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Viticultura

Tecnología de la cepa a tu copa

El sector vitivinícola español corre hacia la digitalización integral. Así están cambiando las cosas en Navarra, Valladolid y Albacete

José Moro, en la sala de barricas manejando la app de Sensing4Farming.
José Moro, en la sala de barricas manejando la app de Sensing4Farming.Carlos Luján

Desarrollar formas imposibles de medir la humedad de la vid sin molestar su desarrollo.Apoyarse en el ‘big data’ para tomar decisiones innovadoras a las que nuestros antepasados llegaban solo tras muchas generaciones de observación. Proyectar la manera de adaptar un cultivo tan exigente como este a las condiciones cada vez más adversas que trae consigo el cambio climático... El sector vitivinícola español corre hacia la digitalización integral.

Como con el resto de los cultivos, el vino se enfrenta a su propio desafío: afianzarse como industria 4.0 de alto rendimiento. Con un mantra: mínima intervención y máximo control. El grupo de viticultura avanzada que Gonzaga Santesteban lidera en la Universidad Pública de Navarra ayuda a Bodegas Ochoa y a Bodegas Rioja Alta a homogeneizar las uvas de una parcela o modificar los sistemas de riego a partir de mapas obtenidos con herramientas de agricultura de precisión. Ejerce de eslabón entre los tecnólogos y los usuarios.

Prototipo de sensor desarrollado por la UPNA que mide sin contacto el contenido hídrico de una cepa en una cámara de cultivo.
Prototipo de sensor desarrollado por la UPNA que mide sin contacto el contenido hídrico de una cepa en una cámara de cultivo.Carlos Luján

En un grupo de investigación de ingeniería de telecomunicaciones de la universidad, el profesor desarrolla un sensor de dos terahercios (longitud parecida a las microondas) que permite conocer el estado hídrico de la vid en tiempo real. “Es una novedad mundial porque es un sensor sin contacto”, confirma Gonzaga. Si los sensores convencionales se entierran para medir la humedad del suelo, estos “los acoplas junto al tronco y te dicen el consumo de agua de toda la planta”.

Tras algunos prototipos han conseguido una electrónica sencilla y económica que “no mide todas las longitudes de onda, sino las dos más sensibles a los cambios de humedad”. Su próximo objetivo: detectar las enfermedades de madera de la vid.

Desde Valladolid, Smart Rural se dedica a la modernización de las explotaciones agropecuarias a través de las TIC. En 2018 lanzó GeoCeres, una plataforma webGis de análisis y visualización de datos agro. Un dron recoge la información sobre el terreno (poda, fertilizaciones, análisis foliares, cosechas…) y la vuelca en la herramienta que a su vez cruza los datos en mapas y gráficos para compararlos con otras campañas. El servicio es adquirido por bodegas, pero también por agricultores y productores de cereal o de té de todo el mundo. Smart Rural participa además de un proyecto europeo de IA a dos años en el que tiene que probar un robot de poda armado con tijeras automatizadas.

No vamos a dejar que la máquina tome decisiones

“Pretendo digitalizar desde la cepa hasta la copa”. Así de contundente se muestra José Moro, presidente de una de las bodegas pioneras en la aplicación de la tecnología en el vino. No le importó ser contracultural cuando introdujo corchos de microesferas en las botellas, cuando empezó a utilizar levaduras propias o cuando Bodegas Emilio Moro fue la primera de Ribera del Duero en poner en marcha el sistema Oresteo de remontado para limitar la oxigenación de los vinos mediante la inyección de C02. “El alma está en los viñedos. Lo demás es técnica”, afirma mientras hace de cicerone en la presentación de su proyecto Sensing4Farming de monitorización del viñedo con big data.

Tras firmar el acuerdo con Vodafone, uno de sus principales socios junto con GMV, DigitalGlobe, Abaco Group y Qampo, Bodegas Emilio Moro avanza en la gestión inteligente de las viñas. Empleará tecnología ligada al IoT, la IA, la foto satelital y la sensórica con la mirada puesta en “la bodega del futuro”, una ambiciosa visión global que implicaría instalar más adelante sensores en las barricas y terminar de “hacer un dibujo del vino en cada parte del proceso”. Los taninos, las características organolépticas y las variables aromáticas quedan reflejadas en números y gráficos para que la cata sea un elemento de apoyo, no el definitivo. “No vamos a dejar que la máquina tome decisiones, pero si al catar tengo dudas, que los datos me acompañen será maravilloso”.

Ya Emilio Moro había dado pasos en el abono a la carta. Esto es, volar drones de Smart Rural para conocer con sus fotos el vigor de las cepas antes de vinificar cada parcela y aportar a cada zona el nutriente necesario. Los datos se introducían en una máquina Topcon dentro de un tractor geoposicionado que iba repartiendo el abono parametrizado en cada cepa.

Estación climática instalada en uno de los viñedos de Bodegas Emilio Moro.
Estación climática instalada en uno de los viñedos de Bodegas Emilio Moro.Carlos Luján

Con Sensing4Farming la cosa pasa a ser integral al medir clima, planta y suelo. Se recogen datos de estaciones meteorológicas (temperatura, humedad relativa, pluviometría, velocidad y dirección del viento, sensación térmica, radiación solar…), de sensores que miden parámetros del suelo (estrés hídrico de la planta, capacidad de extracción de agua, a qué profundidad absorbe la raíz…) y de la cepa (con dendrómetros que miden el crecimiento diario de la planta), y de imágenes vía satélite multiespectrales tomadas cada diez días (índices de vigor y salud NDVI, ENVI, SAVI, concentración de nitrógeno, info geoespacial…). Hasta 39 índices bioquímos y biofísicos extraídos de las 200 hectáreas de tempranillo en torno a Pesquera de Duero que son cruzados mediante big data e integrados en una única plataforma.

“Llega mucha información”, señala Vicente Abete, responsable de campo de la bodega, “pero hay que discriminar qué es lo importante para el vino. Hay datos banales y otros cruciales que cambian la añada”. Conocidos al detalle el estado sanitario y el crecimiento vegetativo de cada cepa, desde el vigor a la capacidad clorofílica, “tenemos un histórico de cada cosecha” que, con la ayuda del machine learning, permite desarrollar herramientas predictivas para evitar el oídio u otras enfermedades. “No es para hacer cada añada igual”, sino para sacar lo mejor de cada una de ellas a través de los datos.

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El tractorista que pasa el cultivador tiene a mano su app, 100% móvil y a pie del viñedo, con toda la información disponible en tiempo real. Comprueba que en la parte coloreada en azul la máquina abonará más y en la parte roja aplicará menos cantidad. La geolocalización permite al mismo tiempo buscar cada viñedo por realidad aumentada y acceder al trabajo con la ficha técnica de la parcela, cuaderno de campo, la trazabilidad de los tratamientos y las alarmas de falta agua. Desde la app se valora también el coste de cada parcela para contar no solo con información técnica. El objetivo es lograr una producción de vino de calidad sostenible desde el punto de vista ambiental (reducción de fertilizantes, consumo energético y huella hídrica) y económico. “La intuición que tenían nuestros antepasados es nuestra innovación. Nosotros innovamos para reforzar nuestra tradición”, concluye José Moro. Y esta innovación será la tradición de las generaciones venideras.

El de Campo de Montiel es un paisaje poco manchego, un entorno duro de clima continental severo, lluvias escasas y suelos pedregosos. Pero una finca de 3.000 hectáreas llamada Dehesa de Luna atesora un valor ecológico singular de reserva de biodiversidad en donde producir vino de calidad supone un desafío. “Este entorno lo mezclamos con una viticultura intensamente tecnificada”, revela José Luis Asenjo, director técnico de la bodega. “Cuanto mejor es el medio, menos viticultura necesitas”, prosigue. “En algunas zonas de prestigio de España no hacen casi nada y sacan vinos maravillosos porque las condiciones ambientales son muy favorables”.

Sonda Sentek enterrada para medir por capacitancia la humedad del suelo en Dehesa de Luna.
Sonda Sentek enterrada para medir por capacitancia la humedad del suelo en Dehesa de Luna.Carlos Luján

En 2007, la propiedad les encargó la plantación de una parcela de 12 hectáreas, “uno de los viñedos más complejos de España”. Y se toparon con la verdad del cambio climático. Desde entonces tratan de amortiguar los efectos de las altas temperaturas (ha subido medio grado la media) y de la reducción de precipitaciones (un 20% en Castilla-La Mancha): aumentar la distancia de los racimos al suelo, estrechar calles, abandonar los sistemas de conducción en espaldera por no posicionados, riego más afinado…

Tal es la sofisticación de esas 12 hectáreas que suman hasta 17 válvulas de riego, cuatro patrones de conducción diferentes y dos densidades de plantación. Respetando el arroyo seco de escorrentía, empedrando y reforestando la cañada, conservando las encinas centenarias y utilizando hierro oxidable y madera. “Además de un alarde técnico tiene una visión estética de integración del paisaje. Hacemos una viticultura razonada y precisa basada en conocimientos de los datos del viñedo. No estamos sujetos a tradiciones ni a prejuicios”, relata Asenjo. Las decisiones en Dehesa de Luna se basan en una matriz de datos de parcelas de control por unidad vinícola: seguimiento fisiológico (potencial hídrico de la hoja), ciclo vegetativo (fenología), meteorológico con estación climática propia, humedad del suelo con sondas y riego localizado. El resultado es el cuidado individual de cada viña, certificada en ecológica. “En Albacete, lo que no te da la naturaleza lo tienes que dar tú con materia gris”, confiesa Asenjo.

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