Ante la crisis climática, la cohesión del agro de las Américas
El continente americano responde por 31% de las exportaciones alimentarias mundiales. Es el garante de la seguridad alimentaria global, dice Manuel Otero, director General del IICA
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La magnitud del impacto del cambio climático sobre la producción y el comercio de bienes de origen agrícola exige actuar con un sentido de responsabilidad y urgencia. Enfrentamos también un contexto marcado por cambios drásticos en la globalización y escepticismo en torno al multilateralismo, en el que desafíos ambientales pueden convertirse en una nueva generación de barreras al comercio.
Por eso, la gravedad del momento exige respuestas certeras y una articulación decidida e inteligente para enfrentar acciones unilaterales que pueden significar nuevos obstáculos a nuestros productores agropecuarios, en especial los más pequeños.
El continente americano responde por 31% de las exportaciones alimentarias mundiales. Es por tanto el garante de la seguridad alimentaria global. A la fuerza de sus modelos productivos debe agregarse la enorme dotación de recursos naturales que tenemos que preservar.
Esa riqueza conlleva la responsabilidad de ser custodios de la sostenibilidad ambiental global: 16% de las tierras arables del mundo, 50% de la biodiversidad, 23% de la superficie boscosa y 30% del agua dulce están en América Latina y el Caribe.
Sobre la contundencia de estos datos, es preciso exhibir de modo positivo las exitosas experiencias y los variados esfuerzos de nuestros países hacia una agricultura sustentable, productiva e inclusiva, con fuerte interrelación con la ciencia, la tecnología y la innovación, todos requisitos indispensables para combatir el cambio climático, contribuir al desarrollo sostenible, llevar prosperidad a nuestra ruralidad y luchar de forma eficaz contra la pobreza.
Con toda esa impronta, el agro de las Américas dio en la reciente COP28, la cumbre ambiental que finalizó en los Emiratos Árabes Unidos, una demostración de su rol irreemplazable para fortalecer la respuesta global a la amenaza del cambio climático y contribuir al mismo tiempo al desarrollo y a los esfuerzos para erradicar el hambre.
Esta es una hoja de ruta que tendrá como nuevos hitos las COP29 y COP30 -está última la cumbre climática de la Amazonia y de América Latina y el Caribe, por realizarse en Brasil- y requerirá nuevos acuerdos multilaterales, fortalecer los cambios que ya implementa el sector privado y el establecimiento de políticas públicas de largo plazo.
Mientras tanto, en Dubái, la ciudad emiratí que albergó el encuentro organizado por la ONU, ministros y altos funcionarios de Agricultura de los países americanos, productores grandes, pequeños y medianos, líderes de la industria agroalimentaria y expertos del sector académico hicieron oír su voz con el propósito de influenciar las decisiones sobre el futuro de los modos de producción y consumo, y para que el sector agropecuario nunca más esté ausente en estas discusiones.
Existe un consenso que debemos celebrar y convertir en acción: la necesidad de poner fin a la era de las energías fósiles y profundizar en un camino que nos lleve al uso masivo de energías renovables, para ingresar en el tiempo de la economía circular y la bioeconomía.
En las más de 60 conferencias realizadas en la Casa de la Agricultura Sostenible de las Américas, el pabellón que el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA) instaló en la Expo City de Dubái junto a sus 34 Estados Miembros y aliados del sector privado, productores agropecuarios del continente mostraron su progreso en la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero y, al mismo tiempo, evidenciaron que el sector es el único que puede secuestrar carbono a través de prácticas de agricultura regenerativa, que incluyen la conservación de la salud de los suelos, el buen manejo del agua y el cuidado de la biodiversidad.
También cumplimos el objetivo de que en los documentos oficiales de la COP se reconozca que los sistemas agroalimentarios de las Américas resultan particularmente vulnerables al impacto del cambio climático. Se demostró también el fuerte compromiso con los esfuerzos de mitigación y adaptación y que, en base al esfuerzo de los productores y al aporte de la investigación y a las nuevas tecnologías, avanzamos para producir más alimentos con menor utilización de recursos naturales. Quedó claro, en síntesis, que los sistemas agroalimentarios del continente no son fallidos, como sostiene cierta narrativa, aunque por supuesto que pueden ser mejorados.
Más de 15 ministros y viceministros de Agricultura estuvieron presentes en ese escenario, mostrando que el sector agropecuario de las Américas está maduro para hacer aportes sustantivos a la descarbonización y para profundizar su capacidad de secuestrar carbono.
Los ministros destacaron que los países del continente americano deben constituirse en líderes mundiales de la innovación en la producción agroalimentaria para favorecer el rol del sector como parte de la solución al cambio climático.
Y advirtieron, simultáneamente, que resulta imprescindible garantizar el acceso más ágil y rápido a los fondos para el financiamiento climático para que el sector pueda hacer una contribución aun mayor a la solución de la crisis ambiental.
Como planteó también Rattan Lal, Premio Mundial de la Alimentación 2020, Embajador de Buena Voluntad del IICA y considerado la máxima autoridad en ciencias del suelo, la agricultura puede trazarse el objetivo no solamente de ser carbono neutral, sino de tener un balance negativo de gases de efecto invernadero que contribuya significativamente a los esfuerzos globales de mitigación del calentamiento global.
Así, el sector agropecuario mostró cohesión en defensa de intereses comunes y compromiso con la agenda global de mitigación y adaptación al cambio climático. Y dejó en claro al mundo que juega un rol estratégico en la seguridad alimentaria y la sostenibilidad ambiental, dada la magnitud y diversidad de sus recursos naturales.
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