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Fútbol y violencia sexual: ¿existe una cultura de la impunidad?

Los expertos consultados alertan sobre el riesgo que supone que deportistas jóvenes con dinero y fama crezcan con la idea de que tienen derecho a todo. Insisten en la responsabilidad que tienen los clubes en formar y posicionarse

Daniel Alves
Dani Alves, sentado en el banquillo de los acusados en la Audiencia de Barcelona.Alberto Estévez (EFE)
Eleonora Giovio

Maradona era el dios del fútbol. Cuando se murió, el 25 de noviembre de 2020, muy pocos obituarios —por no decir casi ninguno— mencionaron los malos tratos y la violencia que algunas de sus exparejas dijeron haber sufrido. Como si fuera ultrajoso mencionar algo que manchara su legado deportivo. El fútbol es fútbol y el resto cosas ajenas. Varios lectores escribieron al defensor del lector de este periódico para quejarse: ¿por qué hay tan pocas referencias sobre sus comportamientos machistas? Cuando trascendió que Dani Alves había sido detenido por agresión sexual, las primeras palabras del entrenador del Barcelona y excompañero suyo Xavi Hernández, fueron: “Me sabe mal por Dani porque lo conozco. Me sorprende por cómo ha sido cuando estaba con nosotros”. La víctima estaba en un segundo plano. El técnico reculó ante las críticas, dijo que se habían malinterpretado sus palabras y se disculpó “por haber obviado el tema de la víctima”.

Con el beso no consentido de Luis Rubiales a Jenni Hermoso —el juicio tiene fecha para el 3 de febrero y la Fiscalía ha pedido dos años y medio de prisión por agresión sexual y coacciones—, los jugadores de la selección masculina tardaron dos semanas en condenar los hechos. “Comportamientos inaceptables que no están a la altura de la institución que representa”, dijeron. No hubo ni un solo mensaje de solidaridad con Jenni Hermoso en esa lectura pública del comunicado —ni siquiera se pronunció su nombre— y se habló de ese beso no consentido como de “los últimos acontecimientos que han perjudicado a la imagen del fútbol español”. Esa comparecencia se cerró con esta frase: “Nos gustaría que a partir de ahora nos pudiéramos centrar en cuestiones deportivas ante la relevancia de los retos que tenemos por delante”. Como si la víctima fuera una molesta piedra en el zapato. De nuevo, lo importante es el fútbol. Cuando trascendió que Carlos Santiso, técnico del Rayo femenino, jaleó por whatsapp una violación grupal —dijo en un mensaje de voz que había que hacer “como los del Arandina”, porque eso “unía al equipo y al cuerpo técnico” e incitaba a perpetrarla ante una mayor de edad para no meterse en mayores problemas—, nadie del mundo del fútbol salió a decir que esos comentarios son intolerables. El presidente del club lo mantuvo en el cargo presumiendo de no ceder ante “la presión mediática”. Dijo que él fichaba a “profesionales, no a personas”.

Dani Alves no ha sido el único futbolista que ha sido condenado en los últimos cuatro años por agresión sexual. En 2021, los futbolistas Sergi Enrich y Antonio Luna fueron sentenciados a dos años de cárcel por difundir un vídeo sexual sin el consentimiento de la víctima. En el comunicado que redactaron en su día lo llamaron “incidente”. “Somos conscientes de que los futbolistas profesionales debemos dar ejemplo en todos los ámbitos, razón por el que pedimos disculpas si este incidente ha podido herir a alguien. [...] Esperamos que este incidente no suponga ningún menoscabo a la imagen del club”. En 2022, Santi Mina fue condenado a cuatro años de prisión por abuso sexual.

Hugo Mallo, excapitán del Celta, acaba de ser condenado a pagar una multa de 6.000 euros por un delito de abuso sexual: en abril de 2019 tocó los pechos a una mujer que llevaba puesto el disfraz de la mascota del Espanyol. Achraf Hakimi, futbolista del PSG, fue imputado en marzo de 2023 por violación, motivo por el que la Fiscalía francesa abrió ese mismo mes una investigación. Hay, además, una investigación abierta a cuatro canteranos del Real Madrid de entre 20 y 21 años, imputados por grabar y difundir un vídeo sexual con una menor y otra joven. La grabación y posterior difusión se realizó sin su consentimiento. El Confidencial desveló el contenido de las conversaciones de WhatsApp: “Si lo peor es que tenía 16″; “Pero vaya perras”; “Serán guarras”; “Puta gitana”; “No eres consciente de las ostias (sic) que pegábamos”. La última denuncia conocida ha sido contra el jugador del Valencia Rafa Mir como presunto autor de un delito de agresión sexual. Está en libertad con cargos y el entrenador del equipo, después de apartarlo durante dos partidos, aplicar el código interno del club y multarlo por haberse saltado el reglamento, dijo que las personas se pueden equivocar y merecen una segunda oportunidad. Son solo los últimos casos de presuntas agresiones sexuales que atañen al mundo del fútbol español.

¿Cuál es el mayor problema de la sexualidad relacionada con el fútbol? Responde Eukene Arana, experta en protección a la infancia y adolescencia frente a la violencia y CEO en Zain. “La impunidad y la falta de mecanismos efectivos de denuncia y de protección. Muchas veces las víctimas no se sienten seguras para denunciar debido al miedo a las represalias, a la falta de apoyo social e institucional y a esa cultura del silencio que prevalece en muchos entornos deportivos, especialmente en el fútbol. Esto se suma al desequilibrio de poder que facilita estas situaciones de abusos, los abusadores a menudo ocupan posiciones de autoridad o popularidad que permiten que se dé una manipulación e intimidación hacia las víctimas para que no hablen. Seguimos, además, en la cultura de no creer a la víctima: cuando se da un caso con un futbolista de élite, se piensa que la mujer lo hace por la fama o por el dinero. Otro problema muy ligado a esto es la falta de formación y sensibilización en las organizaciones deportivas”.

Preguntada por si en el mundo del fútbol existe una cultura de la impunidad y de la violación, contesta: “Es algo preocupante porque en muchos casos el poder, la fama y el dinero crean un entorno donde los que abusan se alejan de la realidad y donde ciertos comportamientos inapropiados se toleran o se pasan por alto. Y esto se sostiene por el desequilibrio de poder especialmente en aquellos futbolistas de alto perfil que tienen una gran influencia. Muchas veces puede llevar a que ellos mismos se sientan intocables y eso facilita que tengan comportamientos abusivos y que luego no rindan cuentas de las atrocidades realizadas. La cultura de la impunidad hace, además, que en algunos casos las denuncias de abuso o acoso no se toman en serio o se manejan de manera inadecuada, lo que perpetua ese ciclo de impunidad. Hablo de la falta de consecuencias claras y severas, no solo del club, también de los compañeros y de la afición. A mí una de las cosas que más me extraña es que sigamos aupando a esas figuras: siguen intocables aun cometiendo este tipo de delitos. El fútbol es un entorno muy machista que contribuye a normalizar ciertos comportamientos y ciertas violencias y a minimizar las denuncias de las víctimas”.

“Si la cago, ya me lo arreglará alguien”

Iñaki Alonso es, junto a Arana, uno de los mayores expertos en España en protección de la infancia en el ámbito deportivo. Conoce además muy de cerca el mundo del fútbol (fue delegado de protección del Athletic cuando apenas existía esa figura). Es también experto del Consejo de Europa en protección contra la violencia en el deporte. Preguntado por si cree que existe una cultura de la violación en el fútbol dice que no menos que en otros ámbitos de poder. Pero sí advierte de un aspecto que considera peligroso. “No existe desde mi punto de vista una cultura de la violación como tal que no haya en otros ámbitos con poder, pero el fútbol genera chicos jóvenes y con dinero sin herramientas emocionales y sociales para las relaciones con chicas”.

Y así lo detalla. “Cuando se juntan varios factores como la juventud, la fama, el dinero, las expectativas sociales muy altas, eso puede suponer un potencial riesgo de tener conductas sexuales violentas. Tienes poder, relevancia social y un hábito adquirido de que se te facilitan todas las cosas con la excusa de que tienes que estar centrado únicamente en el fútbol y en los entrenamientos. Todas las cosas: desde la ITV a una reserva para un restaurante, que una marca te regale unas zapatillas para que las promociones, que te inviten a conciertos y no tengas que pagar una entrada. Puedes tener acceso a cualquier cosa y en el subconsciente de alguno se piensa: ‘se me facilita todo, tengo acceso todo, tengo lo que quiero cuando quiero’. Y si eso se aplica a las relaciones humanas y con las chicas puede ser un riesgo. También porque no es sólo lo de tenerlo todo, es ‘si la cago ya me lo arreglará alguien”.

Alonso llama a replantearse la figura del responsable de atención al jugador. Asegura que tendría que convertirse en una mentoría, pero de acompañamiento. “Porque si hay alguien que te lo hace todo, lo que subyace es: a mí me lo dan todo hecho. Y das por hecho que todo tiene que ser así”. Para Ainhoa Azurmendi, doctora en psicología y consultora deportiva con años de experiencia en clubes y en la FIFA, lo prioritario es que los futbolistas tengan, ya desde el fútbol base, formación en qué son relaciones igualitarias. “Las investigaciones que se han hecho indican que cuanta mayor sensibilización sobre igualdad, menos situaciones de violencia se producen en las relaciones. En esto los clubes profesionales de fútbol tienen una enorme responsabilidad, pero dudo mucho que esto se esté abordando y se esté tratando de manera adecuada. Algunos lo hacen, claro, pero creo que son casos puntuales y no generalizables”. También incide en la relevancia social que tienen los jugadores. “Son referentes a muchos niveles, deben tener consciencia de eso porque implica una responsabilidad. Hay que incidir más en esa implicación y en la importancia de los códigos de conducta. Son una herramienta no solo preventiva sino también disciplinaria. No admitimos ese tipo de conductas ni queremos personas que abusen sexualmente. ¿En cuántos códigos está reflejado?”, se pregunta.

Paz Lloria, catedrática de derecho penal de la Universidad de Valencia, está de acuerdo con Azurmendi. “En la concienciación social es donde hay que trabajar y en los clubes hay que hacerlo con los protocolos de acoso y con los de igualdad. Así como les dan clases de inglés, que le den de formación en género e igualdad de género”, dice. Y añade: “En todos aquellos ámbitos de la vida tan masculinizados, y el fútbol lo es, todavía existe un sesgo machista importante”. Para acabar con ese sesgo, según David Moscoso, catedrático de sociología en la Universidad de Córdoba y editor de Sociología del Deporte, es necesario que se “feminice toda la estructura del fútbol”. Así lo expresa: “El fútbol ha sido históricamente un lugar de dominación masculina, reservado a un único colectivo, los hombres. A pesar de los cambios experimentados es difícil que la gente se salga de ese traje”. Como sociólogo, cree que el mundo del fútbol se siente intocable y es percibido así por la sociedad porque no es solo un deporte. “Es un negocio millonario, que representa casi el 1,5% del PIB y genera casi 200.000 empleos. Además, moviliza importantes activos financieros con influencia social y se suma la red política e institucional que refuerza su poder y su imagen de poderoso y sobre el que casi nunca recaen las responsabilidades de sus actos”.

Moscoso está convencido de que ha habido un antes y un después del beso no consentido de Rubiales. “Hay un proceso de desmoronamiento de este imperio anacrónico y opaco”. Lloria marca ese punto de inflexión en la condena a Dani Alves. “Los futbolistas se creen que viven en la cultura de la impunidad. Lo creen de verdad, el propio Dani Alves creía que no le iba a pasar nada. O el mismo Rubiales, que decía que no iba a dimitir porque él no había hecho nada. Lo sienten así porque siguen viviendo en un ambiente donde la igualdad no ha entrado. Esa cultura se ha roto y la sentencia a Alves, estrella mundial, referente que acabó detenido, imputado y finalmente condenado, es una prueba de ello. No creo que se hayan acabado estos comportamientos, pero sí hay un antes y un después en la respuesta social, jurídica y en el comportamiento en general. Y eso al final les llegará a ellos. Que esto cale en el mundo del fútbol llevará tiempo, pero calará”.

Para Patricia Hermosilla, psicóloga que trabaja con víctimas de violencia sexual, sería importante empezar por el lenguaje. “Yo leo las noticias, como la última de Rafa Mir, y te hablan de que ha sido cedido al Valencia por el Sevilla, de cuántos partidos lleva disputados... ¡Qué nos importa su vida laboral o sus logros a nivel deportivo si estoy leyendo una nota sobre una agresión sexual! Siempre existe esa cosa de intentar que de alguna forma se empatice con el agresor. De las víctimas siempre se dan muchos detalles, sobre qué dijo, sobre lo que pasó, tomó, sobre la ropa que llevaba puesta, sobre por qué no denunció antes, sobre por qué denunció. Sobre las mujeres recae una serie de cuestiones que jamás recae sobre los hombres y eso forma parte de la cultura de la violación”.

El teléfono 016 atiende a las víctimas de violencia machista, a sus familias y a su entorno las 24 horas del día, todos los días del año, en 53 idiomas diferentes. El número no queda registrado en la factura telefónica, pero hay que borrar la llamada del dispositivo. También se puede contactar a través del correo electrónico 016-online@igualdad.gob.es y por WhatsApp en el número 600 000 016. Los menores pueden dirigirse al teléfono de la Fundación ANAR 900 20 20 10. Si es una situación de emergencia, se puede llamar al 112 o a los teléfonos de la Policía Nacional (091) y de la Guardia Civil (062). Y en caso de no poder llamar, se puede recurrir a la aplicación ALERTCOPS, desde la que se envía una señal de alerta a la Policía con geolocalización.






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Sobre la firma

Eleonora Giovio
Es redactora de sociedad especializada en abusos e igualdad. En su paso por la sección de deportes ha cubierto, entre otras cosas, dos Juegos Olímpicos. Ha desarrollado toda su carrera en EL PAÍS; ha sido colaboradora de Onda Cero y TVE. Licenciada en Ciencias Internacionales y Diplomáticas por la Universidad de Bolonia y Máster de EL PAÍS.
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