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Yuval Noah Harari: “La mejor defensa contra los patógenos es la información”

El escritor israelí, autor de ‘Sapiens’, accedió a hablar de la crisis de la Covid-19 por correo electrónico

Yuval Noah Harari, en octubre de 2018 en Madrid.
Yuval Noah Harari, en octubre de 2018 en Madrid.PABLO MONGE
Guillermo Altares

El escritor israelí Yuval Noah Harari, de 44 años, se ha convertido en una de las voces más escuchadas en un planeta ahora golpeado por una de las peores epidemias que ha conocido la humanidad en el último siglo. De su primer libro, Sapiens. De animales a dioses (Debate, 2011), una heterodoxa historia de la humanidad, traducida a 45 idiomas, ha vendido 15 millones de ejemplares. Su siguiente libro, Homo Deus (Debate, 2015) anticipa un futuro dominado por las máquinas, mientras que su último ensayo, 21 lecciones para el siglo XXI (Debate, 2018) reflexiona sobre el presente. Consultado por líderes de todo tipo, desde Emmanuel Macron a Bill Gates o Angela Merkel, Harari ofrece una visión universal de los problemas de la humanidad. El ensayista accedió el jueves a responder varias preguntas por correo electrónico sobre la epidemia de la Covid-19.

Pregunta. Usted sostiene que la única forma de detener una pandemia es a través de la cooperación internacional y de la ciencia. ¿Está ocurriendo esto o, todo lo contrario, más egoísmo que nunca?

Respuesta. Hay muy poca cooperación mundial y no existe un liderazgo. En los últimos años, políticos irresponsables han socavado deliberadamente la confianza en la ciencia y en la cooperación internacional. Ahora estamos pagando el precio. No hay ningún adulto en la habitación. Uno habría esperado ver hace semanas una reunión de emergencia de los líderes mundiales para elaborar un plan de acción común y combatir la epidemia y la crisis económica. Pero los líderes del G-7 se las arreglaron para no organizar una videoconferencia hasta esta semana, y ni siquiera salió de ahí un plan de este tipo.

P. ¿Cómo debería ser ese plan?

R. Uno, compartir información fiable: los países que están pasando por la epidemia deberían enseñar a los que todavía no la están atravesando. Dos, coordinar la producción mundial y la distribución equitativa de equipo médico esencial, como material de protección y máquinas respiratorias. Tres, los países menos afectados deberían enviar médicos, enfermeras y expertos a los países más afectados, tanto para ayudarles como para adquirir experiencia. Cuatro, crear una red de seguridad económica mundial para salvar a países y sectores más afectados. Cinco, formular un acuerdo mundial sobre la preselección de viajeros, que permita que un pequeño número de personas esenciales sigan cruzando las fronteras.

P. Escribió esta semana en Twitter que en la lucha contra el coronavirus es más importante la información que el aislamiento.

R. La gran ventaja de los humanos sobre los virus es la capacidad de intercambiar información. Un coronavirus en Corea y un coronavirus en España no pueden intercambiar consejos sobre cómo infectar a los humanos. Pero Corea puede enseñar a España lecciones valiosas. Incluso el aislamiento requiere información. El aislamiento contra el sida es muy diferente del aislamiento contra la Covid-19. Para aislarse contra el sida es necesario usar un condón mientras se tienen relaciones sexuales, pero no hay problema en darle la mano a una persona con VIH. Covid-19 es una historia diferente. Para saber cómo aislarte de una epidemia en particular, primero necesitas información fiable sobre sus causas. ¿La producen virus o bacterias? ¿Se transmite por los fluidos corporales o del aliento? ¿Pone en peligro a los niños o a los ancianos? ¿Hay una cepa o varias que han mutado?

P. ¿La globalización ha hecho que el siglo XXI sea más peligroso para las pandemias? ¿Cree que vamos a vivir más situaciones así?

R. Es poco probable que tengamos muchas más pandemias de este tipo en nuestra vida. Es cierto que en el siglo XXI la humanidad está técnicamente más expuesta a las epidemias que en la Edad Media debido a una combinación de transportes más rápidos y poblaciones en crecimiento. En la Edad Media, los virus viajaban a la velocidad de un caballo de carga y en la mayoría de los lugares solo podían infectar pequeñas ciudades y pueblos. Hoy un virus puede viajar en clase ejecutiva a través del mundo en 24 horas, e infectar megalópolis con millones de habitantes. Así que, teóricamente, las cosas deberían haber sido mucho peores hoy que en la Edad Media. Pero en la práctica, en los últimos 100 años, tanto la incidencia como el impacto de las epidemias han disminuido drásticamente. A pesar del sida y el ébola, en las últimas décadas las epidemias han matado a una proporción mucho menor de humanos que en cualquier otro momento desde la Edad de Piedra. Esto se debe a que la mejor defensa que tienen los humanos contra los patógenos no es el aislamiento, sino la información. Mientras que los habitantes de la Edad Media nunca descubrieron lo que causó la peste negra, los científicos actuales solo tardaron dos semanas en identificar el nuevo coronavirus, secuenciar su genoma y desarrollar una prueba para identificar a los infectados. La humanidad ha estado ganando la guerra contra las epidemias porque en la carrera armamentista entre patógenos y médicos, los patógenos se basan en mutaciones ciegas y los médicos en el análisis científico de la información.

P. ¿Cuál es el mejor ejemplo en nuestra historia de cooperación científica en beneficio de la humanidad?

R. Un buen ejemplo es la erradicación de la viruela. En 1967, esta enfermedad infectaba a 15 millones de personas y mataba a unos dos millones. En la década siguiente una campaña mundial de vacunación tuvo tanto éxito que en 1980 la Organización Mundial de la Salud declaró que la humanidad había ganado y que la viruela había sido erradicada. En 2019, ni una sola persona resultó infectada o murió por esta causa. La victoria sobre la viruela dependía de una cooperación mundial eficaz. Para lograrlo era necesario vacunar a todas las personas de todos los países. Si un solo país no vacunaba a su población podría haber puesto en peligro a la humanidad, porque mientras el virus de la viruela existiera y evolucionara en algún lugar, podía volver a propagarse.

P. ¿Cree que las lecciones que vamos a aprender en la lucha contra el coronavirus pueden usarse contra el cambio climático?

R. Sí. Una lección clave de la lucha contra el coronavirus es que debemos pensar en la atención sanitaria en términos globales en lugar de nacionales. Proporcionar una mejor atención sanitaria a iraníes y chinos ayuda a proteger a israelíes y estadounidenses. El mismo tipo de lógica se aplica al cambio climático. Otra lección es que ahorrar dinero a corto plazo puede costarnos mucho más cuando una crisis golpea. Los países que han ahorrado dinero en los últimos años recortando los servicios de salud ahora pagarán mucho más como resultado de la epidemia. Del mismo modo, si intentamos ahorrar no haciendo nada sobre el cambio climático, también causará un enorme daño a largo plazo. Algunas personas creen que para detener el cambio climático tendremos que detener el crecimiento económico y volver a vivir en cuevas y comer raíces. Eso es una tontería. ¿Se puede adivinar cuánto costará prevenir un cambio climático catastrófico? El número mágico es el 2%. Eso es todo. Si invertimos el 2% del PIB mundial en el desarrollo de tecnologías e infraestructuras, es suficiente para prevenir un cambio climático catastrófico. Por supuesto, el 2% del PIB mundial sigue siendo mucho dinero. Pero, ciertamente, hacerlo está dentro de nuestra capacidad. Si mañana estalla una nueva guerra mundial, los Gobiernos gastarán mucho más del 2% del PIB en luchar y ganar esa guerra. Así que gastar el 2% en salvar al mundo del catastrófico cambio climático suena muy razonable.

Aquí puede seguir la última hora sobre la evolución de la pandemia

- El mapa del coronavirus: así crecen los casos día a día y país por país

- Guía de actuación ante la enfermedad

- En caso de tener síntomas, estos son los teléfonos que se han habilitado en cada comunidad

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Sobre la firma

Guillermo Altares
Es redactor jefe de Cultura en EL PAÍS. Ha pasado por las secciones de Internacional, Reportajes e Ideas, viajado como enviado especial a numerosos países –entre ellos Afganistán, Irak y Líbano– y formado parte del equipo de editorialistas. Es autor de ‘Una lección olvidada’, que recibió el premio al mejor ensayo de las librerías de Madrid.

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