Martín Berasategui, en el Caribe
El cocinero donostiarra presenta en República Dominicana su vino Nirea
El cocinero vasco Martín Berasategui vivió el pasado sábado, 8 de enero, "uno de los mejores días" de su vida. El tres estrellas Michelín presentó en República Dominicana su vino, Nirea, durante una cena celebrada en el restaurante Vento del hotel Paradisus Punta Cana. "Si hace unos años le digo a mi padre que con su pasión iba a estar tendiendo puentes con este país, no se lo cree".
Risueño, como un niño con juguete nuevo de Reyes Magos, el chef de San Sebastián pasó un día en el que solo la Real Sociedad le dio un disgusto, cuando perdió contra el Sevilla, y que cerró con una broma tras recibir, emocionado, un recuerdo de su estancia en el complejo. "En Roma vamos a competir para el próximo Papa, que está entre Benedicto XVII de Alemania y Bebevino I de la Parte Vieja de Donosti".
Hasta ese momento, había vivido una jornada de no parar. Al mediodía, Justo Coronado, el chef del Paradisus, le mostró sus fogones en plena ebullición. Más tarde le diría a Berasategui que tiene a su cargo "140 personas más los de la limpieza. No hay muchos lugares donde formarse y hay que hacer virguerías".
Quienes cocinaban y ayudaban dejaron las cazuelas por un momento para saludar al protagonista, que, espumadera en mano, removía y probaba un arroz de uno de los pucheros. Fotos, choque de manos, palmaditas en el hombro... "Tenéis que cocinar lo vuestro, al estilo tradicional o con toques modernos, pero lo vuestro, que es lo que vale", les insistía Berasategui.
Con su chaqueta de chef para arriba y abajo, recordaba una y otra vez el chivo que había cenado la noche anterior, tras bajarse del avión. "¡Oye, buenísimo!". No iba a ser el único manjar dominicano que le agradó. Faltaban los arroces y el sancocho, un caldo de carnes y víveres (plátano, yuca y otros vegetales), del que un día después de la cena dijo muy orondo que se había "zampado tres platos".
Para entonces, el Nirea ya se había puesto de largo en tierras caribeñas, tras seis meses de razones, emociones, coincidencias y, si se quiere, hasta tozudez. Una tarde del pasado verano, Juanjo Domínguez, director comercial del cocinero donostiarra y una vez inmigrante en tierras dominicanas, regaló unas botellas de los caldos a Francisco (Paco) Castillo, director general del Paradisus Punta Cana y un enamorado de la gastronomía y la enología. "Paco me dijo que ellos deberían tener en su oferta un vino así".
La amistad de la familia Candela, dueña de la bodega murciana Señorío de Barahonda, donde se producen los Nirea, con Castillo y Berasategui permitió jugar con la triangulación perfecta para convencer a quienes debían dar el visto bueno a la operación caribeña, en exclusiva para los Meliá, aunque los dominicanos también tienen ya el lujo de disfrutarlo en ciertos restaurantes y tiendas especializadas.
"Para nosotros es un orgullo traer estos vinos aquí, y solo podemos dar las gracias a quienes apostaron por ello y nos han abierto las fronteras de otro país más", dijo Alfredo Candela al inicio de la cata, previa a una cena que contó con una treintena de comensales y cuyo maridaje fue minuciosamente explicado por la sumiller dominicana Carmen Cataldi.
"Momentos como estos son el fruto de 35 años de trabajo duro y de 25 de pruebas, con humildad, sacrificio y entrega, la fórmula para hacer las cosas bien", había dicho horas antes Berasategui. "Tener mis dos primeros vinos, y otros productos como jamón, queso, cava... poder asesorar gastronómicamente a tantas personas... Para mí es un orgullo", contaba emocionado alguien que dice que es solo cocinero y que sigue siendo aquel chaval que se perdía en la Parte Vieja donostiarra. "Todo lo demás es fruto del trabajo de grandes profesionales que me rodean".
Berasategui culpa de sus valores añadidos a "clientes que se convierten en amigos y luego te presentan proyectos que no puedes rechazar". Y su paso por República Dominicana le ha permitido compartir con algunos de esos clientes-amigos-socios y conocer a personas con las que, a pesar de su timidez, enganchó por la vía rápida. "He sabido ser persona y luego cocinero. Sin lo primero, lo segundo no sale", decía. "Alcanzar lo que he alcanzado, tener los amigos que tengo y poder hacer lo que hago es, más que un sueño hecho realidad, un regalo", comentó este pequeño hombre que se siente grande y orgulloso, "pero sobre todo muy agradecido".
Y las gracias salieron una y otra vez de su boca para los Candela, para Castillo, para su gente y para los asistentes a una cena en la que su Nirea Joven regó una minilasaña de pollo aromatizada con albahaca y queso de búfala y su Nirea 100% Monestrell acompañó unos lomitos de cordero en jugo de romero con cuscús iraní. Y al recibir "muy emocionado" la plaquita de cristal que convertía el Paradisus en su etxea (casa), dijo: "Esta es una profesión injusta. Al que está sentado le dan el regalo y nada al que ha trabajado", en referencia al chef Coronado, que sueña con pasar por la casa de Berasategui para aprender de su cocina casera de fama mundial.
Babelia
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