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Picos y valles del deseo sexual: estos son los hitos por los que todos pasamos, de los 20 a los 70 años

Las hormonas son importantes, pero no lo explican todo

Young couple lying on bed, portrait
Pando Hall (Getty)
Manuela Sanoja

A María (nombre ficticio), la pandemia le llegó con 30 años y sin pareja. Nunca se había planteado usar aplicaciones de citas, y el confinamiento no le hizo cambiar de opinión. Para ella es mucho más interesante ligar en persona. Así que lleva algo más de ocho meses sin mantener relaciones sexuales y, curiosamente, notando que su deseo se apaga como un fuego sin leña. Según la teoría que planteó a mediados del siglo pasado Alfred Kinsey, biólogo estadounidense y pionero en la investigación sobre la sexualidad, está en la edad en que las mujeres viven el pico de su vida sexual. Sus hormonas deberían estar convirtiéndola en una caldera a punto de estallar, ¿no? Pues no...

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La teoría del deseo sexual de Kinsey se basa en que los niveles de estrógenos (la hormona sexual femenina) son más altos durante la segunda mitad de la veintena y el principio de la treintena, mientras la testosterona (la masculina) llega a su máximo a los 17, la edad en la que el biólogo estadounidense situó el pico de la sexualidad en los hombres. El supuesto de Kinsey no es erróneo, pero en las siete décadas que han pasado desde que propuso su teoría se ha seguido estudiando la materia y se ha llegado a la conclusión de que hay algo más.

“La sexualidad es la forma que tenemos los seres humanos para cultivar, desarrollar y vivir experiencias”, explica Miren Larrazabal, directora de Psicología Clínica y Sexología del Instituto Lyx e integrante del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid. Además de la variable biológica, también son fundamentales la psicológica y el contexto social. En estos últimos se podrían enmarcar los meses de pandemia y la mella que han hecho en el deseo sexual de María y de muchas otras personas. El conjunto de los tres factores forma la carretera de nuestra vida sexual, que está llena de picos y valles por los que hay que pasar.

Mieles y hieles de la más potente juventud

Sin entrar en cuestiones individuales, existe una serie de hitos que nos llevan a todos a la cima del deseo o nos precipitan al abismo, y que están relacionados con las diferentes etapas de la vida. Es lo que Larrazabal llama ciclo vital de la vida sexual, que empieza por el sexo joven. Pasada la etapa de descubrimiento adolescente, en los felices años veinte llega el momento en el que biológicamente estamos como robles. Sin embargo, no faltan los problemas.

Los excesos son el primer enemigo del sexo en este momento vital. “A estas edades se consume mucho alcohol, que, junto a las drogas, causa grandes problemas en el sexo. Son veneno para la sexualidad. En los hombres producen disfunción eréctil, en las mujeres, aunque es menos visible, genera problemas de excitación, retraso del orgasmo, imposibilidad de alcanzarlo y dispareunia, que es el dolor al mantener relaciones”, aclara Larrazabal. En otras palabras, boicoteamos nuestro momento de plenitud y nos arrastramos solitos al valle.

Pero seamos justos, no todos los inconvenientes son autoinducidos. También los hay impuestos por la sociedad, y estos afectan sobre todo a los hombres. “Tenemos una educación sexual prácticamente nula y la falta de aprendizaje hace que la gente joven base su sexualidad en mitos: la potencia de la erección, el tiempo que dura el coito, el quien la tiene más grande o la idea de que cuantos más orgasmos, mejor”, explica la especialista. Una ruina que lleva a conseguir todo lo contrario a lo esperado: problemas de erección y de eyaculación precoz. Las mujeres no se libran, su experiencia —dice Larrazabal— “también es mucho menos placentera porque la preocupación está más en ‘cómo me coloco’ que en sentir placer”.

El paso de los años y las experiencias vividas con las distintas parejas sexuales y con uno mismo sortean ese valle de las apariencias, y nos catapultan hacia la cumbre del disfrute. Emancipación, trabajo, solvencia económica... Son los 30. Maravillosos, ¿no? Toda esta libertad viene también acompañada de responsabilidades, y con ellas llega el estrés. “Es, junto a la falta de tiempo, el gran enemigo del sexo en este momento vital”, apunta la experta.

“Vivimos en una sociedad en la que no hemos puesto límites a lo que es trabajar. Nos ocupa la vida. Y luego mucha gente se sorprende de que su sexualidad sea deficitaria o desaparezca el deseo sexual”. Y es que estar joven y sano no hace que la sexualidad fluya sola, “hay que cultivarla”, añade. Algo que tan sencillo como dedicarle tiempo y atención, sea en pareja o en solitario. Y esto vale como solución a todos los valles de nuestra vida sexual. Pero formar parte de una sociedad en la que se vive para trabajar y no al contrario no es el único factor que afecta en la treintena.

Del embarazo a la menopausia, en una montaña rusa

La treintena es también la década en la que, normalmente, llega el momento de tener hijos. Y aquí hay pros y contras. Antes de que nazcan las criaturas hay nueve meses de embarazo que son una verdadera montaña rusa del deseo. “El primer trimestre es complicado. Para ellas porque suele haber más malestar físico y para ambos porque existe cierto riesgo de perderlo. Pero llegado el segundo, aparece un pico. Este miedo desaparece cuando todo va bien y la mujer se siente mejor. Las hormonas en este momento, además, aumentan la excitación y el deseo sexual. El tercero vuelve a ser complicado por el peso y la incomodidad física”, explica Francisca Molero, sexóloga del Instituto Iberoamericano de Sexología y presidenta de la Federación Española de Sexología.

Y luego... si ya era difícil sacar tiempo para el sexo sin tener hijos, añade a la ecuación la responsabilidad de un bebé que no te deja dormir. “No es fácil conciliar ni sacar tiempo con la pareja. Es un momento en el que se dejan a un lado las actividades de ocio tanto personales como compartidas”, comenta Molero. Con el paso de los años la cosa mejora, aunque no durante demasiado tiempo. “Cuando crecen un poco logras recuperar la intimidad, pero con la llegada de la adolescencia se vuelve a perder. Además aquí hay que sumar los conflictos con los hijos que conlleva esta etapa. La suma de todo pone a prueba a la pareja”, continúa la experta.

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Sin comerlo ni beberlo te pones en los 50, momento en el que “la adolescencia de los hijos coincide con la menopausia, que es otra de las grandes crisis de las mujeres. Genera problemas de bajo deseo y de distanciamiento emocional. Es un momento en el que muchas se replantean aspectos fundamentales de su vida como si la pareja que tienen es la que quieren tener, y son más asertivas”, cuenta Molero. No es casual que se trate de la franja de edad en la que hay más divorcios y separaciones, que, según los datos del Instituto Nacional de Estadística, ocurren sobre todo a los 20 años de casarse.

Los hombres también pasan una época muy difícil en la que empiezan a tener dificultades con la erección, en muchos casos por factores biológicos que tienen que ver con enfermedades que aparecen a esa edad como la hipertensión y con los fármacos que toman para tratarla”, añade Larrazabal. Y continúa: “La preocupación que les genera hace que estos hechos aislados aparezcan de forma más recurrente”.

A partir de los 65, los picos son cosa tuya

Tarde o temprano, la prole se va de casa y el momento del síndrome del nido vacío es propicio para reconectar con uno mismo, dicen las expertas. “Es una época en la que tienes más tiempo para ti, sabes lo que quieres y no tienes miedo a pedirlo. Las mujeres, sobre todo, hablan con mucha más claridad de la sexualidad y no temen decir qué les gusta y qué no”, continúa Molero. Aunque, por supuesto, las cuestiones biológicas no desaparecen. Al contrario, van a más con cada primavera.

Pasados los 65, la biología juega en nuestra contra. Punto para Kinsey. Para empezar, la producción de hormonas sexuales se sitúa bajo mínimos, pero eso no es todo. “En la mujer, a la disminución de estrógenos producida desde la menopausia, se añaden la sequedad y atrofia vaginal. La testosterona en los hombres también se merma [a partir de los 40 su producción disminuye en torno a un 1% al año], además pierden tumescencia, que es la dureza del pene, y tienen mayores problemas de erección. En ambos casos se tarda mucho más en alcanzar los orgasmos porque el cuerpo funciona más despacio”, indica Larrazabal.

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Pero, como ocurre en las demás etapas de la vida, también se pueden vivir picos. Simplemente hay que ser conscientes de que la vida sexual es cambiante y debemos aprender a adaptarnos. “Lo que no hay que hacer es comparar nuestra erección con la que teníamos hace años. Tampoco nuestra vagina porque todo se transforma. Pero se puede vivir una vida muy satisfactoria”, añade la psicóloga clínica.

Lo que sí hay que hacer es cambiar el chip, dicen las expertas, quienes recomiendan olvidarse de la concepción coitocéntrica de la sexualidad. Un consejo válido para conquistar las cimas en cualquier edad. Y es que “el sexo es mucho más que penetración. Son los besos, son los abrazos, son las caricias...”, dice Larrazabal. Otro consejo: el peor enemigo para llegar a la cumbre es “normalizar no tener deseo sexual”, según la experta, quien recuerda que “los seres humanos somos animales sexuales desde que nacemos hasta que morimos. Que el deseo desaparezca es una disfunción sexual, sea a la edad que sea”. La manera de ponerle remedio ya está dicha: hay que dedicarle tiempo y cultivarla en pareja o en solitario.

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