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La chica que da de desayunar a los buitres

Un proyecto reintroduce al buitre negro en los Pirineos, de donde desapareció tiroteado y envenenado

La naturalista Émilie Delepoulle, con un buitre negro.Vídeo: GREFA | Jaime Casal

Émilie Delepoulle mete las manos en un bidón repleto de codornices muertas y pezuñas de cordero. Las saca a puñados y las lanza a su alrededor. Y sale corriendo. “Es una señal. Así ellos saben que me voy”, susurra. “Ellos” son decenas de buitres negros: unos gigantes de casi tres metros de envergadura que vuelan formando una corona sobre su cabeza. Cuando Delepoulle se esfuma, las rapaces, entre las aves más grandes del mundo, bajan en picado y devoran las 180 codornices y las pezuñas. El banquete apenas dura unos segundos.

“El desayuno es nuestra estrategia para fijar la población. Si saben que cada mañana tienen algo de comer, se quedan”. Delepoulle nació en 1979 en la ciudad francesa de Lille, una potencia industrial y cultural de más de un millón de habitantes. Allí, en aquella parada ferroviaria entre París, Londres y Bruselas, hacía “de todo”, desde cuidar ancianos a dar clases de análisis de cine mudo. Hasta que decidió cambiar de vida.

La naturalista Émilie Delepoulle dejó sus análisis de cine mudo en la ciudad francesa de Lille para mudarse a una aldea catalana de 30 habitantes

Desde hace un año, Delepoulle vive sola en Sant Martí de Canals, una aldea de 30 habitantes en la comarca del Pallars Jussà, en las estribaciones de los Pirineos, en Lleida. Trabaja como naturalista para el Grupo de Rehabilitación de la Fauna Autóctona y su Hábitat (GREFA), una organización que acaba de ganar el Premio Fundación BBVA a la Conservación de la Biodiversidad, uno de los más importantes del mundo por su dotación, 250.000 euros.

Cada día, al amanecer, Delepoulle acude a su cita con los buitres negros, en ocasiones en compañía de Gerard Plana, técnico de campo de Trenca, una asociación conservacionista local. Ambos son la vanguardia del proyecto de reintroducción del buitre negro en los Pirineos, en el que también participa el equipo de la Reserva Nacional de Caza de Boumort, un paraje de más de 13.000 hectáreas de sierras abruptas en los Prepirineos occidentales catalanes.

En este rincón aislado del mundo, un día de marzo de 1943, por envidias y odios larvados, unos vecinos asesinaron a una familia de campesinos. Quitaron la vida al padre, a la madre y a sus dos hijas, de 9 y 14 años, como relata la novela Dos ataúdes negros y dos blancos, de Pep Coll, Premio de la Crítica 2014.

Junto a la vieja masía en la que fueron asesinadas la madre y las dos niñas, los buitres negros bajan cada día a tragonear el desayuno que les prepara Delepoulle. El proyecto comenzó en 2007 y ha sido un éxito. GREFA ha liberado en el lugar 70 buitres negros. Muchos de ellos llegaron en furgoneta tras seis horas de carretera desde el Hospital de Fauna Salvaje de la ONG, en la localidad madrileña de Majadahonda. Eran aves recuperadas en otras regiones, tras estar a punto de morir por hambre o golpes. Casi una década después, 55 buitres negros viven ya en la reserva de Boumort. Y han nacido 18 buitres negros catalanes, los primeros en más de un siglo.

La reserva de Boumort, en Lleida, es el único sitio de Europa donde crían las cuatro especies de buitres del continente: negro, leonado, alimoche y quebrantahuesos

Modesto Llusà es el guarda mayor de la reserva. Nació hace 65 años en la zona, en el Valle de Carreu. “Hace 41 años, cuando empecé a trabajar aquí, había cuatro nidos de buitre leonado, un nido de quebrantahuesos y nada más. No había ni ciervos. Se habían extinguido en Cataluña”, recuerda.

“Los buitres desaparecieron de aquí y de gran parte de Europa a finales del siglo XIX por persecución directa. Los envenenaban y los disparaban”, lamenta Delepoulle. Ahora, además de los 55 buitres negros, centenares de buitres leonados viven en la reserva de Boumort, donde también se cuentan tres parejas de quebrantahuesos y siete de alimoche.

“Gracias al proyecto de reintroducción de buitre negro, este es el único sitio de Europa donde crían las cuatro especies de buitres del continente. Y no solo es que nidifiquen aquí, es que si vienes los ves seguro: buitre negro, buitre leonado, alimoche y quebrantahuesos. El proyecto ha sido un éxito total, rotundo”, resume el ingeniero de montes Jordi Palau, director de la reserva.

Solo quedan unas 1.900 parejas de buitres negros en Europa, la mayoría en España, según la Lista Roja de Especies Amenazadas

El equipo de Palau también alimenta a los buitres en otro muladar, con despojos de ovejas, cabras y vacas procedentes de mataderos. Por solo 30 euros por cabeza, un grupo de cuatro personas puede esconderse en un observatorio camuflado y contemplar en primerísima fila a 500 buitres devorando cadáveres entre cacareos, graznidos y chillidos. "Es espectacular", celebra Palau.

“Nuestro objetivo es recuperar las poblaciones ancestrales de buitre negro en Europa. Con la reintroducción de la especie en el Pirineo, queremos crear un puente de comunicación entre las poblaciones españolas y las francesas”, explica Ernesto Álvarez, presidente de GREFA, que muestra el proyecto a EL PAÍS en un viaje financiado por la Fundación BBVA.

La población mundial de buitre negro se reduce a unas 1.900 parejas en Europa, la mayoría en España, y unas 7.000 parejas en Asia, según la Lista Roja de Especies Amenazadas. La meta final, mediante diferentes iniciativas, es crear un corredor para las aves que llegue desde el extremeño Parque Nacional de Monfragüe, capital mundial del buitre negro, a los montes Cárpatos, en Europa oriental.

“Los buitres tienen un papel ecológico de gran importancia, porque limpian el monte de los cadáveres de animales, que de otra manera podrían propagar enfermedades. Los buitres terminan con los animales muertos de forma muy rápida y gratuita. Y, de verdad, benefician a la sociedad”, proclama Delepoulle. Mañana, al amanecer, saldrá de nuevo a darles el desayuno.

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