“Infiltrarme en los grupos supremacistas en internet fue como bañarme en ácido a diario”
La periodista Talia Lavin relata en ‘La cultura del odio’ su experiencia en el inframundo del odio online: cómo atacan, se organizan, reclutan, manipulan y adoctrinan los grupos extremistas
Pasó un año infiltrada online en decenas de grupos supremacistas blancos y neonazis, haciéndose pasar por uno de sus miembros, acostándose y levantándose cabreada y exponiéndose al odio constante, a las incitaciones a la violencia armada y al asesinato, a cientos de memes y vídeos de agresiones, apaleamientos y mutilaciones. Presenció conversaciones entre personas que consideraban violarla. Es la historia en primera persona de la periodista estadounidense Talia Lavin (32 años), “una judía desgarbada bisexual que vive en Brooklyn”, como ella misma se define. Contó su experiencia en 2020 en un libro que este lunes se publica en español con el título La cultura del odio. Un periplo por la dark web de la supremacía blanca (Capitán Swing).
“Fue como bañarme en ácido a diario”. Así describe Lavin, entrevistada por EL PAÍS por videoconferencia, su inmersión en las catacumbas del odio online. Su investigación surgió como reacción contra los ataques y amenazas con los que le había tocado lidiar cada día como moderadora de una agencia de noticias judía para la que trabajaba. La experiencia acabó convirtiéndose en un viacrucis que generó una profunda aversión y rabia contra aquellos a los que había estado investigando. El odio llama al odio. “Me rompió por dentro”, admite en su libro.
Pregunta. ¿Qué sentía acerca de los movimientos supremacistas antes de infiltrarse en ellos? ¿Cómo ha cambiado esa imagen tras su investigación?
Respuesta. Llevaba escribiendo sobre grupos extremistas desde 2017. Tenía experiencia del tipo de cosas despreciables de las que hablan. Incluso estaba familiarizada con los ataques personales contra mí. Pero hubo un momento en que todo eso se volvió especialmente intenso. Una de las cosas que más me llamó la atención fue que los supremacistas son muy diferentes al estereotipo. En EE UU se cree que quienes están involucrados en movimientos de odio son un poco ignorantes, que son unos perdedores que viven en el sótano de su madre y no tienen otras opciones en la vida. Lo que descubrí fue que muchas de estas personas tienen vidas muy plenas y completamente normales. Tienen esposa, trabajo, hijos y vidas exitosas… Proceden también de barrios ricos. Son personas ordinarias, moralmente complejas. El estereotipo te hace sentir que es imposible que haya gente así en tu lindo vecindario. La gente se resiste a afrontar esa realidad. No importa cuánto dinero tengas, ni lo buena que sea la escuela a la que envías a tus hijos: nadie es inmune a la propaganda supremacista.
P. ¿Cómo usan esos grupos internet? ¿Cuáles son sus tácticas propagandísticas?
R. Una de las herramientas que más usan es el humor. Muchas de las cosas que publican [en sus sitios web, blogs, redes, plataformas de vídeo, aplicaciones de mensajería instantánea, etc.] están muy impregnadas de la cultura de los memes. Les da una imagen vanguardista. Sirven como táctica de reclutamiento por su atractivo para los hombres jóvenes, que suelen ser su público objetivo. Además son ambiguos y se escudan en el “es una broma” ante quienes se ofendan. Lo explica la guía de estilo de The Daily Stormer, que es uno de los sitios web nazis más grandes en internet. En esencia, lo que dicen es: “Hágales preguntarse si cuando decimos que queremos matar a todos los judíos lo hacemos de broma o no, aunque en realidad hablemos en serio”. Así, si dices que sus descripciones son horribles, ellos responden que no estás entendiendo la broma, que eres patético y que no tienes sentido del humor.
P. ¿Qué otras técnicas de adoctrinamiento emplean?
R. Muestran constantemente imágenes y vídeos de violencia, palizas y asesinatos de negros y judíos. Repiten las bromas sobre matar a sus enemigos y cómo hacerlo, para que sus seguidores sigan su ejemplo. No son sutiles, aunque lo escondan como bromas. Insensibilizan a la crueldad bajo la idea de que los negros y los judíos son infrahumanos. Intentan deshacerte de cualquier simpatía que puedas sentir por ellos. Y luego te dicen que, al luchar contra esas personas, estás ayudando a salvar el mundo. Es un relato muy poderoso, especialmente para los jóvenes, que quieren sentir que son parte de algo más grande.
P. Ese es el lavado de cerebro
R. La radicalización se basa en historias: historias que la gente se cuenta a sí misma y que quieren que se les cuente. Hay muchas personas en el movimiento supremacista blanco que simplemente disfrutan de la crueldad por sí misma, pero la mayoría de las personas, cuando se despiertan por la mañana, no quiere pensar “soy un villano horrible”. Quieren creer que están salvando el mundo, que están ayudando a crear un mundo mejor y más seguro para los blancos. Están muy obsesionados con la noción de mantenerse a sí mismos y a sus hijos a salvo de la “malvada influencia judía”. Es muy poderoso. Sienten que están haciendo algo de vital importancia por el futuro de la América blanca, o de la España blanca. Se ven como héroes que luchan contra los judíos y las élites mundiales. Ese es el motor que impulsa la propaganda.
P. Dice en su libro que internet facilitó el renacimiento de estas ideas
R. Sí. Nada de esto son ideas originales. En esencia, reciclan mierda vieja y la ponen en paquetes online nuevos y relucientes. El antisemitismo es una de las teorías conspirativas más antiguas de Occidente: esa noción de la malevolencia judía que tiene un complot para apoderarse del mundo y destruir a los blancos, y que tienen controlados a los negros, que son genéticamente inferiores. Me sorprendió lo mucho que a los grupos neonazis les gusta acudir a textos de épocas anteriores como Mein Kampf (Hitler) o The Turner Diaries (una novela apocalíptica de genocidio racial publicada en 1978). Tienen un cierto atractivo atemporal, particularmente en tiempos de miedo y agitación como los actuales.
P. ¿Qué capacidad real tienen para manipular?
Todo el mundo tiene un punto de vulnerabilidad. Lo hemos visto con la pandemia, con el movimiento antivacunas ganando tanta fuerza. Eso es algo que el movimiento neonazi aprovecha. Ven sus protestas contra el gobierno y les dicen “nosotros tampoco confiamos en las élites”. Son muy oportunistas. Usan un lenguaje anticapitalista para atraer a una audiencia más joven, o recurren a formatos modernos como los memes. Tienen todo un arsenal de tácticas.
P. ¿Cómo esquivan a los moderadores de las redes sociales?
R. No tienen que esforzarse mucho. Las redes sociales han priorizado las ganancias y el crecimiento por encima de la seguridad, particularmente la de los miembros marginados de su base de usuarios. Facebook se ha mostrado indiferente al genocidio y los grupos supremacistas aprovechan esa completa apatía. Un mismo tuit pronazi puede publicarse en EE UU pero, si lo intentas en Alemania, Twitter te dirá que en ese país está prohibido. Por tanto, saben qué hay nazis en su red, pero es más fácil el enfoque del laissez-faire [dejar hacer]. Eso es algo que perjudica directamente a las mujeres y a las personas de color. Estas y otras redes conocen este problema desde hace tiempo. Los supremacistas blancos fueron de los primeros en adoptar internet. El Ku Klux Klan lleva online desde la década de 1980. Reconocieron de inmediato su utilidad para el movimiento. Podían reclutar y difundir su propaganda sin exponerse, desde el anonimato. Una forma de liderazgo descentralizada. Por eso es imperdonable que esas empresas digan que no podían haberlo anticipado.
P. ¿Cuán extendido está ese fascismo?
R. No nos damos cuenta de hasta qué punto. Yo misma no era consciente de cuán arraigada está la ideología de la supremacía blanca. Es un movimiento internacional muy interconectado. Es un problema global. Hace unos años, nadie habría esperado una masacre en una mezquita de Nueva Zelanda. Sucedió porque a ese movimiento se le ha permitido crecer y hacer metástasis. Se ha estado negando la amenaza. Es más, a menudo se da a esas personas espacio para hablar, para “darles sus derechos”. Eso es lo que la gente se dice para justificarse a sí misma, para sentirse más tolerante. Lo mismo sucede con cierta cultura mediática de contar “ambos lados de la historia”. Eso solo hace que el problema sea mayor. No existe el fascismo inofensivo: su núcleo es la violencia. Eso sí, saben mucho de retórica y de cómo presentarse amablemente.
P. ¿Cuáles fueron las reacciones cuando publicó su libro en inglés en 2020?
R. El FBI vino a mi puerta para avisarme de que había recibido amenazas de muerte. No era algo nuevo para mí, aunque no deje de ser espantoso. ¿Volvería a hacerlo? Sin duda. Este trabajo vale incluso el precio potencial más alto. No me arrepiento de lo que he hecho y de lo que sigo haciendo. He conocido a personas valientes y maravillosas. Sin ellas, me habría derrumbado hace mucho tiempo.
P. ¿Cómo crees que su trabajo puede ayudar a combatir el odio online y offline?
R. Uno de mis objetivos al escribir el libro era lograr que personas de cualquier origen, que tal vez no sepan nada sobre el tema, puedan encontrarlo interesante. Que puedan entender cómo funciona el odio online, y en concreto, el antisemitismo y los grupos supremacistas. También quería desestigmatizar el antifascismo, sobre el cual hay muchos malentendidos. Especialmente en los medios estadounidenses, existe la noción de que los antifascistas son personas muy violentas, pero hay muchas maneras diferentes de ser antifascista. Mucha gente opera entre bastidores, ya sea infiltrándose en los chats y grupos online, informando, tratando de paralizar una manifestación a nivel logístico (por ejemplo, informando al hotel donde se van a alojar o denunciándolo en redes sociales) o simplemente alzando la voz cuando algo es injusto o cruel. Hay muchas cosas que se pueden hacer fácilmente desde casa sin ponerte en peligro. La única forma de luchar contra la creciente ola de fascismo es unir fuerzas. Quiero que los lectores y lectoras de mi libro se sientan empoderados, que reconozcan que cualquier habilidad que tengan es útil para la lucha. Les necesitamos a todos.
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