábamos tan bella como fue, un sueño del que no queríamos despertar. El Gobierno actual es una pesadilla del que no podemos despertar. Nicaragua vive ahora una dictadura. El Gobierno actual no es ni de izquierdas ni revolucionario ni sandinista, es una dictadura familiar de Daniel Ortega, su mujer y sus hijos”.

Acostumbrado a remar contracorriente, Ernesto Cardenal no se calla: “Soy un perseguido en Nicaragua. Muchas cosas no las puedo decir. Ya me arriesgo mucho diciéndole a usted estas cosas”. ¿Y la poesía? ¿Puede cambiar algo? El autor de Canto cósmico dice que desde hacer 20 años su inspiración es la ciencia pero no duda: “Claro, puede hacer mucho, cambiar la mentalidad de la Humanidad, que es lo que ha hecho siempre. El primer lenguaje fue la poesía. La prosa vino luego. La poesía mantiene vivos los ideales y anuncia un mundo mejor. Ya lo dijeron los profetas de la Biblia, tan cercanos a los poetas. La poesía es anuncio y denuncia. Anuncio de un mundo nuevo y denuncia de la injusticia”.

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Sobre la firma

Javier Rodríguez Marcos
Es subdirector de Opinión. Fue jefe de sección de 'Babelia', suplemento cultural de EL PAÍS. Antes trabajó en 'ABC'. Licenciado en Filología, es autor de la crónica 'Un torpe en un terremoto' y premio Ojo Crítico de Poesía por el libro 'Frágil'. También comisarió para el Museo Reina Sofía la exposición 'Minimalismos: un signo de los tiempos'.

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