El relevo masculino español salva la tarde europea en Apeldoorn con una medalla de plata
Cuarto puesto para el 4x400 femenino y para Marta García en los 3.000m, y quinto para Josué Canales en los 800m el último día de los campeonatos


La tarde era triste y húmeda.
A Josué Canales, que ha sido quinto (1m 45,88s) en los 800m que creía que iba a ganar le acoge entre sus brazos Jorge González Amo, para que llore como un niño y así, sus lágrimas en el pecho del hombre que más ama el mediofondo y más cuida a los jóvenes que llegan se le pase el dolor.
Las lágrimas de Marta García son de rabia no satisfecha y maldición las lágrimas que le brotan cuando termina cuarta (8m 53,67s) después de haberse conjurado consigo misma durante los 3.000m para ganar o, por lo menos, subir al podio. No necesita hombro. Solo se consuela gritando maldiciones la atleta que quería ser Jacobo y se obligó a ser Viren después de que una caída con solo 430 metros corridos la rezagara. “Caigo y me digo, levántate y vete a por tu puta medalla, joder, y con toda la rabia me he puesto”, dice. Se levanta como Lasse Viren, el finlandés que después de caerse ganó el oro en los 10.000m de Múnich 72, y se pone delante del grupo como había hecho Jakob Ingebrigtsen unos minutos antes. Tira pero no despedaza, y en los últimos metros las superan progresivamente la ganadora final, la irlandesa de ciclista apellido peleón Sarah Healy (8m 52,86s), la británica favorita Melissa Courtney (8m 52,92s) y, en el último suspiro, la portuguesa que entrena en Soria Salomé Alfonso, también medallista en 1.500m. “Viendo a Salomé estos días sabía que nos iba a robar si la dejábamos y me la ha robado la tía”.
Casi a las 18.30 ascienden a la pista desde el sótano, como los gladiadores en el coliseo de Roma, los bárbaros del relevo. La tarde es de gritos, adrenalina y fuerza. De Markel Fernández, Gora Sopela, que sale por la calle uno como un tiburón, tuerce la cabeza y llega cuarto a la calle libre. Le habían encomendado una misión, salir como nunca y morir, y la cumple, y se enorgullece y se llena de felicidad. Se siente único con su carrera de 46.9 cuando entrega el testigo a Manuel Guijarro, de Villarrobledo, otro que crece cuando corre el relevo, y se multiplica porque no tiene miedo a nadie, solo a fallar a sus compañeros y 46,7s después de agarrar el testigo se lo entrega el cuarto empatado con los franceses, terceros, a Óscar Husillos, el veterano, el maestro del tempo desde Astudillo, que ya parte tercero, tan bueno fue el cambio perfeccionado con el maestro Toni Puig. Países Bajos, en su día grande, marchan lejos, destacados. El rival es Bélgica, el enemigo histórico del relevo español, y también el tiempo.
No la pista, que es la amiga de Bernat Erta, que es de Lleida y es aún muy joven, pero también es el ingrediente único que hace ligar la salsa del relevo masculino español. Solo dos atletas han repetido en las tres medallas, todas de plata, que ha logrado el 4x400 español en la pista cubierta, en el Europeo de Glasgow en 2019, en el Mundial de Belgrado 2022 y en Apeldoorn 2025. Son Guijarro, el mago de las rectas, y Erta, que vuela en las curvas cerradas de la pista inscrita en el velódromo pese a sus largas piernas, larguísimas, y a su zancada única, la más amplia del atletismo español según los estudios biomecánicos. “Es la técnica. Siempre la he trabajado mucho. Las caderas. Subir las rodillas”, dice el atleta tan fresco, cuando todos están con el globo del láctico en las piernas y en el coco y el estómago al que enseñó a correr su padre, Quim, y al que ha madurado Pau Fradera en Barcelona. Coge el testigo el tercero. Primera Países Bajos. Segunda Bélgica, con el experto Sacoor. Tercero Erta, al que pisa los talones (no solo figuradamente) el británico Chalmers, que se la acerca, pero llegados a las curvas se frena, y Erta vuela. “Me encantan estas curvas”, añade con deleite el catalán, que solo piensa en alcanzar a Sacoor. Lo suyo es el último metro. Su energía. Su valor para no frenar. Su habilidad para lanzarse como demostró en el mixto. Si ni alarga el brazo para pasar, alarga el cuello para ganar en la foto finish. Un cuello más largo que sus piernas que en la recta se traduce en 45 milésimas de ventaja sobre los temibles belgas, una marca de 3m 5,18s, que es récord nacional, y una medalla de plata más para su colección.

Ser cuarta no está mal, intentan consolar a Marta García algunos, y ella, a la que no se le pasa el fastidio, responde que eso valdrá para otras, no para ella, y tampoco les vale a las mujeres del relevo español las golden bubbles se hacen llamar, como burbujas de champán chispeantes, veloces y embriagadoras, tanta velocidad, tanta disposición, tanta energía concentrada preparada para desbordarse en una carrera que debería terminar con la victoria final de los Países Bajos de Femke Bol y una medalla para cuatro españolas –Paula Sevilla, Eva Santidrián, Daniela Fra y Blanca Hervás—que este invierno han bajado de 52s, excelencia, y Sevilla, el sol de La Solana y del azafrán, por debajo de 51s, extraordinaria medallista individual de bronce en su debut internacional en la distancia. Sale de parada, calle tres, la manchega, el tapón de la botella disparado, una explosión, que 51,54s más tarde entrega tercera a Santidrián (51,51s, lanzada), tercera también, tras neerlandesas y británicas, y tercera también entrega Fra (51,26s) a Blanca Hervás, que persigue y defiende y cede, porque detrás de ella y de sus 51,37 magníficos, la fenomenal checa Lurdes Manuel hace la posta del año: 49,82s. La supera y la deja de piedra. Cuarta España con récord nacional (3m 25,68s) que consuela.
Feliz siempre. El colectivo, las burbujas, las emociones y una mínima esperanza que se abre media hora, un claro en las nubes entre tanta lluvia, lágrima y espuma. Una nota rápida anuncia la descalificación de Bol y sus compañeras por obstaculizar un intercambio de testigos. Media hora después, las burbujas y la emoción regresan a su botella. Países Bajos, recalificado. Música de Nochevieja, fiesta antigua de polkas, congas y así, celebra en el velódromo la noticia.
La tarde ya es noche. Se apagan las luces. Rápidamente, los operarios empiezan a desmontar la pista para liberar el pino siberiano del velódromo. Paula Sevilla, ya la líder, se exige más porque tiene la espinita de no haberse pegado más duro por la calle libre, ensalza a sus compañeras, las veteranas de la distancia, y promete: “Este es el inicio de una nueva era porque estas mujeres valen un montón”. Siempre queda la esperanza.
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