Las personas con hepatitis C podrán ser donantes de órganos
Hasta ahora este recurso solo se utilizaba cuando la vida del receptor estaba en gran riesgo
Las personas con hepatitis C podrán ser donantes de órganos igual que las que no tienen esta infección, de acuerdo con un protocolo que está ultimando la Organización Nacional de Trasplantes (ONT). Ahora solo se usa un órgano con el virus cuando el paciente que espera está en riesgo vital, y siempre dentro de una política de ensayos aplicada a corazón e hígado, sobre todo. Pero la directora de la ONT, Beatriz Domínguez, ha confirmado a este periódico que las cortapisas para utilizar órganos de estas personas se eliminarán, y espera que no se tarde mucho, pero no tiene una fecha para ello.
Las condiciones para disponer de órganos de estos donantes serán las mismas que en cualquier otro caso. Si hasta ahora se distinguía entre persona sin hepatitis C, persona con anticuerpos (donante con condiciones) y persona con el virus (no donante), esa distinción se eliminará.
La causa principal de este cambio está en el éxito de los nuevos antivirales de acción directa contra el virus de la hepatitis C, explica Domínguez. “Estos han demostrado unas tasas de curación cercanas al 100%”, afirma.
Ello permitirá que los órganos se trasplanten aunque haya riesgo de que el receptor adquiera la infección hepática, ya que cuando se considere oportuno se podrá iniciar el tratamiento contra el virus C, que es sencillo (dos pastillas al día), corto (de dos a tres meses), eficaz (curación de más del 95%) y que no interfiere con los inmunosupresores que toman los receptores de un órgano. “Eso, con los tratamientos anteriores de la hepatitis basados en el interferón no pasaba”, dice Domínguez, ya que este medicamento alteraba el sistema inmunológico. Además, ni el tiempo (de seis meses a un año) ni la eficacia (alrededor del 60%) ni los efectos adversos (muchos lo abandonaban por la depresión y ansiedad que causaba) aconsejaban su uso.
Domínguez asegura que la experiencia de EE UU en este caso ha sido determinante. “El país tiene una crisis de adictos por opiáceos”, explica, “lo que proporciona un elevado número de potenciales donantes por el fallecimiento de personas jóvenes”, ya que ellos son los consumidores más frecuentes. Ello ha llevado a que en los últimos cinco años, desde el uso extensivo de los nuevos tratamientos contra la hepatitis C, haya conocimiento científico suficiente para avalar este uso.
Exprimir un modelo de éxito
Nuevos donantes. El modelo español de trasplantes es el de más éxito del mundo, con una tasa de donaciones de 46,9 personas por millón de habitantes en 2017, por delante de Portugal (32,7) y de Estados Unidos (30,8).
Líderes de la clasificación. Solo España ha superado la tasa de 40 donantes por millón de habitantes. El único país, aparte de los ya citados, que ha superado una proporción de 30 ha sido Bélgica en 2016, según los últimos datos de la ONT. En España, Cantabria, La Rioja, Navarra y País Vasco superaron los 70. Solo Castilla-La Mancha y Madrid están por debajo de 40.
Crecimiento. El sistema encadena seis años de crecimiento consecutivo, y en 2017 llegó a 2.183 donantes que facilitaron 5.261 trasplantes de órganos, aparte de los de hueso, piel y córnea. En 2016 la tasa fue de 43,4 donantes por millón, y el año anterior fue de 39,7%.
Causas. El aumento de las donaciones de vivo y los programas para obtener órganos en asistolia (cuando hay muerte cerebral) han contribuido al aumento de las donaciones. A ello se unirá próximamente la donación de personas con hepatitis C y las provenientes de centros privados.
Espera. Pese a ello, en 2017 había casi 5.000 personas (de ellas, 74 niños) en lista de espera: 4.000 por un riñón; unas 460 aguardaban por un hígado; unas 125, un corazón; 260, un pulmón; 103, un páncreas y 6, un intestino.
Negativas. Todavía hay un 15% de familias que rechazan donar, otro récord mundial. En comunidades como el País Vasco la tasa es de 0.
Eso sí, el efecto no será revolucionario. La ONT calcula que en España podrán aumentar las donaciones un 5%, lo que supondría pasar de los 5.261 órganos trasplantados de 2017 (último año con datos) a más de 5.500. Sin embargo, la ONT, que en 2017 llegó a una tasa de 46,9 donantes por millón de habitantes (el siguiente en el mundo es Portugal, que ha importado el modelo español, con 32,7), busca cualquier resquicio para incrementar los casos. A largo plazo, el beneficio se mantendrá, calcula la ONT, pero porque las personas con hepatitis C estarán curadas y podrán donar sin cortapisas, como explicó Marina Berenguer, patóloga del Hospital de La Fe (Valencia), en abril de este año. Además, Domínguez apunta a otro aspecto: “Dará un mensaje de no discriminación hacia las personas con hepatitis C”.
Aspecto normalizador
La presidenta de la Federación Nacional de Enfermos y trasplantados Hepáticos (FNETH), Eva Díaz, coincide en el aspecto normalizador de la medida, y cree que es “un avance”. “Si de antemano conoces que vas a recibir un hígado con una enfermedad y lo aceptas, adelante”, señala. “Además puede pasar, en el caso de personas mayores, que la hepatitis no se desarrolle mientras viven”, dice.
Daniel Gallego, presidente de la Asociación Renal ALCER, coincide en apoyar el proyecto “siempre que se informe al afectado y este lo acepte”. Aunque los enfermos renales son los que tienen la mayor lista de espera para recibir un órgano (unas 4.500 personas), también son los que se benefician de más trasplantes (3.269 en 2017), además de que tiene otras alternativas, como la diálisis. Por eso Gallego cree que “habrá pocos casos de donantes renales con hepatitis C”. “Otra cosa será en órganos vitales, como el corazón o el hígado”, afirma. Su aceptación “dependerá de cada uno, de las expectativas que tenga de recibir un órgano sin hepatitis”. “La ventaja de este protocolo es que será igual para todos, no se beneficiarán más unos por estar en un hospital que otros, como ahora”, añade.
El presidente de ALCER señala que en el futuro esta iniciativa podría llegar a las personas con VIH, que ahora tampoco pueden donar. La diferencia es que los tratamientos actuales contra esta infección no la curan, sino que controlan el virus hasta dejarlo en concentraciones tan bajas que no suponen riesgo para la salud, siempre que se tomen los antivirales durante toda la vida. Podría darse el caso de que una persona con VIH no tuviera virus en el riñón o el corazón. Esta posibilidad aún no se ha planteado formalmente, dice la directora de la ONT, pero admite que ya ha habido debates al respecto. “En este caso donde más experiencia hay es en Sudáfrica, pero en trasplantes en los que donante y receptor tiene el VIH”, afirma Domínguez.
El país africano es un caso excepcional ya que tiene una elevada prevalencia de personas con VIH (casi el 19% de las personas entre 15 y 50 años, que es la mejor edad para los donantes) y un buen sistema sanitario. En los países ricos, donde la cantidad de personas con VIH es muy inferior (en España la prevalencia es del 0,3% del total de la población), el número de órganos extra que se podrían conseguir es muy pequeño, por lo que tampoco urge explorar esa vía, indica Domínguez.
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