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Cómo tratar el dolor crónico explorando su relación con los trastornos psiquiátricos

Un programa europeo de investigación busca una mejor comprensión de la compleja interacción entre la mente y el cuerpo, para romper círculos que refuerzan las molestias y minan la salud mental de los pacientes

Dolor cronico
Las causas del dolor crónico pueden ser las mismas que provocan el dolor agudo.Luis Sevillano

En una pequeña sala de la Universidad de Maastricht, en los Países Bajos, una mujer con gafas de realidad virtual está inmersa en la tarea de organizar unos libros virtuales en una estantería virtual. Cada vez que se agacha, los electrodos le envían un calambrazo a la zona lumbar bajo la vigilante mirada de un investigador que supervisa su desempeño, reacciones y movimientos oculares.

Esta extraña estampa es parte de un estudio dirigido por Dimitri Van Ryckeghem, profesor adjunto de psicología experimental de la salud en la Universidad de Maastricht. Su objetivo es desentrañar la compleja relación entre los procesos de atención, el comportamiento evitativo y las molestias, con el fin de determinar cómo y por qué el dolor se vuelve crónico.

El sesgo de atención

En 2016, la Universidad de Luxemburgo recibió financiación de la Unión Europea para explorar cómo la relación entre la mente y el cuerpo afecta al dolor crónico. En este estudio inicial de dos años de duración titulado PainDynamics y coordinado por la Universidad de Luxemburgo, Van Ryckeghem y sus colegas examinaron la cuestión del sesgo de atención, esto es, la tendencia natural a centrar la atención en la información negativa o relacionada con el dolor.

Aunque ya se había estudiado en un contexto de laboratorio, llevaron su investigación al mundo real, lo que les permitió disipar varias asunciones y pulir nuevos enfoques terapéuticos. Durante mucho tiempo, los investigadores consideraron que las personas que experimentaban dolor crónico prestaban demasiada atención a la información relacionada con el dolor, como los posibles factores desencadenantes, lo que lo agravaba y hacía que se convirtiera en un círculo vicioso crónico.

Pese a que esto es cierto, no quiere decir que prestar atención al dolor sea algo intrínsecamente negativo, como se ha pensado durante mucho tiempo. Van Ryckeghem y sus colegas sostienen que este sesgo de atención es la manera en que el cerebro intenta mantenernos a salvo, alertándonos de un posible peligro.

Romper el ciclo del dolor

Por desgracia, este instinto protector puede ser también perjudicial. Centrar la atención en un dolor que no puede mitigarse en el momento, a costa de otros objetivos importantes, puede magnificarlo y crear con el tiempo un dolor agudo crónico. “A la larga, prestar más atención a un dolor que no puede controlarse puede empeorar sus consecuencias, algo que podríamos abordar”, comenta Van Ryckeghem, que espera que su trabajo ayude a desarrollar intervenciones psicológicas efectivas que rompan el ciclo del dolor.

Sin embargo, su investigación de 2016 muestra que el sesgo de atención cambia según los objetivos de cada persona, y que limitarse a enseñar a las personas a prestar menos atención al dolor sin tener este hecho en cuenta no ayuda a reducirlo, como se pensaba. Siguiendo estos avances, el equipo de investigación profundiza aún más e investiga qué efecto tienen nuestros recuerdos e interpretaciones sobre el dolor y el comportamiento evitativo. “Todos estos procesos cognitivos están relacionados”, indica Van Ryckeghem. “Cuanto más interpretemos situaciones ambiguas como negativas, más atención les brindaremos”.

Lo que se pierde en la interpretación

Existe una tendencia en las personas que padecen dolor crónico a interpretar todo dolor como parte del mismo problema; dando por hecho, por ejemplo, que el dolor muscular está conectado con el dolor crónico, aunque no sea el caso. Este fenómeno se conoce como sesgo de interpretación. Los investigadores piensan que modificar la manera en que una persona interpreta las señales físicas o las variables subyacentes podría abrir una interesante vía de tratamiento.

Según estimaciones de la Federación Europea del Dolor, el dolor crónico afecta a unos 150 millones de personas en toda Europa (más o menos uno de cada cinco adultos) y puede tener un efecto devastador en su calidad de vida. También existe un gran coste social y económico como resultado de que estas personas no puedan trabajar o que dependan intensamente de sistemas sanitarios ya al límite de sus capacidades. Se necesitan nuevas estrategias para lidiar con el dolor y gestionarlo mejor.

Las causas del dolor crónico son muy variadas y este afecta a las personas de distintas maneras. Puede adoptar la forma de dolor de espalda crónico, artritis, dolor neuropático causado por una lesión o traumatismo, resultante del cáncer o la diabetes o de enfermedades crónicas en las que la causa subyacente del dolor no está clara.

Un círculo vicioso

Un ejemplo desafortunado de la estrecha relación entre mente y cuerpo es la conexión existente entre el dolor crónico y los trastornos del estado de ánimo. Según una revisión de 2022 publicada en Translational Psychiatry, hasta un 61 % de los pacientes con dolor crónico sufren depresión, mientras que hasta un 65 % de personas con depresión experimentan además dolor crónico. Las personas que padecen dolor crónico pueden quedarse atrapadas en un círculo vicioso.

La doctora Ipek Yalcin, directora del equipo de investigación en dolor y psicopatología del Instituto de Neurociencia Celular e Integrativa (INCI) de Estrasburgo (Francia), propone tomar como ejemplo a alguien con dolor de espalda crónico: “Su nivel de interacción social es menor porque no pueden salir mucho, no pueden hacer deporte, y esto aumenta el riesgo de trastornos psiquiátricos”.

El dolor erosiona pilares del bienestar como hacer ejercicio, dormir y socializar. Cuando el dolor crónico se prolonga en el tiempo, puede desencadenar cuadros de depresión y ansiedad. “Es obvio, pero no entendemos los mecanismos subyacentes”, comentó Yalcin, quien añade que “a veces, es muy difícil descubrir qué fue antes, el huevo o la gallina”. Y es que, para complicar aún más las cosas, las personas con trastornos del estado de ánimo son, además, más propensas a desarrollar dolores crónicos.

La mente y el cuerpo

A pesar de ello, pocos investigadores tienen la experiencia necesaria en el estudio de ambos campos; el del dolor y el de la depresión. Por eso, Yalcin fundó HaPpY, un programa multidisciplinar de doctorado europeo conjunto financiado por la Unión Europea y dirigido a investigadores jóvenes, que empezó en 2021 y concluirá el verano de 2025.

Una red de universidades e institutos de investigación, así como centros clínicos y socios industriales, colaboran con los investigadores. “Se trataba de reunir a investigadores de los campos del dolor y la psiquiatría para entender mejor los mecanismos que subyacen a esta comorbilidad y encontrar nuevas estrategias de tratamiento”, indicó Yalcin.

La comorbilidad es la presencia simultánea de dos o más enfermedades en un paciente. Para Ginevra Sperandio, una de las catorce investigadoras jóvenes del programa, el intercambio con colegas de otras disciplinas tiene un valor inestimable. “Tener la oportunidad de trabajar con personas de campos diversos y hacer preguntas fundamentales ha sido muy enriquecedor”, comenta la investigadora italiana.

El sesgo de atención ha aparecido en su propia investigación sobre dolor postoperatorio en pacientes de cáncer de mama, lo que demuestra que ciertos patrones de pensamiento se correlacionan con el dolor crónico tras la cirugía. “El catastrofismo, las preocupaciones abrumadoras y el pensar en demasía contribuyen al dolor crónico, probablemente debido a la fijación mental sobre la cuestión”, explica Sperandio.

La brecha de género en el campo del dolor

Los investigadores tratan de desentrañar la relación existente entre el dolor y los trastornos del estado de ánimo y los mecanismos que la avivan. También desarrollan nuevas estrategias terapéuticas, teniendo en cuenta otro factor que a menudo pasa desapercibido: el género.

Hoy en día, la brecha de género en lo que respecta al dolor está bien documentada, pero rara vez es abordada. Según los investigadores, aunque las mujeres son más propensas a experimentar dolores crónicos, es menos probable que las crean y, con frecuencia, esperan más tiempo para recibir un diagnóstico. Pese a ello, los estudios clínicos no suelen tener en cuenta el impacto del género, informa Yalcin. Es por ello que investigar el impacto de las diferencias de género es un objetivo fundamental del proyecto HaPpY.

“Cada vez se hace más evidente que los mecanismos subyacentes son distintos, lo que significa que los fármacos desarrollados con datos masculinos podrían no funcionar con toda la población”, señala la fundadora de este programa de investigación, quien confía en que es posible cerrar la brecha de género en cuanto al dolor: “Considero que cada vez hay más conciencia en todos los ámbitos, y vamos por buen camino”.

La investigación a la que hace referencia este artículo ha sido financiada a través de las Acciones Marie Skłodowska-Curie (MSCA). Las opiniones de los entrevistados no reflejan necesariamente la de la Comisión Europea.

Artículo publicado originalmente en Horizon, la revista de investigación e innovación de la Unión Europea.

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