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Reportaje:

En el reino del buitre negro

Las colonias de aves rapaces y carroñeras del parque son únicas en el mundo

Mónica Ceberio Belaza

Se cuenta que un fugitivo se adentró en Monfragüe huyendo de un guardia civil. Al llegar a una zona en la que el Tajo se estrecha, flanqueado por dos cumbres rocosas, dio un brinco de una peña a otra para salvar el río y dejó con un palmo de narices a la benemérita. Es imposible que escapara de esta forma, pero el lugar se conoce todavía hoy como el Salto del Gitano y es el punto neurálgico del parque, sobrevolado de forma continua por enormes buitres que casi se pueden tocar con las manos. Aquí se detienen a diario decenas de visitantes con prismáticos para contemplar el ir y venir de los pardos carroñeros.

Monfragüe fue bautizado por los romanos como Mons fragorum (monte denso). Se declaró parque natural en 1979, y fue reconocido como Reserva de la Biosfera de la Unesco en 2003. Cada año más de 300.000 personas se acercan a visitarlo. Ángel Rodríguez, director del parque, explica que la zona está ya muy protegida -la caza está prohibida y sólo hay dos cotos de pesca-, pero que los recursos que provendrán de la declaración de Parque Nacional son necesarios, entre otras cosas, para mantener las dehesas que lo rodean, "fundamentales para conservar la fauna", afirma.

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Dos ríos atraviesan este paraje, el Tajo y el Tiétar. Las zonas más altas están ocupadas por alcornoques y encinas, a cuyas faldas se extienden densos matorrales de madroños y cornicabras. Pero lo que le ha dado fama es la fauna, con más de 280 especies de vertebrados. En especial, sus colonias de aves rapaces y carroñeras, únicas en el mundo. "Y en Monfragüe, buitres negros", dice una conocida canción del grupo de rock Extremoduro. Y efectivamente, el parque alberga la mayor colonia de estas inmensas aves (que pueden medir de punta a punta con las alas extendidas hasta tres metros), con aproximadamente 250 parejas censadas. Entre sus roquedos viven también dos preciadas especies, el águila imperial, en peligro de extinción, (12 parejas, la mayor concentración en la península), y la escasa y huidiza cigüeña negra (30 parejas). El pasado mes de marzo se celebró en el parque una Feria Internacional de Turismo Ornitológico, organizada por la Junta de Extremadura, la primera de este tipo en España.

La primavera es la mejor época para observar las aves. En enero y febrero empiezan a anidar. Los primeros en llegar son los buitres leonados, okupas que invaden los nidos que dejaron el año anterior los buitres negros, que se ven obligados a empezar de nuevo el trabajo. En abril nacen los polluelos, que se quedan en el nido hasta el mes de junio. Éste es el momento perfecto para visitar el parque y ver a los adultos buscando comida y enseñando a volar a sus crías. Algunas aves, como las cigüeñas negras, anidan en rocas escondidas y en árboles de gran altura para ser molestadas lo menos posible.

La visita puede comenzar en el único pueblo de su interior, Villarreal de San Carlos, una pequeña aldea fundada por Carlos III. Aquí hay un centro de información sobre las rutas a recorrer y otro de interpretación, dónde se dan nociones sobre la fauna y la flora y se pueden ver en directo, a través de un sistema de cámaras, el Salto del Gitano y sus buitres. De Villareal queda cerca el Castillo de Monfragüe, desde cuya cima se contemplan espectaculares vistas del Salto del Gitano, la confluencia del Tajo y el Tiétar y las sierras. En primavera, muchos visitantes se acercan a ver la floración de las extensas dehesas.

Por Monfragüe corretean ciervos y buscan bellotas los jabalíes; no es difícil encontrar nutrias dejándose llevar por las aguas del Tiétar mientras observa desde lo alto el halcón peregrino o pestañea nocturno el búho real. No está claro si entre sus sierras vive algún lince ibérico. La última vez que un guarda forestal vio uno fue en 1992. Mientras el buscado felino no aparezca seguirá gobernando el rey leonado: el buitre.

Buitre negro.
Buitre negro.
La mole de Peñafalcón, en el parque de Monfragüe (Cáceres).
La mole de Peñafalcón, en el parque de Monfragüe (Cáceres).ANDRÉS CAMPOS

El visitante tenaz

Monfragüe es una cita ineludible para los amantes de la ornitología. El director del Parque, Ángel Rodríguez, y otros guardas forestales, conocen a varios fieles que aterrizan todos los años con sus catalejos y cámaras.

"Una pareja mayor de alemanes viene todos los años a filmar a la cigüeña negra", relata Rodríguez. "Él es un profesor de Sttutgart que usa las grabaciones para sus clases. Suelen pasar unos 15 o 20 días viendo a las cigüeñas en sus nidos".

Pero el visitante más tenaz no busca aves, sino linces ibéricos. Es el conserje de un instituto alemán, de unos 50 años. Un mes al año, desde hace 21, busca, infatigable, al esquivo felino. Llega a principios de enero, coincidiendo con el celo del animal. Duerme en el coche y observa durante todo el día. El año pasado consiguió unas grabaciones en las que supuestamente se puede oír el característico sonido del lince, una mezcla entre el ladrido de un perro y el maullido de un gato. Pero todavía no ha avistado su objetivo.

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Sobre la firma

Mónica Ceberio Belaza
Reportera y coordinadora de proyectos especiales. Ex directora adjunta de EL PAÍS. Especializada en temas sociales, contó en exclusiva los encuentros entre presos de ETA y sus víctimas. Premio Ortega y Gasset 2014 por 'En la calle, una historia de desahucios' y del Ministerio de Igualdad en 2009 por la serie sobre trata ‘La esclavitud invisible’.

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