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Rémi Parmentier: “A los que tienen ecoansiedad les digo: ¡Se cura con la acción!”

Uno de los fundadores de Greenpeace Internacional y actual director de la consultora Grupo Varda alerta de que la crisis del multilateralismo conlleva riesgos para el océano y la lucha contra el cambio climático

Rémi Parmentier, miembro fundador de Greenpeace y director fundador de la consultora Grupo Varda, donde desarrolla proyectos en áreas como la gobernanza oceánica, la política marina, la acción climática o la lucha contra la corrupción
Rémi Parmentier, miembro fundador de Greenpeace y director fundador de la consultora Grupo Varda, donde desarrolla proyectos en áreas como la gobernanza oceánica, la política marina, la acción climática o la lucha contra la corrupciónCarles Ribas
Josep Catà Figuls

Ni se os ocurra decir “los océanos”, así en plural, ante Rémi Parmentier. “¡Que sea la última vez! Es importante y siempre insisto porque es lo que diferencia a nuestro planeta del resto: el océano nos da la vida desde el principio. Y recordar que hay un solo océano y que todo él se tiene que proteger, nos ayuda a concienciar. Es la sala de máquinas del planeta. Sin él, olvídate de los demás Objetivos de Desarrollo Sostenible, como los de la lucha contra la pobreza o la seguridad alimentaria”, subraya. Tiene autoridad en la materia, pues este hombre, que va ataviado con una elegante corbata estampada con los tentáculos de un gran calamar, es un veterano ecologista, miembro fundador de Greenpeace Internacional, artífice de algunos de los grandes éxitos de la organización a bordo del Rainbow Warrior. Actualmente, es el director de la consultora Grupo Varda, que fundó con Kelly Rigg para asesorar a compañías en el ámbito de la sostenibilidad. De hecho, Parmentier dio en Barcelona una charla en Esade en el marco de un programa sobre sostenibilidad para empresas emergentes.

Su interés por la preservación del mar y por el ecologismo, según cuenta en las múltiples conferencias que da alrededor del mundo, empezó en 1974. Vio al agrónomo René Dumont levantar un vaso de agua y afirmar que en el siglo XXI habría guerras por él, justo en un momento en el que los conflictos se empezaban a librar por el petróleo. Parmentier empezó a interesarse por el activismo ecologista y con un grupo fundaron, en 1977, Greenpeace Francia, siguiendo los pasos de la ONG original, creada en Canadá seis años antes.

Ahora me ves aquí, tantos años después de lucha ecologista, y podrías decir que soy un fracasado, porque el planeta no está a salvo. Pero la realidad es que si no hubiésemos estado, la situación sería aún peor

Poco tiempo después, todas las oficinas se integrarían en Greenpeace International. Los franceses y los británicos compraron un viejo barco pesquero, que, tras restaurarlo, lo rebautizaron como Rainbow Warrior, una de las legendarias embarcaciones de la organización ecologista. A bordo, Parmentier y otros protagonizaron campañas para frenar pruebas nucleares o contra buques balleneros, y cosecharon éxitos como la adopción en 1982 de la moratoria internacional de la caza comercial de ballenas. Tres años después, en 1985, el barco fue hundido en Nueva Zelanda por los servicios secretos franceses.

Han pasado muchos años y, pese a que la emergencia climática es ahora una evidencia científica y cuenta con multitud de acuerdos internacionales para hacerle frente, los desafíos son ahora distintos: el negacionismo, la apatía o el pesimismo, el peligro del greenwashing en las empresas (usar la sostenibilidad solo como estrategia de marketing) o la simple constatación de que el medio ambiente está tan tensionado que queda poco tiempo para remedios. “Ahora me ves aquí, tantos años después de lucha ecologista, y podrías decir que soy un fracasado, porque el planeta no está a salvo. Pero la realidad es que si no hubiésemos estado, la situación sería aún peor”, afirma. “Ahora, el reto del ecologismo es pensar fuera de los moldes, ir más allá, pero en los setenta casi no había moldes”, agrega Parmentier, que dejó Greenpeace en 2002 para fundar, un año después, el Grupo Varda, su consultora.

Rémi Parmentier, miembro fundador de Greenpeace y director fundador de la consultora Grupo Varda, donde desarrolla proyectos en áreas como la gobernanza oceánica, la política marina, la acción climática o la lucha contra la corrupción
Rémi Parmentier, miembro fundador de Greenpeace y director fundador de la consultora Grupo Varda, donde desarrolla proyectos en áreas como la gobernanza oceánica, la política marina, la acción climática o la lucha contra la corrupciónCarles Ribas

El veterano activista rechaza los vientos de pesimismo que azotan el ecologismo. “Si ahora hay más apatía entre los jóvenes, es un problema. En los setenta éramos una tribu y poca gente hablaba de ecología, por lo que precisamente era más fácil hablar de ello. Ahora existe demasiado ruido sobre el medio ambiente y es difícil hacerse oír. Pero a los que tienen ecoansiedad, mi respuesta es: ¡Se cura con la acción! No vas a ganar la guerra tú solo o tú sola, vas a ganar pequeñas batallas y las batallas se van sumando”, asegura. ¿Hay tiempo para ganar esta guerra? “Yo creo que el mundo se va a salvar solo, la cuestión es si nuestro mundo se va a salvar, o si merece salvarse, y qué hay que cambiar para que sea más saludable y sostenible para las siguientes generaciones”, resume.

La emergencia climática aparece prácticamente cada día en los titulares, —las olas de calor este verano, la desaparición de millones de cangrejos de la nieve en Alaska, el deshielo y el calentamiento global. Sin embargo, Parmentier no comulga con las tesis más cercanas al colapsismo, que piden iniciar un decrecimiento y dejar de confiar en que llegará una tecnología que permitirá tener el mismo ritmo de crecimiento. “La palabra decrecimiento es muy controvertida, considero que habrá sectores que deberán crecer y otros que tendrán que decrecer, como la industria pesquera, o desaparecer, como la de los combustibles fósiles”.

No creo que las tecnologías solas nos vayan a salvar, hay que cambiar nuestros valores y dejar de dar tanta importancia al dinero

El ecoactivista apuesta por invertir en tecnologías como el motor eólico o el hidrógeno verde para la marina mercante. “O por situar los centros de producción en localizaciones concretas para que los barcos aprovechen las corrientes o los vientos dominantes”. Pero, añade: “No creo que las tecnologías solas nos vayan a salvar, hay que cambiar nuestros valores y dejar de dar tanta importancia al dinero”.

El océano, su gran obsesión, enfrenta otros peligros. Actualmente, solamente el 10% está protegido. “Ahora hay un empuje para llegar al 30% de protección, pero ¿qué pasa con el 70% restante? Opino que hay que darle la vuelta y proteger todo el océano, excepto algunas áreas marinas explotables, y que sean las empresas las que demuestren que vale la pena explotarlo”, señala. La realidad es que con el cambio climático y con tecnologías cada vez más invasivas, el reto es mayor: impedir que haya explotaciones mineras en el fondo del mar. “Son las últimas fronteras, y remover el fondo del océano no es una buena idea, ya que ahí se acumula mucho CO2″, explica. El activista no cesa en su optimismo pese a que los desafíos se dan en un momento de cuestionamiento de los grandes acuerdos: “Hay una crisis del multilateralismo. Eso no es un secreto para nadie, pero esto da más motivos para poner muros de contención y reforzar las organizaciones que protegen el mundo”.

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Sobre la firma

Josep Catà Figuls
Es redactor de Economía en EL PAÍS. Cubre información sobre empresas, relaciones laborales y desigualdades. Ha desarrollado su carrera en la redacción de Barcelona. Licenciado en Filología por la Universidad de Barcelona y Máster de Periodismo UAM - El País.

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