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Los males de la sanidad catalana de los que no habla el Síndic

Las listas de espera se disparan en una comunidad que arrastra dos años de prórroga presupuestaria y la parálisis del Govern de Torra

Intervención quirúrgica en el hospital Clínic. En vídeo, el defensor del Pueblo catalán achaca el déficit sanitario a los pacientes de otras comunidades.Vídeo: Carles Ribas
Jessica Mouzo

La sanidad catalana avanza por inercia, acuciada por los males que arrastra desde los recortes iniciados en 2011. Aunque el Síndic de Greuges, Rafael Ribó, asegurase el lunes que el déficit sanitario se debe al “sobrecoste” de los pacientes que llegan de otras comunidades autónomas, las carencias del sector apuntan en otra dirección. Por ejemplo, los tijeretazos ejecutados por el Gobierno de Artur Mas, que alcanzaron los 1.600 millones de euros en 2014. Desde entonces, las listas de espera no han dejado de crecer, con las tasas más altas del Estado y 183.800 pacientes aguardando una intervención. Se han perdido más de un millar de camas y por el camino, desaparecieron 800 médicos de atención primaria, según los sindicatos. La parálisis del Govern, inmerso en la gestión del procés, y un escenario de prórroga presupuestaria sobre la mesa por segundo año consecutivo, perpetúan el estancamiento.

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Según el Ministerio de Sanidad, el gasto sanitario público consolidado en 2017 en Cataluña fue de 10.330 millones de euros (1.388 euros por habitante). Esto es, un 4,6% del PIB. Cataluña es, solo por delante de Madrid (3,7%), la comunidad que dedica menos porcentaje sobre el PIB a Sanidad. La media española es 5,5%.

“La sanidad catalana está mal. Está en stand by desde hace demasiado tiempo, sin impulso político ni cobertura económica”, señala Josep Maria Puig, secretario general del sindicato Metges de Catalunya. El último presupuesto sanitario de Cataluña, de 2017, fue de 8.876. Esto es, 1.186 euros per cápita. Se trata de 1.000 millones de euros menos que los presupuestados en 2010, el año con la partida sanitaria más alta.

Las listas de espera son el síntoma más visible de los hachazos que ejecutaron los sucesivos gobiernos convergentes de Artur Mas a la sanidad catalana y que aún retumban, ocho años después. Los últimos datos del Ministerio de Sanidad, de junio de 2019, apuntan a que Cataluña es la comunidad con la tasa más alta de pacientes esperando una intervención: 23,32 por cada 1.000 habitantes (la media española es de 14,85). La espera media en la comunidad es de 146 días, solo menor a Castilla La Mancha (149) y Andalucía (164).

En 2017, durante el Gobierno de Carles Puigdemont, el consejero del ramo, Toni Comín, logró contener las listas de espera tras inyectar 57 millones de euros en un plan de choque para reducir las demoras. Un año después, cuando se terminó el dinero, las listas volvieron a dispararse. El Departamento de Salud defiende que las listas han aumentado por “la ampliación de las indicaciones, el envejecimiento de la población y la incorporación de nuevas técnicas diagnósticas”. Además, señalan que la actividad quirúrgica entre 2015 y 208 aumentó un 11,35%, así como las pruebas diagnósticas (21,7% más). También se ha mejorado la declaración de los datos y se han introducido “nuevos criterios” que, aseguran, impiden comparar sus datos con los de otras comunidades autónomas.

“Lo que demostró Comín es que el tratamiento es poner más dinero sobre la mesa. Necesitamos como el agua que haya nuevos presupuestos en Cataluña y a nivel nacional porque el desfase es cada vez mayor”, lamenta Puig. La falta de unas cuentas nuevas mantiene bloqueado parte del circuito. En prórroga presupuestaria solo se pueden aprobar incrementos puntuales de acuerdo con las partidas existentes, pero el Govern no puede poner en marcha nuevos proyectos. Por ejemplo, el Govern planea un nuevo decreto de accesibilidad para las listas de espera, pero sin recursos, advierten desde el sector, no servirá de nada.

La situación laboral de los profesionales también ha tensionado el sector. Los médicos de atención primaria fueron a la huelga hace un año para denunciar la presión asistencial a la que estaban sometidos. Durante la época de recortes se perdieron más de 800 médicos de familia, según los sindicatos. El estudio de cargas que realizó el Instituto Catalán de la Salud (ICS) después del paro valoró la necesidad de incorporar 300 profesionales a la atención primaria. Pero no fue fácil encontrarlos. Al final entraron 176 nuevos profesionales, 22 médicos retrasaron su jubilación y otros 800 facultativos ampliaron su horario de atención (lo que equivaldría a 172 trabajadores más).

“No encuentran médicos porque se los han cargado con ofertas salariales precarias”, valora Toni Barbará, médico y portavoz de la Marea Blanca de Catalunya. Coincide Puig: “La gente se siente maltratada y se va a Aragón, a Valencia, a Francia... Formamos médicos pero no los retenemos”, apostilla. Según un informe de la Organización Médica Colegial, los médicos activos en Cataluña en 2017 por cada 100.000 habitantes ascendía a 450, por debajo de la media española (476) y muy lejos de la cabecera del ranking, que es Navarra con 611 facultativos por 100.000 habitantes.

Desde Salud, no obstante, si bien admiten que han de ser “más competitivos” con las retribuciones, señalan que hay otros factores que influyen en la falta de médicos, como la diversidad de roles y la imposibilidad de hacer contratos a médicos extracomunitarios. “Entre 2018 y 2020 incrementaremos 626 millones al capítulo uno” por el pago de objetivos y el convenio de la red concertada, agregan. Con todo, si en algo coinciden unos y otros es en que, si la sanidad catalana ha mantenido el nivel de excelencia y satisfacción de los usuarios, es por los profesionales.

La excelencia se mantiene, pero falla en procesos leves

Pese a las vicisitudes que ha tenido que sortear la sanidad catalana, el sistema mantiene los niveles de excelencia. Por ejemplo, Cataluña sigue siendo la comunidad líder en trasplantes de órganos (1.151, el 21% del total español).

Sin embargo, matiza Josep Maria Puig, de Metges de Catalunya, donde pasan factura los males de los que adolece el sistema sanitario es en los procedimientos más leves. “En las patologías graves, la respuesta es rápida y muy buena. Otra cosa es si nos vamos a la medicina de mejorar vidas, no de salvarlas. En esas intervenciones menores, que pueden amargar la vida a la gente, estamos mal. Ahí la excelencia brilla por su ausencia”, lamenta el facultativo. La lista de espera para operarse unas varices en un centro de Lleida, por ejemplo, asciende a 390 días.

Otro problema que se arrastra es la saturación de las urgencias. “Hay colegas que empiezan la guardia con 100 pacientes esperando. Por no hablar de la gente que vive en una camilla mientras espera una cama”, critica Barbará. En Cataluña hay 12.976 camas hospitalarias, 1.096 menos que en 2010.

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Jessica Mouzo
Jessica Mouzo es redactora de sanidad en EL PAÍS. Es licenciada en Periodismo por la Universidade de Santiago de Compostela y Máster de Periodismo BCN-NY de la Universitat de Barcelona.

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