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El genoma de la tenia revela sus puntos flacos para combatirla

El parásito tiene formas propias de procesar los alimentos que toma de las personas que invade

Javier Sampedro
La tenia existe desde hace 600 millones de años.
La tenia existe desde hace 600 millones de años. EL PAÍS

La tenia y otros gusanos con forma de cinta (cestodos) como los que causan los quistes hidatídicos y la cisticercosis infectan el hígado y otros órganos vitales, pueden persistir en estado latente durante décadas y dan cuenta de dos de las 17 dolencias definidas por la OMS como “enfermedades tropicales abandonadas”, debido a la virtual ausencia de tratamientos eficaces. Su genoma revela que carecen de muchos sistemas biológicos básicos, sugiriendo de inmediato una serie de estrategias farmacológicas para matarlos.

Un consorcio internacional de científicos coordinados por Matthew Berriman, del departamento de genómica de parásitos del Instituto Sanger Wellcome Trust de Cambridge, Reino Unido —uno de los nodos del proyecto genoma público—, sienta hoy en Nature los cimientos del género al secuenciar (leer las letras del ADN tgcttggga…) los genomas de cuatro gusanos parásitos claves. Los cestodos se contaron entre los primeros parásitos identificados en el ser humano, y fueron aludidos ya por Hipócrates y Aristóteles hace 2.300 años.

Sin duda el más famoso es la tenia (Taenia solium), o solitaria, el desmesurado habitante ocasional del intestino humano, en cuyo interior clava sus garfios para generar una secuencia interminable de segmentos (o progótidos, en la jerga, lo que suena aún mucho peor) que alcanza con facilidad los cuatro metros de longitud, y a veces muchos metros más. Cada proglótido, para colmo, alberga aparatos reproductores de ambos sexos, lo que lo convierte en un sistema virtualmente autónomo. Un infierno dentro de las tripas.

Pero los demás cestodos secuenciados también tienen su interés. Si la tenia infecta a los humanos a partir del cerdo, hay otros dos gusanos del mismo género, Echinococcus multilocularis y Echinococcus granulosus, que nos llegan a partir del zorro y del perro, respectivamente. Ambos producen la hidatidosis, o enfermedad del quiste hidatídico, en que las larvas migran desde el intestino por la sangre y el circuito linfático hasta establecerse en los músculos y los nervios, donde puede permanecer latente por décadas.

La tenia y sus primos con forma de cinta son animales como nosotros, pero que al adaptarse al estilo de vida parasitario han perdido buena parte de los sistemas biológicos que constituyen el acervo común de los animales, y que existen desde nuestros orígenes precámbricos, hace unos 600 millones de años.

El genoma revela que el principal alimento del parásito son los hidratos de carbono

No tienen tubo digestivo, por ejemplo, pues viviendo en el interior de uno pueden alimentarse por mera filtración de los nutrientes a través de su piel. Esta es la razón de que la soprano Maria Callas adelgazara sin traicionar su proverbial buen diente. Y su genoma revela que, en efecto, carecen de los genes maestros que fabrican el tubo digestivo, como los llamados paraHox. Tampoco tienen ojos ni ningún otro tipo de órganos sensibles a la luz, y en justa correspondencia carecen de los genes Pax que normalmente organizan el desarrollo de los ojos y sus conexiones al cerebro.

Estos datos son interesantes para entender la evolución de este desconcertante estilo de vida parasitario, pero una vez más, el diablo —las aplicaciones médicas y farmacológicas— mora en los detalles. Los científicos pueden ahora conocer con asombrosa precisión cuáles son los sistemas biológicos que se han perdido o transformado en estos parásitos, y que por tanto ofrecen dianas evidentes para dirigir los nuevos dardos farmacológicos. El genoma delata las estrategias ocultas del gusano, la lógica profunda de su construcción, su modo de vida y su metabolismo. En último término, moléculas contra las que dirigir otras moléculas, con precisión y verdadera mala uva farmacológica, por así decir.

Por ejemplo, el genoma no solo revela que el principal alimento del parásito son los hidratos de carbono (lo que parece dar la razón al chiste del huevo duro y el colín), sino también que esos azúcares pueden procesarse por la vía anaeróbica (sin oxígeno) del malato, uno de los interruptores del metabolismo central. Toda esta charleta bioquímica resultará disuasoria para el lector general, pero da una idea general del tipo de información útil que pueden extraer del trabajo los farmacólogos.

Más detalles. Los cestodos carecen de la habilidad (genética, y por tanto también fisiológica) de sintetizar ácidos grasos y colesterol; han perdido la mayor parte de los genes que crean y hacen funcionar los peroxisomas, unas vesículas celulares donde normalmente se inactivan por oxidación toda clase de sustancias tóxicas para la célula. Su capacidad para sintetizar aminoácidos (en particular serina y prolina) está muy perjudicada. Y sus sistemas de detoxificación son no solo escasos, sino también muy peculiares, ofreciendo toda una nueva batería de ideas para destruirlos sin afectar a las células del huésped humano.

En materia de parásitos, el genoma es el mensaje.

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