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En casa de Amparo Llanos, más allá de Dover: el templo de libros desde donde traduce a Jane Austen

Amparo Llanos cuenta que cuando estaba en el grupo aprendió a hacer música sobre la marcha. Ahora se ha embarcado en la traducción de las cartas de la escritora británica, por quien siente auténtica devoción. Ha convertido su casa de Madrid en un templo dedicado a las autoras

Jimena Marcos

Hay gafas en la cocina, en el sofá y en la mesa del salón. Hay gafas en la zona de la librería. Hay gafas por todas partes. “Veo muy bien de lejos pero muy mal de cerca”, dice Amparo Llanos (Madrid, 1965), “ya sabes, vista cansada... Tampoco es un drama”. Cada par tiene su uso y su graduación y las que lleva colgadas del cuello son para leer en la calle. Porque Amparo lee todo el rato, también cuando camina. El apartamento está situado a pocos metros del Parque del Retiro, donde la música y escritora sale a pasear casi todos los días. Hace 22 años se mudó de Majadahonda a esta casa, después de que su hermana Cristina (cofundadora de la banda Dover) viera que estaba en venta. No se plantea mudarse: “He fantaseado con irme a Miraflores, donde pasé los veranos de mi niñez. Pero los inviernos allí son más duritos y más fríos y aquí tengo a mis hermanas. Yo qué sé. Me da pereza”.

La estancia huele especialmente bien, hay piezas de arte mexicanas, románicas y prerrománicas heredadas de su madre, fotografías de escritoras y artistas pegadas en los laterales de una de las librerías y hay, sobre todo, libros, muchos libros, la mayoría en inglés. En el comedor y en el salón se reparten los ensayos, las novelas y, en general, los libros de filosofía de autores masculinos y femeninos. Hay casi cuatro estanterías dedicadas a la novelista británica Jane Austen: a sus novelas, los libros que leía, los que hablan de ella, los que la citan mínimamente. “Pero tienes que ver mi biblioteca feminista”, apunta Amparo con orgullo y complicidad.

En una estancia adyacente al salón, el imponente gineceo: “Teoría feminista, poesía, lesbianismo, teoría jurídica, cartas y diarios, autobiografías y biografías, novelas, sufragismo, autoras contemporáneas, lo que han dicho los hombres sobre las mujeres...”. Y toda una columna dedicada a Virginia Woolf. En el centro, un sofá rojo coral y, a la izquierda, una pequeña mesa de madera con las cartas de Jane Austen publicadas en inglés, el diccionario María Moliner y bloques de post-its. “Esos tres tomos los acabo de comprar. Son de 1796 y son la novela Camilla, de Frances Burney, una autora que le encantaba a Austen”. Junto a ella, una pequeña silla de salón de baile suizo del siglo XVIII. “La compré en Lucerna (Suiza) durante una gira de Dover. Por aquel entonces viajábamos en un autobús con camas. Llegábamos a las ciudades por la mañana, desayunábamos en la sala y hacíamos la prueba de sonido. Lucerna es muy pequeña, cerca de la sala había un anticuario y allí la vi, la compré y la metimos en el autobús como pudimos”.

En esa silla suiza y durante meses, Amparo tradujo y editó Afectuosamente tuya, Jane Austen, algunas de las cartas que la novelista se intercambió, sobre todo con su hermana mayor, Cassandra, y que ahora publica la editorial Renacimiento. “Me tenía que poner dos cojines porque estaba muy incómoda para escribir. Pero qué más da, si hubiera empezado a escribir de más joven, ahora tendría que preocuparme por la espalda, pero nunca me preocupé por esas cosas”. Como una expiación, pasó meses escribiendo en esa pequeña silla de salón de baile y, además, lo hizo a mano. “A mí con el ordenador no me salen las ideas. No puedo. Primero escribo en papeles sueltos, en la parte de atrás. Después lo paso a limpio. Y a lo mejor, lo vuelvo a pasar. También porque las cartas de Jane tenían esa fluidez: ella escribía tal cual se le iba ocurriendo, cambiaba de tema, volvía a otro… Y eso, para mí, con el ordenador es imposible, supongo que por falta de costumbre”.

Llanos dice que todo lo que tenga “un pelín de primitivo” le funciona. Le pasaba con la música: grababa en una cinta, la escuchaba, lo volvía a grabar, la volvía a escuchar. Cuando estaba en Dover, nunca alquilaron una casa para aislarse y componer. Siempre fue un proceso anclado a la rutina en Madrid, después de salir de la tienda en la que trabajaba, propiedad de su madre. “No estoy queriendo decir que tenga que ser duro y difícil, pero sí tiene que estar muy metido en la vida real. Si te rodeas de muchas comodidades, te ablandas”.

La vida de Amparo parece avanzar empujada por su cabezonería: “Escribí a Renacimiento y les dije: ‘¿No vais a hacer nada por el aniversario de Jane?’. Christina [la editora] me preguntó qué era lo que menos se había publicado y le dije que las cartas. E incautamente pensé que yo podría traducirlas”. No es la primera vez que empieza algo que no sabe hacer y acaba aprendiendo sobre la marcha. “Me pasaba con la música. Mientras estábamos componiendo mi hermana Cristina y yo el Devil came to me, decía: ‘Quiero hacer este riff y quiero tocarlo bien’. Me ha pasado lo mismo con esta traducción. Disfruté muchísimo el proceso, pero a la vez sudé tinta china”. Escribió y reescribió cada misiva, sobre todo las primeras, intentando ajustarse a lo que Austen podría haber querido decir. “En las cartas hay unos momentos divertidísimos, pero tan mordaces que pueden resultar hasta malévolos. Creo que ella aceptaba totalmente su manera de vivir, estaba orgullosa de pertenecer a esa clase social, pero también tenía un punto de rebeldía cuando lanzaba esos dardazos y se reía de cosas que, en su mundo y para ella, eran muy sagradas”.

El siguiente proyecto editorial flota en el ambiente, pero quiere, dice, tomárselo con calma. Piensa en la posibilidad de traducir a teóricas feministas de los setenta y ochenta como Ti-Grace Atkinson o Andrea Dworkin. “Me encantaría también traducir a Josephine Butler, ella fue una feminista del siglo XIX que logró que se abolieran las leyes de enfermedades contagiosas, unas normas que permitían que la policía pudiese detener a cualquier mujer sospechosa de ejercer la prostitución”. Esquiva la posibilidad de escribir algo propio. “No me atrevo. Hay muchos ensayos ahora en los que notas que la persona escribe muy bien, pero que tampoco tiene nada muy concreto que decir. Considero que todavía estoy aprendiendo. No me sentiría capaz de decir: ‘Esto es lo que yo pienso’. Lo que yo pienso lo han pensado otras antes”.

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Sobre la firma

Jimena Marcos
Periodista en EL PAÍS Audio. Trabajó como editora jefa en Podium Podcast y como guionista en programas de TVE y Movistar+. También ha colaborado con Producciones del K.O, Carne Cruda, Radio 3, La Coctelera y Adonde Media.
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