‘M, el hijo del siglo’: la serie que prueba que el fascismo siempre será fascismo, con Mussolini y ahora
La obra maestra literaria de Antonio Scurati sobre ‘Il Duce’ pone de manifiesto la vigencia brutal de sus discursos hoy entre sus herederos, un aspecto bien reflejado en la producción que firma Joe Wright y emite SkyShowtime


A lo largo de la historia, Italia, antes de nacer como nación y después, ha alumbrado al menos seis invenciones determinantes para el transcurso de la humanidad: el imperio romano, la Iglesia, el Renacimiento, la ópera, el piano y, finalmente, el fascismo.
La mayoría surgieron para bien, otras resultan aún hoy ambivalentes y alguna ha sido verdaderamente desastrosa. Son auténticos hitos que han marcado y construido, no solo épocas, más bien toda la civilización y la sensibilidad occidentales, tal como la conocemos. La última de ellas ha sido la peor, sin lugar a dudas, y creíamos haberla enterrado tras un rastro de sangre, horror y coqueteo con el apocalipsis durante la primera mitad del siglo XX.
Sin embargo, para nuestro asombro, revive hoy, con toda su ampulosidad, rencor, delirio y deseo de revancha. Para alertarnos de ello y mostrarnos desde el pasado lo que a todas luces y sombras no ha sido bien resuelto, el escritor italiano Antonio Scurati ha publicado en los últimos años a lo largo de cuatro entregas su obra maestra novelada sobre Benito Mussolini. La primera de ellas, M, el hijo del siglo (Alfaguara) ha sido adaptada a una serie de televisión que actualmente emite SkyShowtime y dirige Joe Wright, Mussolini: Son of the Century.
Se trata de una superproducción que ha contado con nombres de altura como asociados a la hora de ponerla en pie, tales como Paolo Sorrentino o el chileno Pablo Larraín. Wright es una apuesta sólida para trasladar a pantalla obras literarias. Con Orgullo y prejuicio, de Jane Austen y Expiación, de Ian McEwan ofreció toda una lección de adaptación del papel al cine para el siglo XXI. Otro cantar fue su intento con Ana Karenina, donde le venció el artificio y se perdió en un reto imposible frente al clásico de Tolstoi. Pero las dos películas precedentes le siguen avalando por su brillantez y una decidida audacia a la hora de hacer confluir dos lenguajes que no siempre casan bien.

Con la obra de Scurati, Joe Wright consigue efectos desiguales. Si la novela trata al personaje con una distancia que dota a la obra de una singularísima honestidad, en la serie, el director británico rompe esa regla y descoloca al espectador. Nos mete a Mussolini en el salón al romper la cuarta pared y a un personaje así, raramente lo quieres invitar a tu casa. Embadurna las estancias de odio, escupe el suelo, inunda de violento narcisismo el ambiente. Todo lo ocupa de manera asfixiante. Cuesta acostumbrarse a su presencia, no prende la empatía y te obliga a deshacerte del rechazo que a priori suscita.
Esa elección narrativa representa el principal escollo. También una, a menudo, impostada parafernalia estética en los planos. Pero la obra gana en otros terrenos que la hacen merecer la pena. Cuestiones básicas que seguramente el autor de los libros ha querido dejar claro en los guiones. Scurati ha tratado de mostrar el espejo del pasado para reflejar el presente. Frente a la poderosa y no siempre lograda potencia visual que imprime a la serie el británico, lo que se impone en ella son los mensajes y el discurso del inventor del fascismo. Y lo que hiela el ánimo es comprobar cómo los descendientes de aquella hoguera de despojos que trajo a la humanidad el siglo XX logran volver a prender ahora el mismo discurso en el XXI, ante un similar caldo de cultivo y estrategias potentes, basadas en las redes sociales.

Los historiadores y politólogos buscan hoy nombres y definiciones de impacto a las derivas autoritarias y populistas del presente, encarnadas en Putin, Trump, Orban, Meloni, Abascal… Pero las doctrinas bastante unificadas que todos ellos ladran a su estilo en un movimiento internacional organizado a conciencia, no tienen nada de original. Fascismo siempre será fascismo. Es lo mismo, algo calcado al disparate ya probado como tal del inventor del engendro, con algunas variantes ínfimas en cada caso. Así nos lo demuestra en su obra Scurati. Y es algo que pone de manifiesto Joe Wright en su adaptación desde el principio, cuando mediante una voz en off, el protagonista —a quien da vida Luca Marinelli— dice: “Siempre llega un momento en que los pueblos perdidos abrazan las ideas simples, la astuta brutalidad de los hombres fuertes… Basta con las palabras justas, sencillas y directas, con la mirada y el tono adecuado”.
A esa advertencia, en los capítulos que siguen, Mussolini nos va desgranando su libro de instrucciones para justificación propia. Lo hace siempre sacando ventaja de una astucia manipuladora desde sus inicios como periodista o antes en la etapa socialista, deudora de un padre herrero militante en la izquierda, hasta desembocar miserable y visionariamente en ese invento propio que alentó después Hitler en Alemania o José Antonio Primo de Rivera y después el franquismo en España.

“El fascismo es todo y lo contrario de todo”, clama Mussolini. En torno a esos discursos, Wright perfila al oportunista que no dudó en aplicar y alentar una violencia sistemática y plástica, según su propia definición. También al posibilista que acabó pactando con la Iglesia, al vehemente que utilizó la capacidad de contagio de varios poetas, empezando por Gabriele D’Annunzio, quien le disputa la paternidad de la maléfica criatura; al voraz apasionado, capaz de atisbar en las vanguardias —sobre todo en el futurismo— un signo de los tiempos: de esos tiempos que tenía la audacia de predecir en sus más básicos pálpitos. “Como las bestias”, dice él.
Un pendenciero ambicioso nombrado desesperadamente por un rey ortopédico, como Vittorio Emanuele, y que utilizó la democracia para destruirla sin que nadie debiera llamarse a engaño desde sus primeras intervenciones como mandatario en el parlamento: “La democracia sobrevive gracias a mi amable cortesía. Es preciosa. Da mucha libertad, incluso para destruirla”. ¿No les suena? Justo lo mismo que ahora, ante nuestros atónitos ojos, van soltando quienes hoy regresan de nuevo bien pertrechados para acabar con todo.
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