El último reducto del buitre negro en Europa
La fundación Amus trabaja en un proyecto para conservar un ave necrófaga en el sur de Badajoz
En un paraje en mitad de la dehesa extremeña, entre las poblaciones de Valencia de Mombuey y Oliva de la Frontera, un grupo de buitres leonados y negros han descubierto un manjar. Se trata de una oveja muerta que los animales apenas tardan unos minutos en devorar. "Esto es la culminación de nuestro proyecto. Que los buitres se alimenten de aquellos animales que mueren de forma natural", explica Alfonso Godino, técnico de la asociación para la conservación de las rapaces Amus (Acción por el Mundo Salvaje).
"En los años sesenta, estas aves se extinguieron de muchos lugares del continente por el uso de venenos y por los tendidos eléctricos", afirma Álvaro Guerrero, fundador de Amus junto a Antonio Pinilla. "Este viernes [en referencia al pasado día 7] vamos a mandar a 10 buitres negros a Bulgaria", anuncia orgulloso Guerrero hace unos días. Extremadura es uno de los lugares donde hay mayor concentración de buitres negros con unas 900 parejas, según los últimos datos disponibles de la Junta de Extremadura. Estos animales pueden llegar a vivir unos 50 o 60 años.
El avistamiento del festín de aves necrófagas se produce durante un viaje organizado por la Fundación Banco Santander para dar a conocer el proyecto que ha financiado con unos 80.000 euros para conservar el buitre negro en el sur de Badajoz. España es el último reducto europeo de esta rapaz. Esta iniciativa para la conservación del buitre negro en Badajoz se inició en 2017. El objetivo es volver a alimentar a estas aves con un sistema tradicional mediante la creación de muladares (comederos artificiales) ubicados en 15.000 hectáreas de tierras comunales de los municipios de Valencia de Mombuey y Oliva de la Frontera. Estos terrenos han sido cedidos mediante un acuerdo de custodia firmado por los alcaldes de ambas localidades, Manuel Naharra (Valencia de Mombuey) y Luisa Osorio (Oliva de la Frontera).
Para las aves carroñeras, como los buitres, es vital la existencia de muladares. En el año 2002, la alarma por la enfermedad de las vacas locas provocó que la Comisión Europea prohibiera dejar ganado muerto en el campo. Aquellos puntos en los que los ganaderos depositaban a las reses muertas se vaciaron de la noche a la mañana. El impacto en el ecosistema fue brutal. Los buitres empezaron a atacar ganado vivo debido a la falta de alimento y algunas aves se desplazaron desde España hasta Holanda o Alemania.
“Hemos hecho que los ganaderos vean esta iniciativa como una oportunidad de ahorrar dinero. Pueden dejar a los animales muertos en el campo como alimento para los buitres y así no tienen que gastar dinero en un seguro que se encargue de retirarlos”, explica el técnico de Amus Alfonso Godino. Los ganaderos pueden llegar a desembolsar 300 euros al año por el seguro. “Para la Administración supone no tener que transportar del cadáver y evitar la quema del mismo”, afirma Godina.
Hasta 60 ganaderos de la zona se han comprometido a aportar sus reses muertas a los dos muladares creados o a fincas ubicadas en los campos comunales. También se han instalado en árboles cuatro plataformas artificiales, dos en Valencia de Mombuey y otras dos en Oliva de la Frontera, para facilitar el asentamiento de parejas de buitres negros y que se vuelvan a reproducir en Badajoz. “Ahora mismo solo hay colonias en la Sierra de San Pedro y en el Parque Nacional de Monfragüe”, según afirma Godino. “Con este sistema lo que queremos es someter a los buitres a un suministro de comida irregular para que se vean obligados a moverse”, afirma Godino. Otra parte del proyecto ha consistido en marcar con un GPS a varios buitres negros para conocer sus movimientos a lo largo del tiempo.
Acciones de sensibilización
Todas estas acciones se han acompañado de una tarea de sensibilización en la sociedad extremeña. “Hemos realizado charlas con ganaderos para explicarles los beneficios de nuestro proyecto. También hemos ido a los colegios para hacer talleres sobre la conservación del buitre negro. Además, se ha formado a los agentes para entrenarlos en técnicas para detectar los casos de envenenamiento”, resume Godina.
Otra de las finalidades del proyecto es controlar la presencia de antibióticos y de metales pesados en el ganado que los buitres consumen. “Estamos encontrando antiinflamatorios y metales pesados en algunos animales que monitorizamos”, afirma Guerrero.
Amus ha construido a lo largo de sus 25 años de existencia un hospital para aves rapaces en Villafranca de los Barros. En estas instalaciones son recibidas a todas aquellas aves que necesitan ser atendidas por la rotura de un ala o de la caída de un nido, por ejemplo, para volver a ponerlos en la naturaleza. "Nuestro papel no es hacer de zoológico. Nosotros lo que queremos es que las aves vuelvan a volar en libertad", explica Guerrero. Si no es posible que vuelvan a vivir en la naturaleza, se quedan en el hospital. “Los ejemplares que se viven aquí nos ayudan a criar a los polluelos que nacen en cautividad y que necesitan la guía de un adulto de su especie para crecer”. El hospital puede llegar a atender a 1.400 o 1.500 aves al año. Todas tienen una historia clínica que queda grabada en los registros de la fundación. “Eso nos proporciona una base de datos muy extensa que sirve para investigaciones universitarias”, concluye Guerrero.
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