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Carmen Castresana | Directora del Centro Nacional de Biotecnología

“Los roles tradicionales también dañan a los hombres”

La científica, de 59 años, dirige un centro puntero en el que trabajan mas de 500 investigadores

María R. Sahuquillo
Carmen Castresana, directora del Centro Nacional de Biotecnología
Carmen Castresana, directora del Centro Nacional de BiotecnologíaGorka Lejarcegi

Jamás se le pasó por la cabeza dejar de estudiar, casarse y quedarse en casa. Carmen Castresana (Madrid, 1955) tuvo claro desde niña que quería ir a la universidad y tener un empleo remunerado. Y cuando en sus últimos años de instituto empezó a interesarse por la biología, descubrió con pasión un campo por el que entonces no había pasado ni de puntillas. Hoy, dirige el Centro Nacional de Biotecnología (CNB), un organismo estatal dedicado a la investigación en biología, biomedicina y ciencias agrarias en el que trabajan más de 500 profesionales.

Algo tímida, cuenta en el despacho junto a su laboratorio, en Madrid, que no halló miradas de extrañeza cuando anunció en su casa que estudiaría una carrera de ciencias. “Y no una de las típicas, más dirigidas tradicionalmente a las mujeres, como Magisterio o Historia. O Farmacia, que dentro de las científicas estaba más feminizada porque la hacían muchas hijas de familias de nivel social algo más alto”. Su padre, aparejador, y su madre, ama de casa, siempre quisieron que sus seis hijos —tres mujeres y tres varones— se formaran. “Aunque recuerdo que de pequeña comenté que quería hacer Arquitectura y que mi padre me dijo que esa carrera no era ‘muy de mujeres”, sonríe.

La Universidad, a mediados de los setenta y principios de los ochenta, durante el fin del franquismo y la transición, era un hervidero del cambio. Eran ya muchas las mujeres en unas aulas –en solo cinco años, de 1975 a 1980 pasaron del 36,9% al 44% de las matriculadas--, donde, además, se empezaba a hablar abiertamente de feminismo, de acabar con el patriarcado, de lograr un cambio social. También, cuenta, eran numerosas en Biología.

Sin embargo, echando la vista atrás y reconstruyendo la radiografía de aquella época, la directora del CNB reconoce que esa realidad no se ha trasladado después al terreno profesional. Las mujeres de su generación escasean en los puestos altos, incluso en los medios. “Pero en esta y en todas las profesiones, la cuestión es que se necesita mucha dedicación para ascender. Y la mujer, por los roles asignados socialmente, no siempre ha tenido la libertad de tiempo que sí han disfrutado los hombres. Pero hemos ido llegando. Formamos parte de un proceso social de cambio que ha abierto muchas puertas”, afirma.

Castresana, que se ha centrado en analizar el sistema inmune de las plantas, cómo se defienden de los microorganismos y cómo se pueden desarrollar nuevos sistemas para que sean más resistentes, pasó ocho años formándose y trabajando fuera. Volvió a España con una plaza en el CNB, se casó y tuvo dos hijas. “Ninguna se dedica a la ciencia, una estudia Historia del Arte y la otra Literatura. Se habrán asustado”, bromea. Recuerda que en sus primeros viajes por trabajo su madre, incómoda, le reprochaba que dejaba “solas” a las niñas. “Yo le contestaba que solas no estaban, que estaban con su padre. Hay que buscar el reparto. ¡Los roles también son malos para los hombres!”, afirma.

Añoso ochenta

- Esperanza de vida al nacer en 1985: 79,69 años.

- Número medio de hijos por mujer: 2,03.

-Diputadas en el Congreso en la primera legislatura (1979-1982): 24 de 361.

- Mujeres matriculadas en las universidades españolas en el curso 1980-81: 44,1%.

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Sobre la firma

María R. Sahuquillo
Es jefa de la delegación de Bruselas. Antes, en Moscú, desde donde se ocupó de Rusia, Ucrania, Bielorrusia y el resto del espacio post-soviético. Sigue pendiente de la guerra en Ucrania, que ha cubierto desde el inicio. Ha desarrollado casi toda su carrera en EL PAÍS. Además de temas internacionales está especializada en igualdad y sanidad.

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