La estatua de la Libertad cumple 125 años
Las celebraciones durarán 12 horas, e incluirán una ceremonia de nacionalización de ciudadanos extranjeros
Hoy es el cumpleaños de una dama icónica, que viste con ropas de otros tiempos, empuña una antorcha en una mano y sujeta en la otra una tabula ansata con la inscripción 4 de julio de 1776, fecha de la independencia de Estados Unidos. Esta dama, que encarna a la diosa romana Libertas, y a cuyos pies yace una cadena rota, preside la bahía de Nueva York desde hace exactamente 125 años. Por eso la ciudad para la que sirve de luz y vigía simbólica le ha organizado un cumpleaños por todo lo alto, como se merece una mujer de su categoría que defiende el derecho universal a la libertad.
Las celebraciones durarán 12 horas, e incluirán una ceremonia de nacionalización de ciudadanos extranjeros a primera hora de la mañana a los pies de la estatua (en un país con millones de inmigrantes ilegales pocas cosas representan tan bien la libertad como conseguir la nacionalidad estadounidense). Además se celebrarán varios eventos musicales y poéticos de confraternización con Francia, el país del que partió la idea de construir este monumento de estilo neoclásico con el que celebrar la amistad nacida entre ambos países durante la lucha por la independencia estadounidense (Francia ayudó a los rebeldes) y que con el tiempo se ha convertido en el símbolo inequívoco de la libertad y la democracia del país.
Pero la estatua de la Libertad sufrió mucho hasta conseguir instalarse en Liberty Island, su actual residencia, a 15 minutos en barco desde el sur de Manhattan. La idea de construir un monumento en honor a la independencia y al apoyo que le dieron los franceses parece que partió de un comentario hecho por Edouard René de Laboulaye, un profesor francés de política y leyes que en 1865 dijo: "Si se construyera un monumento en Estados Unidos en memoria de su independencia, creo que lo natural sería que se construyera uniendo los esfuerzos de los dos países". El comentario lo realizó durante una cena a la que también asistió el escultor Frédéric Bartholdi. Este se tomó la idea muy en serio y a principios de 1871 viajó a Estados Unidos para buscar aliados para el proyecto, que se puso en marcha con el objetivo de tener la estatua terminada para el centenario de la independencia estadounidense, en 1876. Los franceses construirían y financiarían la estatua y los estadounidenses su pedestal. Sin embargo hubo múltiples problemas para recaudar fondos a ambos lados del Atlántico y el proyecto se fue alargando mientras pedazos de la estatua se mostraban aquí y allá. La antorcha estuvo instalada durante unos años en Madison Park, en Nueva York, mientras que la cabeza formó parte de la exposición universal de París de 1878.
Alexandre Gustave-Eiffel, quien diseñó la Torre Eiffel, ayudó a Bartholdi a concebir su esqueleto de forma que pudiera ser desmontable y a la vez sólido. Mientras, en Estados Unidos, el pedestal seguía estancado sin llegar a materializarse. Solo la intervención de Joseph Pulitzer, editor de periódicos y millonario, cambió el rumbo de la situación. Apoyándose en su recién adquirido diario New York World, en 1884 lanzó una campaña criticando a los ricos por no apoyar la causa del proyecto y a la clase media por esperar que solo los ricos la sustentaran. Su impacto fue inmediato: en menos de un año se consiguió el dinero que faltaba y en 1886 el pedestal estaba listo para recibir a su dama. Partida en 350 piezas para facilitar su transporte, la estatua se ensambló en el puerto de Nueva York y el 28 de octubre de 1886 los neoyorquinos le dieron la bienvenida oficial en una pomposa ceremonia, una década más tarde de lo previsto.
Esta noche, 125 años después, los fuegos artificiales en honor a su cumpleaños iluminarán el rostro de esta dama que desde mañana cerrará sus entrañas por un año por trabajos de mantenimiento. Durante décadas se pudo visitar su pedestal y acceder a su corona, desde la que hay una magnífica vista de Manhattan, pero tras el 11S se cerró el acceso y solo volvió a abrirse en 2009. Ahora quienes quieran visitarla por dentro tendrán que esperar, aunque la isla seguirá abierta.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.