Neandertales, los humanos solitarios
Nuevas hipótesis sobre el final de esta especie humana señalan que su desaparición está relacionada con la mayor interconexión de los grupos de ‘sapiens’
El paulatino acercamiento entre los Homo sapiens, los humanos actuales, y los neandertales, desde el punto de vista intelectual, pero también genético, ha sido uno de los procesos científicos más desafiantes de las últimas décadas. La especie humana más cercana, que habitó Europa y Asia durante por lo menos 300.000 años, ha dejado de ser un espejo lejano para convertirse en un reflejo cada vez más cercano de la humanidad moderna. Este cambio se ha traducido en un imparable interés por los neandertales, que protagonizan constantes publicaciones científicas, libros de divulgación y exposiciones.
Como ha señalado el ensayista israelí Yuval Noah Harari, “por el mero hecho de haber existido, los neandertales desafían algunos de nuestros más preciados ideales e ilusiones, nos obligan a cuestionar la creencia de que el Homo sapiens se alza como la cúspide de la creación y lo que significa ser humano. Y estos asuntos son ahora más urgentes que nunca”. El autor de Sapiens escribió estas palabras en la crítica en The New York Times del libro Kindred. Neanderthal life, love, death and art (Familiares. La vida, el amor, la muerte y el arte de los neandertales), de la investigadora y arqueóloga británica Rebecca Wragg Sykes, un superventas en el mundo anglosajón que será publicado en España después del verano por Geoplaneta.
Wragg Sykes trata de resumir en su libro todos los conocimientos que se han acumulado sobre los neandertales en las últimas tres décadas, un proceso que se ha acelerado después de que, hace diez años, un equipo del Instituto Max Planck de Leipzig dirigido por Svante Pääbo secuenciase su genoma y descubriese que los actuales humanos tenemos una pequeña proporción de genes neandertales, lo que demuestra que se produjo hibridación entre las dos especies. Más filosófico es el libro reciente La vida contada por un sapiens a un neandertal (Alfaguara), en el que el escritor Juan José Millás y el paleantropólogo Juan Luis Arsuaga, codirector de la Fundación Atapuerca, hablan de lo divino, pero sobre todo de lo humano. También se ha editado El sapiens asesino y el ocaso de los neandertales (Almuzara), del paleontólogo Bienvenido Martínez-Navarro, que se centra en el que se mantiene como el gran misterio en torno a los neandertales: ¿Por qué desaparecieron?
“Nos fascinan por la misma razón por la que nos fascinan las novelas de ciencia-ficción: porque son otra versión de nosotros”, explica Juan Luis Arsuaga en conversación telefónica. “Todo indica que tienen el mismo nivel intelectual que nosotros y, sin embargo, no son iguales. Podemos decir que tienen la misma mente, pero no la misma mentalidad. Representan otra manera de ser humanos y eso es algo que nos cuesta mucho imaginar”. En una entrevista por vídeollamada, Wragg Sykes se pronuncia en el mismo sentido: “Los neandertales han cambiado la percepción de nosotros mismos. En la cultura occidental siempre hemos tratado de separarnos del resto de la naturaleza, de demostrar que somos mejores que los animales. Los neandertales nos obligan a replantearnos eso”.
Kindred recoge tres décadas de descubrimientos sobre los neandertales, que coinciden además con una revolución en la arqueología y en la genética. La aplicación de la química y de sofisticadas técnicas de datación ha permitido saber que los neandertales tenían pensamiento simbólico –aunque no necesariamente arte–, que dominaban las plantas y el paisaje que les rodeaban, que eran conscientes del material lítico que utilizaban para diferentes instrumentos, que empleaban colores, sobre todo el rojo y el ocre, que enterraban a sus muertos y cuidaban de los ancianos. Tanto por la presencia del gen FOXP2, asociado al lenguaje, como por el tipo de animales que cazaban –abatirlos requería la cooperación del grupo–, los científicos consideran que utilizaban alguna forma de comunicación.
“Durante la última década, numerosos descubrimientos han cambiado nuestro paradigma sobre las capacidades de los neandertales”, explica la investigadora danesa Trine Kellberg Nielsen, profesora de la universidad de Aarhus y comisaria de una exposición sobre neandertales en el museo de Moesgård, especializado en antropología y prehistoria, que puede verse hasta final de año (el centro está actualmente cerrado por la covid). “Muchas de las cosas que antes atribuíamos solo a nuestra propia especie, como una cultura visual y un comportamiento social, se extienden ahora a los neandertales”.
Los nuevos descubrimientos se acumulan casi cada mes, incluso cada semana. Solo en los últimos siete días ha aparecido un estudio, basado en sedimentos de la cueva del Salt –España es uno de los campos más fértiles en el estudio de esta especie por la cantidad de yacimientos–, sobre la presencia de microorganismos beneficiosos en la microbiota intestinal de los neandertales y el mismo viernes salió otra investigación genética que podría permitir entender en el futuro como evolucionó su cerebro e influyó en su comportamiento.
Sin embargo, como señaló el escritor británico John Lanchester en un texto en la London Review of Books sobre Kindred, el gran misterio permanece: “No son una versión fallida de nosotros y la trayectoria desde ellos hasta nosotros no es teológica. Y sin embargo... el hecho es que nosotros estamos aquí y ellos no, y aunque no haya un propósito en la evolución, la cuestión de por qué y cómo sucedió esto sigue siendo apasionante”. La fecha es lo único que se conoce: hace unos 40.000 años, cuando los sapiens empiezan a avanzar por Europa, los neandertales desaparecen del registro fósil.
Algunos investigadores sostienen que permanecieron todavía unos milenios en el sur de la península Ibérica, en dos cuevas situadas en Gibraltar, pero se trata de dataciones todavía polémicas. En su libro, Bienvenido Martínez-Navarro apuesta por una explicación basada sobre todo en la lucha por los recursos. “Competíamos por los mismos recursos en el mismo territorio”, señala, sin descartar en absoluto la violencia. Sin embargo, no se trata de la hipótesis más difundida entre los expertos. Arsuaga, por su parte, cree que la llegada del Homo sapiens en unas circunstancias extremas –el principio de una glaciación– fue determinante. “En un momento crítico, la especie que lo pasa menos mal es la que prevalece”.
Rebecca Wragg Sykes adelanta en Kindred una hipótesis novedosa, basada en estudios genéticos y químicos de las herramientas que ambas especies utilizaron. “Sabemos por la genética que no había mucha diferencia en el número de individuos, pero también que los grupos de Homo sapiens estaban mucho más interconectados. Si consideramos que se encontraban en un momento en el que las condiciones climáticas se estaban deteriorando rápidamente, cuando se cuenta con una red de contactos es más fácil moverse a otros lugares y tal vez los neandertales no tenían eso. Sabemos por la arqueología que no había grandes diferencias entre lo que comían y tenemos constancia de que los Homo sapiens de ese periodo ya contaban con armas con las que cazar a distancia, dardos, flechas, sistemas para lanzar jabalinas, y los neandertales no”. Su final fue una mezcla de desventajas tecnológicas, cambio climático y sociabilidad. Pero, dado que los humanos no africanos tenemos entre un 1% y 4% de genes neandertales, nunca ha habido en la historia tanto material genético de la especie extinta circulando por el planeta. Wragg Sykes sostiene: “Nos demuestran que en la Tierra ha habido más de una forma de ser humano”.
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