Ignacio Conde-Ruiz, economista: “Los jóvenes lo tienen más difícil que nosotros”
El catedrático presenta su libro ‘La juventud atracada’, en el que ahonda en los problemas que enfrenta la juventud española, como la precarización, la vivienda o la educación
Que los jóvenes de ahora tienen la piel de cristal y ninguna cultura del esfuerzo es una afirmación habitual en las conversaciones entre adultos, ya sean en las redes sociales, en el trabajo o en el bar. En alguna de esas discusiones, José Ignacio Conde-Ruiz, catedrático de Fundamentos del Análisis Económico en la Universidad Complutense de Madrid, se cansó de explicar que la realidad a la que se enfrentan los veinteañeros y treintañeros es, verdaderamente, muy complicada. Que el sistema actual les perjudica en diversos ámbitos y que las medidas políticas no están diseñadas para favorecer su emancipación o su estabilidad económica. “Al mismo tiempo, mis compañeros de trabajo y amigos se quejan de que nosotros lo tuvimos mucho más difícil”, explica el economista.
El libro La juventud atracada: cómo un electorado envejecido cercena el futuro de los jóvenes (Península) surgió como réplica a ese argumento. Él, un X tardío, recogió en el volumen, con la ayuda de su hija Carlotta, una zeta, todos los problemas a los que se enfrenta actualmente la juventud. El catedrático convive con las preocupaciones de sus tres hijas y sus alumnos universitarios, todos parte de la generación Z —que define generalmente a aquellos nacidos entre mediados de la década de los 90 y principios de la de 2010—. “Carlotta me ayudó a editar el libro, a que el lenguaje fuera sencillo y a que los conceptos se entendieran bien. Algunas veces me enfadaba porque me hacía quitar cosas, pero es verdad que si el lenguaje se queda muy arriba, no llegas a toda la gente”, dice Conde-Ruiz. “Mi objetivo”, señala el profesor, “es que los chicos vean que no todo es su culpa. Que entiendan y tengan la información sobre el sistema en el que viven. Y que los mayores seamos conscientes de que toda medida para los jóvenes, es una inversión para el futuro”.
Conde-Ruiz habla de “atraco” a la juventud. “Nuestras generaciones, la boomer y la X —aquellos que nacieron entre los 50 y los 80— siempre hemos sido muchos más y lo hemos tenido fácil. Hemos tenido la demografía a favor. Crecía mucho la renta per cápita y con menos impuestos podía pagarse todo”, explica el economista. Pero no solo la economía era más favorable que ahora. “Éramos políticamente relevantes, se nos prestaba atención, porque suponíamos el 35% del electorado. Ahora, los jóvenes no llegan ni al 20%. Su peso político es muy reducido. Nada de lo que se propone, ya sea desde el sector público o desde el privado, se hace pensando en el bienestar de los jóvenes. Tampoco los programas políticos les benefician”, asegura.
Hay una gran resistencia por parte de los políticos a reformar las pensiones y adaptarlas a nueva realidad demográfica”
El catedrático apunta que las medidas de gasto social asociadas al envejecimiento, como las pensiones, gozan de un amplio apoyo social. Reducirlas es casi impensable y, de hecho, su gasto se incrementará durante los próximos años ante el envejecimiento exponencial de la población española. “Esto provocará una reducción de las inversiones en, por ejemplo, educación, I+D+i o medidas que ayudarían a los jóvenes, como las rentas de emancipación o las ayudas a la natalidad”, explica. Por otro lado, continúa, los trabajadores del futuro, ahora jóvenes y niños, tendrán que pagar en pensiones el doble de lo que aportan los trabajadores actuales. “Hay una gran resistencia por parte de los políticos a reformar las pensiones y adaptarlas a la nueva realidad demográfica. Pero tenemos que superar el cortoplacismo político”.
Con el término cortoplacismo político, el economista se refiere a la incapacidad que tiene la sociedad —y la clase política— de pensar en los beneficios que pueden reportar ciertas medidas en el largo plazo. “En este libro trato de explicar que todo lo que favorezca el crecimiento en el futuro no solo beneficiará a los jóvenes, sino a todos”, expresa. “Parece que lo mejor para los jóvenes es aplicar ahora medidas como, por ejemplo, pagarles parte del Interrail. Eso está bien, pero realmente no es lo importante”.
Una de las muchas soluciones que plantea Conde-Ruiz en su libro es equiparar los gastos dedicados a mayores y jóvenes. “Esto ya está desequilibrado, la tarta ya está repartida así. El 84% del gasto social se dedica a los mayores. Pero imaginemos que, a partir de ahora, por cada euro extra que se invierta en políticas para ellos, haya que poner otro tanto en los jóvenes”, propone el economista. Pone como ejemplo la revalorización de este año del 8,5% de las pensiones de incapacidad permanente, jubilación, viudedad y orfandad, que supusieron una inversión de 16.000 millones de gasto adicional. “Con esa cantidad de dinero se hubiera aumentado un 29% el presupuesto en educación”, expone.
La educación es precisamente otro de los problemas que afronta España. Se habla de que cada generación está más preparada, pero el sistema educativo español arroja resultados inferiores en comparación con otros países europeos. “Entre 2018 y 2019, el gasto en pensiones ha aumentado cinco puntos del PIB y el de educación ha caído dos décimas. Es un ejemplo muy claro de algo que favorece el crecimiento y la productividad de los jóvenes y no está”, desarrolla el profesor. Una de las principales carencias, precisa Conde, es la Formación Profesional: “En España existe un prejuicio a este tipo de formaciones, que otros países son fantásticas, y mucha gente la elige. Sabemos que funciona, es necesario invertir ahí”.
El libro expone tres desafíos principales a los que debe enfrentarse la juventud ahora mismo, y con los que las generaciones anteriores no tuvieron que lidiar: el envejecimiento, la inteligencia artificial y el cambio climático. “Vienen de vivir una crisis continua y el futuro tampoco es precisamente alentador”, expone Conde-Ruiz. La inteligencia artificial es el paso posterior a un fenómeno con el que los jóvenes han tenido que lidiar casi por su cuenta: la globalización y la digitalización. “No solamente se tienen que enfrentar a la competencia de jóvenes de otros países y cómo les están educando a otros países, que ahí ya estamos peor, sino también a un aprendizaje continuo, que deberán actualizar y sostener durante toda su vida, para adaptarse a la revolución tecnológica. O el sistema educativo responde rápidamente a este proceso de cambio productivo o va a dar como resultado un gran aumento de la desigualdad”, afirma.
En cuanto a la crisis climática, el temor a un planeta futuro destrozado también inquieta a la generación Z. “Para nosotros era el argumento de una película de Blade Runner. Para ellos es algo muy real”, dice Conde-Ruiz. Con el panorama general al que se enfrentan, de primeras desolador, al catedrático no le extraña que exista la ecoansiedad, ni ningún otro tipo de problema de salud mental en el que pueden influir la incertidumbre y la precariedad.
Hay, sin embargo, un efecto colateral positivo entre tanta penumbra: “A pesar de que no son ampliamente escuchados en política, los jóvenes han sido capaces de poner en la agenda temas importantísimos como la urgencia de tomar medidas contra el cambio climático y la necesidad de recursos públicos para la salud mental. En mi época nadie hablaba de salud mental. Era tabú. Esto, que se lo debemos a su empeño y apertura, nos viene bien a todos. Mejora también la vida de los mayores”.
Podemos asumir que los jóvenes no se marchan porque no pueden, no porque no quieran
Para padres e hijos, la emancipación tardía es otra de las inquietudes principales. “Muchos adultos se quejan de que los jóvenes ahora no se van de casa. La prueba del algodón es preguntarles si ellos se hubieran quedado en casa de sus padres si hubieran podido marcharse. Pocos responden que sí. Por lo tanto, podemos asumir que los jóvenes no se marchan porque no pueden, no porque no quieran”, defiende Conde-Ruiz. El libro expone las características de un mercado laboral engorroso, en el que la juventud se encuentra con mucha precariedad, inestabilidad e intermitencia en sus carreras laborales, además de bajos salarios. Mientras, los elevados precios de la vivienda ahogan los presupuestos mensuales de miles de jóvenes, muchas veces forzados a mudarse a las grandes ciudades, donde se encuentran las mayores oportunidades de trabajo.
El cambio pasará, explica Conde-Ruiz, por la comprensión y el consenso entre los mayores. “Los jóvenes son pocos, votan menos —algo que también ocurría antes— y además no usan los medios tradicionales de comunicación, por lo que es muy difícil para los políticos acceder a ellos. Además, son un grupo muy heterogéneo que tiene demandas muy variadas. Por eso, la solución nunca va a venir desde los políticos. Vendrá cuando los votantes mayores, los X y boomers, queramos hacer algo por los jóvenes. Cuando agradezcamos la subida de las pensiones, pero, al mismo tiempo, exijamos una inversión equivalente en educación o medidas para la juventud. Cuando veamos que los jóvenes lo tienen más difícil que nosotros”.
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